La cruel enfermedad de Huntington: hay esperanza

El médico de Long Island (Nueva York) George Huntington descubrió, en 1872, la naturaleza hereditaria de la enfermedad neurodegenerativa que más tarde recibió su nombre, la Corea de Huntington
El médico de Long Island (Nueva York) George Huntington descubrió, en 1872, la naturaleza hereditaria de la enfermedad neurodegenerativa que más tarde recibió su nombre, la Corea de Huntington

En 1653, en las colonias inglesas de Nueva Inglaterra, Ellin, esposa de Nickolas Haste, fue injustamente juzgada y condenada a la horca por brujería. Al menos siete mujeres como ella, también consideradas brujas, padecieron persecución. Posiblemente todas ellas procedían de familias que unas décadas antes habían llevado al Nuevo Mundo el corea de Huntington, una enfermedad neurológica hereditaria que se manifiesta por movimientos erráticos incontrolables y que puede acabar con la vida de quien la sufre. Las enfermedades se vuelven crueles cuando tienen carácter hereditario.

Cuando en 1630 el rey Carlos I de Inglaterra permitió a la Iglesia anglicana perseguir a los no creyentes y los inconformistas, la caza de brujas y de quienes por sus alteraciones motoras parecían tener connivencia con el diablo se convirtió en un deber sagrado de la población. Ello forzó a muchas familias que padecían el corea a huir a América. Una de ellas fue la de John Winthrop, quien en 1630 zarpó con once barcos del puerto de Yarmouth en Inglaterra para Salem, en Massachusetts. De ese modo, los genes del corea de Huntington saltaron al Nuevo Mundo, donde, desafortunadamente, sus poseedores fueron también perseguidos por similares razones, es decir, por puritanismo e intolerancia. Pero el corea de Huntington no era solo una enfermedad inglesa, pues también había afectado a colectivos humanos de otras partes de Europa, como Francia, Irlanda, Alemania y Noruega.

La enfermedad debe su nombre al médico norteamericano George Huntington, quien estudió a pacientes cuyas familias la habían padecido en sucesivas generaciones y la describió en 1872 señalando su carácter altamente hereditario, sus síntomas coincidentes con otros coreas, aunque de mayor y progresiva gravedad, su mayor prevalencia en hombres que en mujeres, su tendencia al suicidio y su consideración de muy grave solo en los adultos. Ahora sabemos que el corea o enfermedad de Huntington es una enfermedad 100 % heredable, que generalmente se inicia entre los 35 y 42 años, pudiendo originar en su curso cambios de personalidad, como depresión, pérdidas de atención, irritabilidad y agresión, además de impedimentos de memoria cuando la enfermedad progresa.

Desgraciadamente, hasta la demencia puede llegar a los enfermos con los años, pues, además de una amplia pérdida de neuronas y degeneración en los núcleos del interior del cerebro relacionados con el control de los movimientos automáticos (núcleos estriados, caudado y putamen), la enfermedad también puede originar pérdidas de neuronas en la corteza cerebral, particularmente en la corteza frontoparietal, lo que explica los síntomas tardíos de demencia en los enfermos. El responsable de todo ello es un gen bien conocido (un gen autosómico dominante) que expresa y forma proteínas modificadas que se agrupan formando bolas o agregados entre las neuronas (de modo parecido a lo que ocurre en la enfermedad de Alzheimer) que acaban destruyéndolas, originando así las dificultades de los enfermos para controlar sus movimientos. Por ahora, la enfermedad no tiene cura, pudiendo acabar con la vida del enfermo.

Pero la comunidad científica está esperanzada, pues esa situación puede cambiar gracias a trabajos como el que vienen desarrollando desde hace tiempo investigadores de la compañía farmacéutica internacional Charles River, cuyo enfoque terapéutico se ha centrado en diseñar pequeñas moléculas (generalmente de ácidos nucleicos como ARN, ADN) que puedan adherirse al gen que causa la enfermedad impidiendo con ello que se exprese y se formen dichas proteínas y sus agregados. Aunque los primeros ensayos clínicos no han dado los resultados esperados, recientemente, un nuevo trabajo de un amplio grupo de investigadores (entre los que hay varios nombres españoles), realizado en colaboración con una organización privada dedicada al desarrollo de procedimientos terapéuticos para la enfermedad de Huntington (Cure Huntington Disease Initiative), ha descrito y publicado en el Journal of Medicinal Chemistry, una nueva clase de pequeñas moléculas inhibidoras que ya han mostrado capacidad para mitigar la enfermedad en modelos animales.

Como en los experimentos anteriores, lo que pretenden conseguir los investigadores con esas nuevas moléculas es que no se formen los agregados de proteínas que matando las neuronas originan la enfermedad. Tienen ya varias moléculas candidatas que están a punto de ser preclínicamente probadas en pacientes. Según Diana Miszczuk, directora asociada de Farmacología del sistema nervioso central en Charles River, y sus colegas, para quienes muchos pacientes acaban convirtiéndose en amigos, esto es todavía el principio, pero los trabajos que se llevan a cabo y sus resultados son prometedores. Enfrentarse a toda una familia portadora de los genes de la enfermedad de Huntington resulta dramático para los terapeutas cuando no les pueden ofrecer ninguna esperanza de curación, pero lo que ahora nos consuela es saber que se están abriendo puertas para convertir esa esperanza en realidad.

Ignacio Morgado Bernal es catedrático emérito de Psicobiología en el Instituto de Neurociencias y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autonoma de Barcelona. Autor de Materia gris: la apasionante historia del conocimiento del cerebro (Ariel, 2021).

Materia gris es un espacio que trata de explicar, de forma accesible, cómo el cerebro crea la mente y controla el comportamiento. Los sentidos, las motivaciones y los sentimientos, el sueño, el aprendizaje y la memoria, el lenguaje y la consciencia, al igual que sus principales trastornos, serán analizados en la convicción de que saber cómo funcionan equivale a conocernos mejor e incrementar nuestro bienestar y las relaciones con las demás personas.

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