La democracia agonizante

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, habla este sábado con los periodistas en el jardín sur de la Casa Blanca, en Washington, Estados Unidos.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, habla este sábado con los periodistas en el jardín sur de la Casa Blanca, en Washington, Estados Unidos.ALEXANDER DRAGO (Reuters)

La presidencia de Joe Biden pende de un hilo. El bloqueo institucional y las divisiones internas entre los demócratas erosionan cualquier posibilidad de balance favorable para 2022, cuando se celebrarán las peligrosas elecciones de mitad de mandato en las que suelen quebrarse las mayorías del partido de gobierno. El naufragio de Kabul, la incipiente guerra fría con China y la tensión con los aliados europeos añade dramatismo a una deriva presidencial con excesivas continuidades con el trumpismo. La sombra de Trump se proyecta de nuevo sobre Washington. Si al principio del mandato parecía inverosímil su regreso a la Casa Blanca en 2024, ahora se está convirtiendo en una amenaza. Cuantos más detalles se conocen sobre sus intentos de subvertir los resultados electorales antes de la toma de posesión de Biden, más crecen los temores respecto a las próximas presidenciales, en las que Trump podría intentar el asalto al poder con métodos directamente golpistas. Y con mayor razón todavía a la vista de las dificultades para investigar y castigar sus desmanes presidenciales, que culminaron con el asalto del Congreso el 6 de enero.

Quienes han tirado con mayor energía de la alarma son republicanos e incluso intelectuales neocons, cada vez más distantes de su viejo partido, tomado ahora por las huestes trumpistas. Lo hizo George W. Bush en la celebración del 20 aniversario del 11-S: “Nuestra vida política se ha convertido en un crudo llamamiento al odio, al miedo y al resentimiento, hasta el punto de que estamos preocupados por nuestra nación y nuestro futuro juntos”. Pero nadie ha sido tan preciso respecto a los temores golpistas como Robert Kagan, promotor de la segunda guerra de Irak e inventor de la identificación de Estados Unidos con Marte y de Europa con Venus.

Kagan apoyó en 2016 a Hillary Clinton frente a Trump, al que ya calificó de fascista, pero en su último artículo, titulado Nuestra crisis constitucional ya está aquí (The Washington Post), sostiene que Estados Unidos está al borde de la mayor crisis política e institucional desde la guerra civil, “con razonables probabilidades de incidentes de violencia de masas en los próximos tres o cuatro años, una ruptura de la autoridad federal y la división del país entre enclaves combatientes rojos (republicanos) y azules (demócratas)”. Cree además que “la destrucción de la democracia puede ser que no llegue hasta noviembre de 2024 (fecha de la elección presidencial), pero los pasos decisivos en esta dirección ya se están tomando ahora”.

No hay política doméstica en nuestro mundo global, pero mucho menos tratándose de la todavía primera superpotencia que es además la más antigua de las democracias.

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