La gran burbuja olímpica

En la zona de acceso a la Villa Olímpica de Tokio, un prefabricado con techos y columnas de madera, hay botes de gel y un aparato que mide la temperatura en tiempo real apoyando la muñeca sobre un lector. Los voluntarios piden a todo el que llegue que se desinfecte las manos antes y después de la toma de temperatura. La zona internacional de la Villa, que normalmente era el área a la que podían acceder los periodistas y quedar a charlar con los atletas —en la de Río había tumbonas, canchas voley playa y colas kilométricas de deportistas en la puerta del McDonald’s— era el lugar más dicharachero. El vaivén de gente era constante. En Japón no queda ni rastro de eso; en los Juegos de la pandemia se ha convertido en una minúscula zona mixta de acceso muy restringido.

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Sólo se accede con reserva. Y sólo pueden reservar los medios con derechos que hayan apalabrado previamente una entrevista con algunos de los 11.000 atletas de 205 países que residirán allí estas dos semanas. Estos últimos, además, están obligados en estos Juegos a abandonar la villa dentro de las 48 horas siguientes al final de su competición. A diferencia de otros comités olímpicos, que sí han dado permiso a sus atletas a hacer entrevistas presenciales, porque así lo permite el COI —con la distancia de seguridad de dos metros— el Comité Olímpico Español ha transmitido a sus deportistas que si tienen que atender a algún medio es mejor que lo hagan por teléfono.

Todas las mañanas los atletas se someten a un test de saliva. Cuando vuelven de sus lugares de entrenamiento se les toma la temperatura. Javier Pérez Polo, que este domingo compite en taekwondo en la categoría de -68 kg, así lo resume: “Igual que a vosotros [los periodistas], a nosotros también nos hacen llenar un botecito de saliva… En la Villa ves a gente a diario que se esconde por las esquinas para escupir y llenarlo”. Cada vez que acceden al comedor se tienen que lavar las manos en una pica de agua y antes de coger las bandejas tienen que enfundarse unos guantes. “Lo que más me ha llamado la atención es que en el comedor hay mamparas individuales que impiden la comunicación con el compañero que tienes enfrente. Para hacerte escuchar tienes que gritar. ¿Se imagina el griterío que hay allí dentro? Da un poco de pena porque es el momento en el que estás comiendo con todo tu equipo y apenas les oyes”, añade.

Garbiñe Muguruza, con camiseta blanca en el centro, y Carla Suárez, a la izquierda, con el equipo español de tenis en Tokio, en una imagen de la federación española.
Garbiñe Muguruza, con camiseta blanca en el centro, y Carla Suárez, a la izquierda, con el equipo español de tenis en Tokio, en una imagen de la federación española.

La mascarilla es obligatoria en todos los sitios, salvo en la habitación. David Llorente, subcampeón del mundo de aguas bravas, ha entrado este lunes después de pasar dos semanas en un hotel habilitado por la federación internacional. Son sus primeros Juegos y es su primera vez en una Villa. “Yo veo a todos muy concienciados con las normas. No he visto grandes aglomeraciones en ningún sitio salvo en el comedor en la hora punta y en la tienda oficial, donde si llegas por la tarde ya quedan muy pocos productos y tienes que esperar a que los repongan al día siguiente”, cuenta. Lo corrobora Pérez Polo: “Es muy, muy raro encontrarte a alguien que no lleve la mascarilla puesta. En el comedor hay miles de dispensadores de gel”.

No se han organizado turnos de comida. Hay dos comedores y, según relata David, al entrar en cada bloque de edificios, una pantalla avisa de la afluencia que hay en ese momento en cada sitio. “Los españoles estamos en el mismo bloque que Turquía, México, Cuba y Azerbaiyán. Cuando entras te sale: primer comedor, 70% de ocupación; comedor del segundo piso, al 30%; sala de recreación, 40%”, explica.

La zona de recreo, conocida también como la sala de los juegos tiene tres mesas para ping-pong, dianas, dianas de estilo japonés, una petanca de inteligencia artificial y varias playstation. “He visto a todo el mundo con mascarilla, ya sea jugando al ping-pong que con la play. Si la gente se asoma y ve que todos los juegos están ocupados, se marcha, no se forman colas esperando”, dice. Su entrenador, Guillermo Diez-Canedo, sí puede comparar con la villa olímpica de Río2016, en la que estuvo de responsable del equipo brasileño de slalom. “La sala de recreación de Tokio es mucho más pequeña que la que había en Río o en Pekín [donde compitió en 2008] y creo que se ha hecho a propósito, para desalentar a la gente a que vaya. Normalmente, era un sitio en el que, si los juegos estaban ocupados, te parabas a hacer cola. Ahora si la gente ve eso, se pira”.

Camas de cartón

También explica que hay muchos menos espacios al aire libre que en Río. “En Brasil había zonas verdes y parquecitos entre cada bloque de edificio y otro. Aquí lo que hay son dos calles y nada más. El comedor también es bastante más pequeño [en Río era un espacio de 200 metros]”. Los bloques de la Villa en Tokio tienen apartamentos para 6-8 personas. En el del equipo de slalom los deportistas comparten habitación. En los apartamentos de ocho hay cuatro habitaciones, con dos camas cada una, dos baños y un salón. Las camas, según informó la organización, están hechas de cartón reciclable. “Yo he hecho la prueba, he saltado encima de ella tres o cuatro veces y no se ha roto”, apunta David.

Pérez Polo, por su parte, cuenta que hay personal de seguridad pero que no ha visto reprender a alguien porque todos respetan las normas. “Una cosa en la que sí he notado que son súper estrictos es en los horarios. Si el bus que te lleva al entrenamiento está programado a las 12.30; a las 12.30 está saliendo”, sostiene. Los entrenamientos se dividen por franjas horarias para que no haya aglomeración de atletas en los pabellones. “En el nuestro hay seis tapices y solemos tener uno para nosotros entre las 17.00 y las 19.00; sólo una vez nos ha tocado compartirlo”, añade.

Este miércoles han podido pisar por primera vez el Makuhari Messe —sede de las pruebas de taekwondo— pero sólo para recibir una charla sobre los protocolos. “Y nos han insistido otra vez con los tiempos, están muy estrictos en eso. Nos han dicho que al final de cada prueba habrá dos zonas mixtas: en la primera podremos parar 90 segundos; en la segunda, un poquito más, pero tampoco mucho más. Están muy escrupulosos con eso y quieren que evitemos contactos prolongados”, concluye.

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