La inflación ahoga a los hogares en vísperas de la campaña navideña con su nivel más alto en 29 años


La crisis pandémica dejó un reguero de damnificados a los que el mercado laboral español expulsó. La inflación más alta en casi tres décadas eleva ahora el número de hogares afectados, esta vez por la vía de una subida de precios a la que nadie es del todo inmune: la electricidad se encareció en octubre un 62,8% respecto al año pasado, el diésel un 30,5% y la gasolina un 26,5%, con la inflación disparada hasta el 5,4%, su nivel más alto en 29 años, pese a que los datos publicados este viernes por el Instituto Nacional de Estadística la revisan a la baja en una décima.

El coste de la vida lleva ocho meses consecutivos aumentando en España, y la inflación es la más alta desde 1992, una cota tan lejana como los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla. Nuevos hábitos como poner la lavadora a última hora del día o esperar al fin de semana se han abierto paso como remedio casero para proteger el bolsillo, pero los mayores costes productivos para la industria —especialmente la electrointensiva—, abren otros potenciales sumideros para el ahorro de los hogares si las empresas protegen sus márgenes cargando el aumento al consumidor. La rebaja de impuestos a la luz del Gobierno ayudó algo: sin ella, la inflación habría sido siete décimas mayor, del 6,1%.

En la cesta de la compra, productos como el aceite de oliva están entre los que más se han encarecido: sube un 26% respecto a octubre del año pasado. Los refrescos suben un 10,7%, la carne de cordero un 7,2%, las pastas un 7% y los alimentos para bebé un 5,3%. También influyen factores como la recuperación de los precios de los alojamientos hoteleros y de los paquetes turísticos al relajarse las restricciones, pero la energía sigue siendo la clave de la subida: la partida de combustibles líquidos sube un 57,1%, la de hidrocarburos licuados (butano y propano entre otros), un 33,4%, y el gas natural un 11,3%. El precio de los automóviles resiste mejor pese a la escasez de chips que retrasa las entregas: los nuevos se encarecen un 3,6%, y los usados caen un 2%. En cambio las bicicletas, también aquejadas de problemas de suministro, aumentan su precio un 7,6%. La inflación subyacente, que excluye los precios de la energía y de los alimentos frescos ―los elementos más volátiles― sube cuatro décimas hasta el 1,4%.

El impacto es prácticamente inevitable también en algo tan básico como la movilidad: el petróleo ha subido un 60% en lo que va de año en los mercados internacionales, una remontada que se ha trasladado parcialmente a las gasolineras. La alternativa del transporte público no siempre es viable para los que dependen de un vehículo para desplazarse. Y menos para los que hacen de él su medio de vida: los transportistas ya han convocado una huelga de tres días en Navidad por la subida desorbitada del precio de llenar el depósito. Mientras tanto, la cotización no da tregua: el barril de crudo brent lleva mes y medio por encima de los 80 dólares, y el banco de inversión Goldman Sachs ya habla de un barril a 90 dólares a final de año.

La tendencia inflacionista es global. En EE UU, los precios han subido un 6,2% en un año, en la zona euro un 4,1%. España, especialmente dependiente de las importaciones de energía, nada entre esas dos aguas para no verse arrastrada aún más hondo por las fuertes corrientes que pueden hacer retroceder la recuperación al tensar los precios: entre ellas una crisis de suministro que lleva meses estrangulando la oferta —con la prueba de fuego de la temporada navideña, la de mayor consumo, a la vuelta de la esquina—, y el corte del principal gasoducto de Argelia con España debido a la crisis diplomática de dicho país con Marruecos ha obligado al Gobierno a recurrir a barcos metaneros para asegurar el suministro que alimenta a la industria, las calefacciones y el sistema eléctrico.

Esos factores externos vuelven una tarea muy compleja para los gobiernos tomar medidas para revertir la pérdida de poder adquisitivo. El Ejecutivo español subió en septiembre el salario mínimo un 1,6%, y los salarios por convenio han crecido de media un 1,4% este año, más de cuatro puntos por debajo de la inflación actual, y también por debajo de la media inflacionaria que prevé el Gobierno para final de año, del 2,3%. Las pensiones, ligadas al coste de la vida, están más guarecidas de esa tormenta, pero solo el 18% de los trabajadores con convenio colectivo tiene cláusulas que les incrementen automáticamente las retribuciones para compensar repuntes inflacionistas, y el Banco Central Europeo advierte contra la tentación de una masiva indexación de las nóminas al IPC: el riesgo de espiral inflacionista sería entonces mucho más real y permanente.

El calendario es ahora mismo la principal esperanza de gobiernos e instituciones, que en Europa y EE UU ven el fenómeno inflacionista como transitorio, aunque su virulencia está sobrepasando las expectativas. Con el paso de los meses se puede diluir el efecto base de comparar los niveles de precios con los meses en que la pandemia hacía estragos con más fuerza. Y en el caso español a ello se une un cambio metodológico por parte del INE: fuentes de la entidad explican que hasta ahora el cálculo del IPC solo incluía las tarifas eléctricas del mercado regulado, más volátiles, y que a partir de enero se añadirán las del mercado libre, en las que el cliente pacta un precio con la comercializadora (como si se tratara de la tarifa del teléfono móvil) que se mantiene inalterado durante la vigencia del contrato —generalmente un año—. Esa modificación podría moderar el impacto de la subida eléctrica en la inflación, aunque el INE encuadra el retoque en la normal actualización del índice que se realiza en toda Europa, como sucediera en el pasado con la entrada de los teléfonos móviles cuando se popularizaron o con la salida de las videocámaras cuando estas dejaron de ser tan usadas.

En cualquier caso, la Comisión Europea augura que los precios de la energía seguirán marcando “niveles récord” en España hasta el segundo trimestre de 2022, y la actualización de las pensiones presionará al alza los precios. Sin embargo, los servicios económicos del Ejecutivo comunitario consideran que la lentitud en la recuperación del empleo “debería ayudar a contener los salarios” y limitar así una espiral de precios al alza. Con lo cual, prevé una senda descendente de la inflación hasta el 2,1% en 2022 y el 0,7% 2023.


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