La mano rota de Frank Lampard


Hace unos días, Frank Lampard se rompió una mano celebrando el gol que el Everton le marcó al Newcastle en el minuto 99. O al menos eso dijo él, mostrándola en televisión. Estaba hinchada, pero doblaba los dedos sin problemas y de hecho no había parado de estrechar otras manos con ella durante las largas celebraciones. La euforia no sólo se debía a la tardía llegada del gol del triunfo (1-0; el partido se alargó cerca de un cuarto de hora porque un hombre se había atado a un poste por el cuello para protestar por la invasión rusa de Ucrania) sino al desahogo general por una victoria ya inesperada de un club histórico que de repente se ha dado cuenta de que corre el serio peligro de bajar a Segunda.

El Everton era uno de los cinco grandes que conspiraron a principios de los 90 para crear la Premier, pero 20 años después se ha caído de esa lista y esta se ha ampliado a seis con el enriquecimiento súbito que disfrutaron Chelsea y Manchester City, que se sumaron a Manchester United, Arsenal, Liverpool y, al menos grandes en sueños, los Tottenham Spurs.

Frank Lampard sí tuvo la mano rota como jugador. Criado en el West Ham, en 2001 llegó al Chelsea de Abramóvich, donde estaría hasta 2014 y se convertiría en una leyenda. En Stamford Bridge ganó tres Ligas, tres Copas de Inglaterra, una Champions y una Liga Europa. Su gran temporada fue 2004-05, cuando fue votado jugador del año de la Premier y quedó segundo en el Balón de Oro detrás del entonces glorioso Ronaldinho. Es uno de los pocos centrocampistas de la Premier con más de 100 goles, muchos de ellos con disparos desde fuera del área.

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Su carrera con Inglaterra tuvo menos brillo porque, a pesar de sus 106 partidos y 29 goles, no ganó nada pese a coincidir con una de las generaciones más encomiadas del fútbol inglés, con jugadores como Beckham, Scholes, Owen, Rooney, Terry y Gerrard. Su momento cumbre fueron los octavos de final del Mundial de 2010 en Sudáfrica contra Alemania, cuando ni el árbitro ni el linier apreciaron gol en un disparo de Lampard que pegó en el larguero, botó claramente dentro y volvió al campo. Hubiera sido el 2-2 en un partido que iba 2-0 a la media hora y que acabó 4-1. Una pequeña revancha alemana del gol fantasma de 1966, ese que hoy sabemos que no fue gol pero dio a Inglaterra su único triunfo internacional.

Lampard, sin embargo, no tiene la mano rota como entrenador. Su prestigio como jugador y la mano izquierda de su tío, el veterano entrenador Harry Redknapp, le abrieron en mayo de 2018 las puertas del Derby County, en Segunda, tan solo dos años después de dejar el fútbol. Aunque la temporada fue irregular, el Derby logró quedar sexto y jugar los playoffs de ascenso. Ganó contra pronóstico al Leeds United a doble partido pero perdió la final contra el Aston Villa. Eso y su condición de leyenda del club bastaron para que Abramóvich le ofreciera el banquillo del Chelsea. Pese a que el club no podía fichar por estar sancionado por la UEFA, logró clasificarlo para la Champions. El año siguiente, sin embargo, fue bastante desastroso y fue destituido en enero de 2021: cogió el relevo Thomas Tuchel y ganó la Champions…

Para sorpresa de muchos, el Everton le eligió como sustituto de Rafa Benítez, despedido tras perder nueve de los últimos 12 partidos y dejar el equipo a cuatro puntos del descenso. Pero las cosas no han mejorado: con una victoria y cinco derrotas en los seis primeros partidos del nuevo entrenador, el Everton estaría hoy a un solo punto del infierno si no hubiera sido por ese ya famoso gol contra el Newcastle en el minuto 99, cuando los toofies jugaban con 10. Visto así, no es tan extraño que Frank Lampard se rompiera la mano, o casi, con su salvaje celebración.

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