La moda de España y América Latina busca su hueco en Nueva York



La semana de la moda de Nueva York empezó el 7 de febrero. Pero no todas las modas de Nueva York arrancaron el 7. La llamada pasarela de Diseñadores de Moda de Latinoamérica también tiene lugar en Manhattan, pero a partir del día 10, y en ella se busca dar visibilidad a diseñadores de países como Colombia, Perú, México, Venezuela o España. Una cita que el pasado octubre dio también sus primeros pasos a este lado del Atlántico, en Madrid, y que en su apuesta neoyorquina cumple ya una exitosa década de existencia como escaparate de talento. 
La cita de Diseñadores de Moda de Latinoamérica, creada inicialmente como Uptown Fashion Week, fue fundada por la dominicana Albania Rosario, que llegó a Nueva York desde su país en 2000, con 17 años y sin apenas hablar inglés. “Quiero que la moda distribuya un mensaje y despierte interés, que vaya más allá de vestidos y bolsos”, explicaba en una entrevista al medio especializdo FWO quien desde hace seis años trabaja en una de las Cámaras de Comercio de la ciudad.
La madrina de ese grupo de jóvenes creadores latinos es, año tras año, la creadora española Ágatha Ruiz de la Prada, que también muestra sus trabajos en la pasarela. Pero no es la única que trata de hacerse un hueco en la ciudad en plena semana de la moda neoyorquina. Con motivo de la misma, el ICEX (Instituto de Comercio Exterior de España) apoya también a varias marcas españolas a mostrar sus productos en una incubadora de moda llamada Fashion Lab.
Entre las marcas que han acudido, como recoge EFE, están zapateras como Baltarini, Homers o Uniqshoes, que emplea a 30 personas para crear zapatos personalizados; la valenciana Isabel Sanchís, con vestidos personalizados; o las empresas de interiorismo barcelonesa que trabaja con piel vegana de plásticos reciclados Luzio.
Más allá de esas citas alternativas, el único español que no deja de subirse a la pasarela de la ciudad es Custo Barcelona. El sábado el diseñador catalán celebró sus 40 años de trayectoria en una sinagoga, sede de la Fundación Angel Orensanz, en la que mostró sus grandes plumíferos y sus vestidos brillantes marca de la casa.


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