La muerte tiene un precio en España: 1.565 millones de euros


Nunca los versos de Jorge Manrique fueron tan certeros como el año pasado. Cerca de medio millón de españoles contemplaron cómo se les pasaba la vida y cómo se les venía la muerte tan callando, sin familiares cerca, sin despedidas ni velatorios. Los estragos causados por el coronavirus se reflejaron en un importante aumento de la mortalidad, del 17,9%, acorde a los datos provisionales del Instituto Nacional de Estadística (INE). También en morgues improvisadas en las grandes ciudades y en un trabajo sin descanso para los 12.000 empleados del sector funerario, que sienten que no se les ha reconocido lo suficiente.

Pese a que la dama blanca se presentase tan súbitamente, el millar de empresas que operan en este atomizado negocio no se beneficiaron económicamente del desmesurado crecimiento de los servicios. Así lo afirma Alfredo Gosálvez, secretario general de Panasef, la asociación que las agrupa: “La pandemia apenas ha tenido consecuencias económicas para el sector. Por sorprendente que pueda parecer, durante muchos meses la facturación se vio retraída por el cierre de los velatorios, la ausencia de ceremonias y las restricciones de los aforos”. De ahí que, a falta de los datos de 2020, en elaboración, Gosálvez estima que las funerarias mantendrán la cifra de ventas de 2019: 1.565 millones de euros. Algo que también podría trasladarse a 2021, en el que ya han recuperado la mayor parte de los servicios que no pudieron prestar en 2020, pero las limitaciones de aforo continúan, aunque menos estrictas, y las defunciones, todavía por encima de lo normal, se van estabilizando.

Sin embargo, la foto de esta industria en la que solo las 17 primeras empresas facturan más de 10 millones de euros y únicamente 5 superan los 50 millones sí puede cambiar este año. Mémora, la compañía líder, en manos del fondo de inversión canadiense de los profesores de Ontario (OTPP), mira por el rabillo del ojo si finalmente se lleva a término la fusión entre Albia y Funespaña, sus siguientes competidoras, propiedad de Seguros Santalucía y ­Mapfre, respectivamente, que podrían desbancarla con 70.000 servicios anuales. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (­CNMC) autorizó la concentración hace apenas dos semanas. Pero lo hizo con condiciones: Mapfre tendrá que desprenderse del 25% de la compañía resultante “para evitar situaciones que refuercen su posición en el mercado” y Santalucía comprometerse a dar libertad a sus clientes para elegir funeraria, “evitando que sean automáticamente dirigidos a la funeraria del grupo”. Además, tendrán que desinvertir en Valdepeñas (Ciudad Real).

Concentración

“De materializarse la resolución de la CNMC, arrojaría un líder de mercado”, sostiene Juan Rodríguez, consejero delegado de Albia, que, como en el caso de ­Mapfre, indica que los accionistas están analizando la situación sin aportar más detalles. Porque, si bien la líder Mémora es independiente y, con 140 tanatorios y cerca de 40 crematorios entre España y Portugal, factura 200 millones de euros al año con sus 55.000 servicios anuales en la Península, según explica su consejero delegado, Juan Jesús Domingo, Albia y Funespaña son filiales de aseguradoras con un enorme peso en el mercado de decesos. Santalucía lo encabeza, con un volumen de primas de 686 millones de euros, el 31,5% del mercado en 2020. Mientras la facturación de Albia fue de 165 millones. Por su parte, Mapfre superó los 310 millones en primas de deceso y su participada de servicios funerarios movió 48,6 millones de euros, casi un 12% más que el año precedente.

La lista continúa con Servisa, filial de Seguros Ocaso, que posee una cuota próxima al 20% en los denominados seguros de la muerte. Y el Grupo ASV, que gestiona 90 tanatorios, 19 crematorios y 5 cementerios. Con una cifra de negocios prevista de 50 millones de euros en 2021 (55 si se suma el negocio internacional), la compañía facturó 48 millones el año pasado en España como consecuencia de la reducción del valor de los servicios contratados, que en lugar de situarse en torno a los 3.200 euros apenas superaron los 2.700 euros, según Guillermo Payá, su consejero delegado. ASV cuenta también con una aseguradora de decesos, Meridiano, ya que es la fórmula de contratación de la mitad de los sepelios en nuestro país, “resulta más fácil”, admite Payá.

Compañías como Parcesa, Altima o la empresa funeraria de Madrid siguen a las cinco grandes en un sector plagado de empresas familiares de reducido tamaño e incluso unifamiliares. Por ejemplo, en Galicia existen unas 200 funerarias, según Gosálvez. Son este tipo de compañías con las que las grandes empresas logran elevar su cuota de mercado. Mémora ha comprado más de 15 empresas desde 2017 con una inversión superior a 100 millones. Precisamente esta semana, la ­CNMC ha autorizado sus dos últimas operaciones: la compra de Funeraria Rekalde y Tanatorios Irache. Como meses antes hizo con la toma de Jordial por parte de Albia.

En un negocio liberalizado desde 1996 y en el que la gestión de los cementerios es pública y, en algún caso, concesional (ya no a perpetuidad como antes, sino por entre 5 y 15 años), también hay operadores de titularidad pública como la Empresa Municipal de Servicios Funerarios y Cementerios de Madrid, que gestiona 14 cementerios, entre ellos el de la Almudena, “el más grande de Europa, con 120 hectáreas”, puntualiza Carlos Sanza, su secretario general, y tanatorios como el de la M-30 o el Tanatorio Sur. Privatizada en 1993, volvió a manos del Ayuntamiento de Madrid en 2016. Y es una de las pocas compañías consultadas que el año pasado incrementó su facturación hasta 54 millones de euros debido al importante crecimiento de los fallecimientos en la ciudad, que en algunos meses llegó a quintuplicarse; cinco millones más que el ejercicio precedente y de los que ingresará este año, prevé Sanza.

La pandemia ha puesto de manifiesto las fragilidades del sector, como la falta de coordinación con las Administraciones, destaca Juan Jesús Domingo. Y también ha dejado lecciones para la industria: “Como sociedad se ha aprendido la importancia del duelo y se ha puesto en valor el servicio funerario”, sostiene María Dolores Asensi, directora de Funexpo, la primera feria internacional del sector celebrada en Madrid esta semana, que resalta otra transformación derivada de la covid: el uso de las nuevas tecnologías, por ejemplo, en el caso de la retransmisión en directo de las ceremonias, que ha llegado para quedarse. Sin embargo, el gran reto del negocio funerario, normalizar la muerte y eliminar los tabúes que la acompañan, sigue estando vivo en un país que, según Juan Rodríguez, tiene el tercer mercado funerario mayor del mundo, tras Japón y Estados Unidos.


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