La odisea de Julen Esnaola en India

Julen
Esnaola
está viviendo una auténtica odisea en India, país al que llegó en febrero para ser entrenador de porteros del Bengaluru FC, uno de los clubs más importantes del país. Un mes más tarde se le unieron su mujer y sus dos hijos, Julen y Bittor, de uno y dos años respectivamente y, tras finalizar la Liga el pasado 14 de marzo, a diferencia de algunos compañeros de equipo que llevaban más tiempo en el club y tenían ganas de volver a casa, decidieron extender su estancia en el país con unas vacaciones de una semana en Goa y ver si de paso la crisis del coronavirus que acababa de estallar en España se controlaba para regresar cuando el peligro hubiera pasado. Sin embargo, la realidad, como a todos, les ha terminado atropellando y ahora sobreviven en esa región del país a la espera de acontecimientos. Esta es su historia.

“El 14 de este mes, el día anterior a venirnos a Goa, la cosa comenzó a ponerse un poco crítica”, recuerda Esnaola. “Teníamos dos opciones: cancelar las vacaciones y quedarnos en Bangalore o irnos a Goa. Decidimos ir porque en Goa no había ningún caso de contagio hasta ayer y además allí hay menos gente que en Bangalore, una ciudad que está en la provincia de Karnataka y que tiene 64 millones de habitantes”.

El cónsul de España me dijo que ni se nos ocurriera volver a mi casa en Bangalore porque, en cuanto aterrizásemos, la policía, a la que le da todo igual, nos iba a poner en cuarentena en un hospital de mala muerte e iba ser más peligroso para nuestros hijos

Alojados en un lujoso resort, Goa vendría a ser algo parecido a Ibiza, fueron pasando los días mientras poco a poco iban viendo cómo la situación se complicaba cada vez más hasta que “dos días antes de volver me llamó el cónsul de España con el que ya me había puesto en contacto y me dijo que ni se nos ocurriera volver a mi casa en Bangalore porque, en cuanto aterrizásemos, la policía, a la que le da todo igual, nos iba a poner en cuarentena en un hospital de mala muerte e iba ser más peligroso para nuestros hijos. Nos dijo que nos quedáramos en Goa y nos hiciéramos fuertes, teniendo claro que esto iba para uno o dos meses”. Ahí comenzaron los verdaderos problemas.

Del ‘curfew’ al ‘lockdown’

Su estancia en el resort finalizaba y “nos pusimos a buscar una casa por una página web, pero el día que íbamos a ir a ver algunas, el Gobierno decretó un ‘curfew’ (toque de queda) de tres días que nos impedía salir”, relata el exportero de la Real
Sociedad y el Real
Unión, entre otros. “Hablamos entonces con el hotel para decirles que nos estábamos planteando quedarnos un mes allí y nos dijeron que no iba a ser posible porque éramos los únicos clientes de todo el resort y que lo cerraban, con lo cual nos veíamos sin casa, con dos niños pequeños y además, al ser extranjeros y españoles, la gente no nos quería ni ver”.

Superado el toque de queda pudieron salir a ver una casa, pero ese temor cada vez más extendido a todo lo que venía de fuera hizo que “una casa por la que pedían 900 euros al mes” subiese su precio “hasta los 3.000 euros” tras preguntarle el dueño su nacionalidad. Es más, viendo que su estancia finalizaba, se plantearon pagar incluso ese precio pero “en cuanto le dije que me lo estaba pensando, al día siguiente me mandó un mensaje diciéndome que me olvidara, que no me la iba a alquilar”. Casi sin tiempo, y con la amenaza de verse en la calle, Julen encontró a través de una web “a un matrimonio europeo que tenía un chalé al lado del suyo, les conté mi historia y nos la alquilaron al precio marcado”.

Si entrábamos en ese hospital no íbamos a salir en 15 días al estar en custodia militar

Tocaba entonces trasladarse y comprar provisiones, lo que hicieron de camino. Sin embargo, lo peor aún estaba por venir: “El martes llegamos a la casa y a los cinco minutos apareció la policía. Estaban blindando la ciudad y algún vecino había llamado asustado porque había visto llegar a gente de otro lugar. La policía nos pidió la identificación y nos dijo que teníamos que ir con ellos al hospital público a hacernos la prueba del coronavirus. Yo sabía que si entrábamos en ese hospital no íbamos a salir en 15 días al estar en custodia militar. Les dije que no teníamos problemas en colaborar pero que la prueba la íbamos a pasar en un hospital privado”, explica un emocionado Esnaola.

Julen Esnaola, entrenador de porteros del Bengaluru FC en India
Julen Esnaola, entrenador de porteros del Bengaluru FC en India

“Mirando mi documentación vieron que yo pertenecía al Bengaluru FC y uno de los policías me dijo que su sobrino era el entrenador del Goa, uno de nuestros rivales, me preguntó si le conocía y comenzaron a mostrarse más amables. Llamé al cónsul, este me dio el teléfono del mandamás de la región de Goa, hablé con él, él con la policía y me dijeron que no me preocupara, que no fuera a hacerme la prueba y que hiciese la cuarentena en mi casa”, narra. “Es lo que tiene el fútbol, que para bien o para mal te libra de muchas cosas. De hecho, hay gente que los primeros días aquí ni nos saludaban y ahora que saben quién soy les tengo todos los días pegados a mi culo hablándome de fútbol”.

El Gobierno decretó un ‘lockdown’ de 21 días en el que no se abre absolutamente nada. Nosotros habíamos comprado comida para solamente tres días y no sabíamos qué hacer

La odisea no terminó ahí. La misma noche de su llegada al chalé “el Gobierno decretó un ‘lockdown’ (confinamiento) de 21 días en el que no se abre absolutamente nada. Nosotros habíamos comprado comida para solamente tres días y no sabíamos qué hacer. Luego vimos que estaba permitido salir a comprar a la farmacia y salí al día siguiente a comprar pañales y leche para mi hijo pequeño, que era lo que más nos preocupaba porque el mayor y nosotros ya iríamos tirando como fuera. Camino a la farmacia me encontré con un control policial, les pregunté dónde había una farmacia y me dijeron que estaban todas cerradas mínimo dos días, que me volviera para casa. Pero cuando volvía vino un policía en moto y me dijo que solamente había una farmacia con permiso y que estaba a 5 kilómetros. Como no tenía coche me llevó en su moto. Compré todo lo que podía comprar y me dejó a casa”.

Aún tenía que encontrar comida para él, su mujer y su hijo mayor: “Entonces me di cuenta de que a 200 metros de nuestra casa había un hotel. Los hoteles están obligados a dar servicio, así que me fui allí, les conté mi historia y me dijeron que me llevara una carta del menú, que les hiciera el pedido por WhatsApp y que me lo llevarían y así estamos, saliendo adelante hasta que vuelvan a abrir los supermercados”, comenta.

Una ruta de escape

Así que con las necesidades básicas más o menos cubiertas, ahora le toca trazar un plan para salir del país: “La hoja de ruta que hemos marcado entre el cónsul y yo es esperar aquí hasta que la cosa mejore en España y, en cuanto se abra el espacio aéreo, salir para Mumbai y desde allí coger un avión que fletará el Gobierno español para repatriar a todos los españoles que estamos aquí”, comenta Esnaola que asegura que “estamos rezando para que todo esto del coronavirus no explote aquí porque, si lo hace, esto es una bomba de relojería. En India hay 1.300 millones de habitantes y aquí no se libra ni ‘el tato’”, afirma Esnaola que pese a todo asegura que “ahora estamos algo más tranquilos pero han sido momentos muy jodidos, de supervivencia pura y dura. Hemos cogido el paquete extremo de aventura en familia y se nos ha ido de las manos”, bromea ya algo más aliviado mientras sus hijos juegan ajenos a todo junto a su madre en una de las habitaciones de una casa convertida en improvisado hogar mientras sueñan con que la normalidad vuelva a apoderarse de sus vidas.

Según los datos de ayer, India registra 606 casos de coronavirus, con 11 muertos y 46 altas. Sin embargo, a nadie se le escapa que una propagación de los contagios, en un país de 1.300 millones de habitantes, con 64 millones que malviven en infraviviendas y un millón y medio que viven en la indigencia, supone un riesgo de consecuencias impredecibles. De ahí que las medidas que ha adoptado el gobierno sean durísimas: “Aquí la policía está zurrando a la gente que sale y en algunas provincias incluso tienen orden de disparar. Yo me he hecho fuerte en esta zona, la gente me va conociendo pero hasta que hemos llegado a este punto ha habido momentos de mucha tensión”



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