Foto de familia de los miembros de la OTAN, este miércoles en Watford (Londres). En vídeo, declaraciones del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. FOTO: MUSTAFA KAMACI (AFP) | VÍDEO: REUTERS
La OTAN expande sus horizontes al incluir por primera vez a China como desafío. Si hasta ahora la Alianza se mostraba reacia a debatir sobre cualquier cosa que excediera sus competencias naturales —en buena medida, la relación con Rusia—, la creciente relevancia de China en el tablero internacional obliga a reflexionar sobre los riesgos que entraña. La reciente exhibición de misiles de medio alcance que ha hecho Pekín y su pujanza tecnológica inquietan a la organización.
“Es la primera vez que abordamos este asunto, que representa una oportunidad pero también un reto. Y es un paso importante en la dirección correcta”, señaló el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, al finalizar este miércoles el encuentro de líderes. Para ilustrar sobre el reto que supone, el representante de la Alianza ha recalcado estos días que China es la segunda potencia militar en el mundo y que se está expandiendo. Se trata de un debate muy novedoso en el entorno aliado, aunque de momento hay poco más que la expresión de una inquietud. “Habrá que discernir si China es un socio o es un rival, con especial atención al ámbito tecnológico”, ilustran fuentes gubernamentales españolas. Otras voces aliadas admiten que el debate es aún muy incipiente.
Al igual que Estados Unidos ha empujado a la Unión Europea a mirar con más recelo la competencia desleal que en muchas ocasiones representa China en el ámbito comercial, la Administración de Donald Trump también ha impulsado este debate en el seno de la OTAN. De China preocupa su sofisticado desarrollo tecnológico y el uso que se pueda hacer de él en el ámbito de la defensa. También “el nuevo misil balístico intercontinental, mostrado hace unas semanas, con capacidad para alcanzar a Europa y a Norteamérica”, precisó Stoltenberg. El ex primer ministro noruego reclamó algún mecanismo de control armamentístico en el que participe China, ahora ajena a los marcos existentes. Pese a todo, las estructuras actuales están muy debilitadas, especialmente desde la salida de Estados Unidos del tratado de misiles nucleares de corto y medio alcance, el pasado agosto.
La expansión de China se observa en diferentes planos. Pese a estar lejos del Ártico, Pekín ha invertido más de 80.000 millones de euros —según cálculos estadounidenses— en la región entre 2012 y 2017. Esa actividad económica, que tiene también su correspondencia en otras zonas del mundo como África, inquieta a Washington. Europa es ahora más receptiva a este debate (y las instituciones europeas, por ejemplo, han empezado a alertar sobre la labor del gigante tecnológico Huawei). Pero el debate dista de ser unánime. El propio Trump aludió a esa falta de consenso: “He hablado con Italia y no va a avanzar con esto. También con otros países. Nadie con el que hablo piensa en ir más lejos”, lamentó. El comunicado de la OTAN lo expone de manera mucho más sobria: “Reconocemos que la creciente influencia de China y sus políticas internacionales presentan tanto oportunidades como desafíos que necesitamos abordar juntos como Alianza”.
La UE constituye el primer destino de las empresas chinas, que solo en 2017 invirtieron más de 35.000 millones de euros en el continente, según la consultora Rhodium Group. Casi el 60% de ese capital fue a infraestructuras y telecomunicaciones, dos ámbitos estratégicos muy ligados a la seguridad. Por un lado, los países más conscientes de los riesgos recelan de la influencia china. Por otro, los más necesitados de inversiones se resisten a renunciar a esos flujos.
Una reunión sin representación de la UE
El encuentro de líderes en Londres rompe una breve tradición que se había instaurado en las últimas citas de alto nivel de la Alianza: invitar a los mandatarios de las instituciones europeas. Aunque los presidentes de la Comisión, el Consejo y el Parlamento no participan en ningún órgano de la OTAN, la cúpula de la UE había asistido a encuentros informales celebrados en los márgenes de las citas aliadas tanto el año pasado, en Bruselas, como en 2017, en Varsovia. En la capital polaca incluso se firmó una declaración conjunta de cooperación entre las dos instituciones, hoy algo ensombrecida por los continuos choques entre el presidente Trump y buena parte de sus socios europeos.
Fuentes diplomáticas restan importancia a estas ausencias y argumentan que se trata de una sesión de trabajo corta —formalmente, solo durante la mañana de este miércoles— con motivo del 70º aniversario de la organización. Se da la circunstancia, además, de que el país organizador de este acto es el Reino Unido, que planea —si no hay nuevos retrasos— abandonar la UE el 31 de enero.
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