La ovación a Guaidó y los papeles rasgados de Nancy Pelosi: los momentos del discurso de Trump

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Iban de blanco, pero parecían de luto. Los demócratas vivieron este martes el discurso del estado de la Unión proclamado por Donald Trump como si se tratara de un verdadero entierro. La euforia del año pasado fue reemplazada por la resaca de un caos electoral en los caucus de Iowa y por la certeza de que Trump será absuelto del impeachment en las próximas horas. Los republicanos, por otro lado, llegaron a la cita con el estanque desbordado de gasolina. Con el desenfreno de una hinchada futbolera recibieron al mandatario entre gritos de “¡Cuatro años más! ¡Cuatro años más!” y aplausos que retumbaban en las paredes y en los tímpanos de los demócratas. La tensión era tan evidente que el discurso solo podía acabar de la manera en que lo hizo: con Nancy Pelosi, la tercera autoridad del país, rasgando los cinco folios del sermón apenas acabó.
Casi una hora antes de que arrancara el evento, Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela reconocido por una cicuentena de países, estaba sentado solo, en la primera fila de la galería de invitados. Los rumores de su presencia acaban de esparcirse. El líder venezolano miraba contantemente su móvil y parecía inquieto. El saludo de la hija del presidente, Ivanka Trump, con quien conversó varios minutos, pareció relejarlo. Luego se le acercó Jared Kushner, con quien intercambió apenas palabras. Los congresistas republicanos, desde abajo, lo saluban y hubo uno que hasta se atrevió a violar las normas y tomarle una foto con el móvil.

Cuando Trump describió a Nicolás Maduro como “un dictador que brutaliza a su pueblo”, el primer aplauso que se escuchó en la Cámara provino de Guaidó. En el listado de invitados oficiales aparecía el comisario venezolano Iván Simonovis, ex preso político del régimen de Nicolás Maduro radicado en Estados Unidos, pero no el líder de la oposición. Trump, que fue criticado por no reunirse con él en Miami durante el fin de semana, lo presentó como “el verdadero y legítimo presidente de Venezuela”, lo que animó a los presentes a darle una verdadera ovación. Casi todos se pusieron de pie, pero no todos. Las congresistas demócratas Ilhan Omar y Rashida Tlaib no se pusieron de pie ni aplaudieron en ningún momento. Ni con Guaidó, ni con el caso de la bebé que nació con 21 semanas y hoy estaba presenta con dos años, ni con el sargento de Afganistán que llegó por sorpresa a reencontrarse con su familia.

En vídeo, Trump le niega el saludo a Pelosi y esta rompe su discurso. JONATHAN ERNST (REUTERS) / VÍDEO: REUTERS-QUALITY

Horas antes de la ceremonia ya se olía que este año iba a costar guardar las formas: al menos ocho congresistas demócratas habían anunciado que iban a boicotear el evento. La mediática Alexandria Ocasio-Cortez, que en su primer discurso del estado de la Unión llevó un pin con el eslogan “las mujeres que se portan bien rara vez hacen historia”, se excusó porque no quería contribuir a normalizar “la conducta ilegal de Trump”, apoyada por la representante Ayanna Pressley, que no podía asistir “en buena conciencia” a escuchar a un “okupa” de la Casa Blanca.
Pelosi no fue la única que demostró su enfado. Cuando el republicano le ofreció buenas palabras al juez del Tribunal Supremo Brett Kavanaugh -uno de los cuatro magistrados que asistieron, de un total de nueve-, las congresistas Omar y Tlaib se retiraron del hemiciclo. Otras abuchearon con fuerza cuando se refirió al desempleo entre los afroamericanos o a sus promesas para mejorar la salud. Las dos ex candidatas presidenciales demócratas Kamala Harris y Kirsten Gillibrand cada tanto comentaban incrédulas las promesas del presidente, con la impotencia reflejada en sus rostros de ya no competir para sacarlo de su puesto. A diferencia de ellas, Jerrold Nadler, presidente del Comité Judicial y Adam Schiff, del Comité de Inteligencia de la Cámara, que por estos días han ejercido de fiscales del impeachment, evidenciaban su desagrado sin apenas moverse, con la mitad del cuerpo enterrado en la silla como si, a medida que se hundían, ya no tuviesen que cargar con el muerto.


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