La retirada de EE UU del tratado nuclear con Rusia desata el temor a una carrera armamentística



El Gobierno de EE UU ha abandonado formalmente este viernes el tratado para la eliminación de misiles nucleares de medio y corto alcance (INF) que firmó con Rusia durante la Guerra Fría. La OTAN ha responsabilizado este viernes a Rusia del fracaso del tratado de eliminación de misiles de corto y medio alcance y ha respaldado a Washington en su decisión de retirarse del mismo.
En octubre de 2018 Trump anunció su intención de retirarse del tratado y, desde ese momento, ha dado señales de que China, que no está sometida a ningún tratado de control armamentístico y lleva años invirtiendo en defensa, fue un factor importante en esa decisión. Washington ha invitado a Pekín a formar parte de “una nueva era del control de armas” que incluya a otras naciones con potentes fuerzas militares.
El secretario de Estado, Mike Pompeo, anunció este viernes en un comunicado la retirada oficial de EE UU del tratado después de que, hace seis meses, denunciara el acuerdo ante la negativa de Moscú de destruir un misil de crucero que viola las condiciones del pacto, según la versión de Washington.

Rusia ha anunciado a través de un comunicado emitido por el ministerio de Relaciones Exteriores que “por iniciativa del lado estadounidense, el tratado entre la Unión Soviética y Estados Unidos sobre la eliminación de sus misiles de alcance intermedio y corto queda terminado”.
“Rusia es la única responsable de la muerte del tratado”, manifestó Pompeo.”Durante los últimos seis meses, EE UU dio a Rusia una última oportunidad para que corrigiera sus incumplimientos. Pero, como ya ha hecho durante muchos años, Rusia decidió quedarse con los misiles que violan el acuerdo, en vez de volver a adherirse a las obligaciones de este tratado” ha añadido Pompeo.
El potencial de China
En el centro del recrudecimiento de las tensiones entre Moscú y Washington se encuentra un misil de crucero que pesa 1.700 kilos y que mide ocho metros de largo: el Novator 9M729 (SSC-8, según la clasificación de la OTAN) y que, de acuerdo con EE UU, infringe el tratado al superar los 500 kilómetros de alcance.
No obstante, las tensiones vienen de lejos. Durante años Washington y Moscú han estado acusándose de violar el tratado, firmado en 1987 y que prohíbe a los dos países fabricar, desplegar o realizar pruebas de misiles de corto alcance (500-1.000 kilómetros) y de medio alcance (1.000-5.500 kilómetros).
En el comunicado, Pompeo insistió en culpar a Moscú y ha asegurado que su Gobierno “sigue comprometido en lograr un control efectivo de armas que promueva la seguridad de EE UU, sus aliados y socios”.
El jefe de la diplomacia estadounidense afirmó que el presidente de EE UU, Donald Trump, desea iniciar “un nuevo capítulo en busca de una nueva era del control de armas” que vaya más allá de los tratados bilaterales, como el suscrito con Moscú, y favorezca la participación de otras potencias, como Pekín.
“De ahora en adelante, EE UU insta a Rusia y China a que se unan a nosotros en esta oportunidad de ofrecer resultados reales de seguridad a nuestros países y al mundo entero”, ha subrayado Pompeo.
Pekín no forma parte de ningún tratado de desarme y, actualmente, posee la “fuerza de misiles más grande y diversa del mundo, con un inventario de más de 2.000 misiles balísticos y de crucero”, detalló en abril de 2017 ante el Senado el que fuera jefe del Comando del Pacífico de las Fuerzas Armadas de EE UU, Harry Harris.
Actualmente, Washington no tiene la capacidad para contrarrestar la fuerza de los misiles balísticos chinos, informa Efe. De hecho, “tardaría años en tener una capacidad efectiva de despliegue”, ya que durante 32 años ha cumplido con el acuerdo suscrito con Rusia, garantizó un funcionario estadounidense que habló con la prensa bajo condición de anonimato. La idea de un tratado de desarme a tres bandas que incluya a Washington, Moscú y Pekín ha sido vista con buenos ojos por algunos países europeos, como Alemania.
Pero, ya en febrero pasado, el consejero de Estado chino, Yang Jiechi, arquitecto de la política exterior del gigante asiático, descartó esa posibilidad y negó que Pekín vaya a frenar sus deseos de modernizar sus fuerzas armadas con numerosos avances tecnológicos, desde misiles de crucero de alta velocidad a inteligencia artificial.
Entretanto, grupos que abogan por el desarme, como la Asociación por el Control de Armas, creen que Trump está usando a Pekín como chivo expiatorio para justificar también su salida del Nuevo START, suscrito por Moscú y Washington en 2010 para limitar sus arsenales nucleares y que expira en 2021.
En términos generales, Frank Rose, el que fuera jefe de la oficina de desarme del Departamento de Estado entre 2014 y 2017, considera que el tratado INF se había quedado obsoleto. “El problema fundamental es que el marco existente no ha sido capaz de responder de manera efectiva a los cambios en materia de seguridad en Europa y Asia, especialmente, ante el surgimiento de nuevos actores como China y la evolución de la tecnología, como misiles balísticos avanzados”, ha explicado Rose a Efe.
Muerto el INF, el Gobierno de Trump ya se prepara para poner al día sus capacidades militares: el Pentágono ha pedido al Congreso que apruebe para 2020 un presupuesto de 10 millones de dólares destinado a desarrollar los misiles hasta ahora prohibidos por el tratado.


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