La revisión ocular, clave para retrasar la miopía en niños

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Ahora que los niños tienen más tiempo libre, parece un buen momento para hacerles una revisión ocular. Ello permitirá detectar algunos problemas visuales y evitar que sean el preámbulo de enfermedades más complejas cuando sean mayores. Los expertos aseguran que es posible hacerla incluso desde la primera semana de vida. En cualquier caso, “la primera revisión debería hacerse antes de que empiece la edad escolar, para asegurarse de que se ve bien con ambos ojos y que la vista no va a entorpecer el proceso de aprendizaje”, recomienda Elena Rubio, optometrista del Instituto Nacional de Optometría de Madrid. Una de las anomalías que se detecta en la revisión ocular es la miopía infantil, que afecta a uno de cada cinco de menores de 18 años.

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En términos médicos, es un defecto de refracción del ojo que hace que las imágenes queden enfocadas por delante de la retina, lo que altera la visión del niño. El Dr. Francisco Javier Hurtado, oftalmólogo pediátrico de la Clínica Rementería, de Madrid, nos lo explica en fácil: “Se trata de un ojo más grande de lo normal, que ve bien de cerca y mal de lejos”. La OMS la considera una pandemia y calcula que un 30% de la población occidental (en países asiáticos es bastante mayor) sufre algún grado de miopía, siendo esta incidencia cada vez mayor en niños y jóvenes. Como advierte el informe del Instituto de la Visión Brien Holden, si no se actúa eficazmente, las previsiones para el 2050 llegarán al 50%. El médico asegura que “es un problema visual que no se puede erradicar; pero que requiere de una detección temprana, un correcto tratamiento y el uso de lentes adecuadas”. Cuando se superan las seis dioptrías, se habla de miopía magna, la que puede suponer un factor de riesgo para otras enfermedades de la visión de la adultez, como cataratas, glaucoma, desprendimiento de retina y daño en la mácula (maculopatía). Todas ellas, pueden, incluso, derivar en una ceguera.

La miopía, que habitualmente comienza durante la infancia y empeora en los años de crecimiento, suele experimentar su mayor progresión entre los 8 y los 12 años. No obstante, cada vez se detecta más en niños pequeños, sobre todo este último año. Si bien no hay datos oficiales de que el coronavirus sea responsable directo del incremento de miopía, sí hay líneas de investigación que lo relacionan. Un estudio publicado en Jama concluye que después del confinamiento, se ha observado un cambio miope sustancial (de 0,3 dioptrías), en niños de 6 a 8 años, aumentando la prevalencia en hasta tres veces en 2020, en comparación con los cinco años anteriores. La explicación de por qué sucede cada vez a más temprana edad no está clara, pero el mismo informe sugiere que el ojo de los pequeños puede ser más sensible a los cambios ambientales.

Las pantallas tienen parte de culpa, pero no toda

Entre las causas principales de la miopía destacan la genética y el estilo de vida. En cuanto a la primera, el Dr. Hurtado aclara que “cuando los dos progenitores son miopes, entre 60 y 80% de los hijos tienen probabilidad de serlo también. No significa que lo sean, sino que tienen mayor predisposición. La cifra cae al 30% si lo es solo el padre o la madre. Si ninguno la padece, uno de cada cuatro hijos podría ser miope. Por eso, aunque no se tengan síntomas, es buena idea llevarlos al oftalmólogo”. Por otro lado, algunos hábitos de la vida cotidiana también pueden favorecer el desarrollo de la miopía. “Los niños están constantemente estimulando la visión de cerca con la lectura y escritura, el estudio, los móviles, las pantallas de los diferentes dispositivos. Están ejercitando el ojo para ver mejor de cerca, en detrimento de la visión de lejos”, afirma el médico.

El especialista añade que la raza también influye: “los asiáticos tienen mayor predisposición genética, y ya es considerada un problema de salud pública nacional en algunos países”.

Claves para detectar si tu hijo es miope

“Si ambos ojos son miopes, el niño se acerca en exceso a la tele, se levanta en clase para ver lo que hay escrito en la pizarra o entornan los ojos para ver de lejos”, señala la optometrista, quien explica que la miopía es el problema visual más fácil de detectar. No obstante, en ocasiones es difícil darse cuenta por qué los niños no se quejan de mala visión. “Cuando solo uno de los dos ojos es miope, el diagnóstico se puede retrasar porque el ojo no miope, si ve bien, suple la mala visión del otro”, continúa la experta.

Hay otros aspectos que nos pueden dar pistas como parpadeo excesivo, escozor de ojos, cierre o guiño ocasional de un ojo y aunque no es algo que uno haga habitualmente, podemos comprobar la visión de lejos de nuestro hijo, pidiéndole que lea un cartel que hay a cierta distancia. Hay más señales, esta vez más conductuales: “cuando el grado de miopía es alto y ven bastante borroso de lejos, no suelen ser niños muy movidos ni intrépidos en el parque ni gustar mucho de los juegos de pelota, sino que prefieren juegos tranquilos porque les dan más seguridad”, apunta Rubio.

Cuanto antes se corrija, mejor

El ojo de los niños suele ser pequeño al nacer, es decir, nacemos hipermétropes. “A medida que el ojo va creciendo, va perdiendo esa hipermetropía hasta dejarla a cero. Pero hay niños que nacen con menos hipermetropía de la normal (o sea, el ojo no es tan pequeño), lo que se considera una premiopía, porque es muy probable que ese ojo sea miope en el futuro”, explica el oftalmólogo.

Hay que distinguir entre la miopía patológica (que contempla un número elevado de dioptrías y normalmente se nace con ella) y la que llamamos escolar o funcional, que es la que aparece durante la infancia y la adolescencia, y responde, en la mayoría de los casos, a tratamientos de control que pueden ralentizar su crecimiento. “Si un niño es miope antes de los 6 años, es casi seguro que la causa es genética y habrá que tratarlo inmediatamente porque aún le queda el incremento que sufrirá entre los 8 y 12”, dice Hurtado. Pero, afortunadamente hoy contamos con tratamientos para actuar incluso desde muy pequeños. El oftalmólogo y la optometrista nos comentan que, en España, básicamente se prescriben tres opciones para corregir o controlar la miopía en niños y cómo podemos retrasarla:

  • Lentillas nocturnas: Se llevan puestas durante la noche, mientras el niño duerme, y se quitan al levantarse. También conocidas como orto-K (ortoqueratología) o semirrígidas, moldean el ojo durante la noche, aplanando la córnea y con ello “facilitan una buena visión sin lentes de contacto durante todo el día”, afirma la optometrista quien confronta ventajas e inconvenientes: “no salen de casa, pero requieren de una limpieza diaria exhaustiva”.
  • Lentillas blandas: Son de reemplazo diario (también pueden ser mensuales o trimestrales), y se ponen por la mañana, se usan todo el día, y por la noche, se tiran. Con ellas se obtiene una visión nítida durante todo el tiempo que se llevan puestas, que ha de ser de, al menos, 10 horas. Al desecharlas diariamente, se reduce al mínimo el riesgo de infecciones y complicaciones y lo único es “que no son recomendables para la piscina por las bacterias que puede haber en el agua”, dice Rubio, quien afirma que “ambos tipos de lentes son seguras y, correctamente adaptadas y cumpliendo las normas de uso, higiene y horas de utilización, con las revisiones pertinentes, dan la libertad de hacer cualquier actividad viendo muy bien”. España es el país en el que más lentillas blandas se utilizan para el tratamiento de miopía infantil. El doctor Hurtado nos explica que es mayor el beneficio que aportan evitando problemas de visión futuros que el de riesgo de las complicaciones por infección, que son rarísimos.
  • Gotas de atropina: Es otra de las opciones que nos describe el oftalmólogo pediátrico. Se ponen todas las noches en los dos ojos, durante al menos dos años. “Si las pones menos tiempo, puede que aumente más la miopía de lo que hubiera aumentado si el niño no hubiera usado las gotas (efecto rebote). Es una gota muy segura, y los efectos secundarios ocurren en poquísimos casos”.

Aire libre y luz natural para retrasarla

Cuando un niño nace con dos dioptrías, son las que tendrá durante su vida, como mínimo, salvo que, a partir de los 18 años, se opere. Pero sí puede retrasarse. Las recomendaciones del oftalmólogo pediátrico para prevenir la miopía este verano son mucho aire libre (“al menos dos horas al día”), luz natural (“está demostrado que previene la aparición temprana”) y no forzar la visión de cerca: “si el niño lee, asegúrate que el ángulo del codo, sea un ángulo recto; si es obtuso, mejor”. Y mucha protección, porque el sol directo hace daño al ojo; unas gafas de sol y una gorra ayudan. Es posible que el cloro de la piscina y la sal del mar irriten los ojos de los niños, pero no causan miopía. En esos casos, un buen lavado de ojos con suero o gafas de buceo serán suficientes.

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