Pep Clotet dejó de ser entrenador del Brescia italiano. Sucedió el pasado 6 de febrero, pero no era la primera vez que sucedía en lo que va de curso. El técnico catalán fue relegado de su puesto una primera vez a finales de diciembre y su reemplazo duró dos partidos. Tras esto, Clotet volvió al cargo (porque todavía se encontraba en nómina) y dirigió al equipo en tres encuentros más antes de que, de nuevo, el Brescia optase por su destitución. Y la respuesta a tal rocambolesca situación tiene nombre y apellidos: Massimo Cellino.
El díscolo presidente del Brescia es el que ha propiciado que Clotet esté viviendo un curso de lo más surrealista. Llegó a tener al equipo en zona de ‘playoff’ de ascenso a Serie A pese a ser el cuarto presupuesto menor de la Serie B, pero poco le importó eso a Cellino. Ni en diciembre ni ahora en febrero.
Las extravagancias de Cellino ni mucho menos se limitan a lo sucedido en torno a la figura de Pep Clotet. El presidente ha tomado recientemente decisiones como instalar cámaras de videovigilancia para supervisar él mismo los entrenamientos de la plantilla, dar el visto bueno o no a las pruebas médicas a aquellos jugadores aquejados de alguna lesión o dictaminar si el entrenador del equipo acude o se ausenta de las ruedas de prensa. Todo esto sin duda que no aporta estabilidad al club y Pep Clotet, ahora de nuevo fuera del banquillo, ha sido víctima en dos ocasiones. El Brescia, mientras tanto, deambula por la Serie B, lejos de luchar por el ascenso a la Serie A en la que, por historia, debería estar.