La Torre Caleido: estudiar en un rascacielos

Huele a nuevo en la Torre Caleido, la que ya acompaña en el horizonte a las otras cuatro famosas torres de Madrid en la Castellana. Faltan pocos remates para el pistoletazo de salida, a mediados de agosto, cuando unos 6.000 alumnos empezarán a inundar las aulas del primer campus vertical de España y uno de los pocos del mundo de este tipo. Las mesas, las sillas, las taquillas o los sillones están todavía por desembalar, pero ya en su sitio, porque ya falta poco para que el IE University culmine su obra más titánica y dé paso a la IE Tower: cinco años trabajando en un edificio de 180 metros de altura, 35 plantas, 50.000 metros cuadrados de superficie y 7.000 de zonas verdes donde, además, los alumnos y los trabajadores de los alrededores contarán con un área comercial con numerosos restaurantes y una clínica médica del grupo Quirón, especializada en medicina preventiva y del deporte.

Fernando Serrano-Suñer lleva cinco años dedicado en cuerpo y alma a darle forma a este edificio con alma universitaria. El arquitecto, en una visita de EL PAÍS a las instalaciones, desgrana el porqué de cada rincón de un inmueble diseñado para convertirse en referencia de innovación y tecnología aplicada a la educación. Nada más entrar, los tornos de última generación permitirán la entrada de los universitarios a través de un sistema de reconocimiento facial y otro que tomará la temperatura. Los efectos colaterales del coronavirus han llegado para quedarse. Por eso también las aulas —diseñadas para que clases donde estudian 64 personas se puedan transformar en aulas con 124 alumnos gracias a puertas abatibles— cuentan con micrófonos de techo adaptados para dar voz a todos los presentes y con conexión a internet permanente para quien siga las clases desde casa. Eso también se ha instalado para siempre.

La Torre Caleido, desde la zona verde del campus.
La Torre Caleido, desde la zona verde del campus.© Luis Sevillano

“Ya no me imagino un mundo en el que si tienes un alumno que se ha hecho un esguince de tobillo o tiene una gripe se tenga que perder tres o cuatro días de clase porque no puede venir. Eso es ridículo”, explica Juan José Güemes, presidente del centro de emprendimiento e innovación y vicepresidente económico de IE Business School. “Eso ya es del mundo de ayer. La política de asistencia es superrigurosa, pero el aula conectada y líquida [adaptable] ha venido para quedarse, no es un plan de contingencia. La presencialidad es importantísima, pero cuando alguien no está presente no tiene por qué interrumpir sus estudios”, matiza Güemes, que también fue consejero en el Gobierno de Esperanza Aguirre.

La construcción de la quinta torre, bautizada como Caleido, ha costado más de 300 millones de euros y llega al norte de Madrid con el propósito de cambiar la zona. “Aquí faltaban restaurantes y venimos con el compromiso de hacer además zonas verdes para el entorno”, explica Güemes.

El auditorio del campus universitario con capacidad para 600 personas.
El auditorio del campus universitario con capacidad para 600 personas.© Luis Sevillano

El presidente de la Inmobiliaria Espacio, Juan Villar Mir, se hizo con el hueco vacío de este rascacielos en abril de 2015 a través de un concurso público promovido por el Ayuntamiento de Madrid, entonces gobernado por Manuela Carmena. Según lo establecido por el Consistorio, el inmueble debía destinar gran parte de su superficie a uso sanitario o educativo, ya que la parcela debía tener uso dotacional. Y tras el fracaso debido a la crisis del proyecto de la construcción de un centro internacional de convenciones, llegó el de la universidad. El estudio Fenwick Iribarren y Serrano-Suñer Arquitectura se pusieron a trabajar en 2016 en el diseño del rascacielos que será, a partir de agosto, la sede de la escuela de negocios IE University, denominada IE Tower.

La piscina de 25 metros del campus.
La piscina de 25 metros del campus.© Luis Sevillano

El reto del arquitecto

En contra de lo que podría parecer, este campus en vertical no tiene mucho que envidiar a uno en horizontal. El centro cuenta con las dotaciones básicas para carreras como Arquitectura, Derecho, Administración de Empresas, Diseño o Relaciones Internacionales por las que sus alumnos pagan una matrícula anual de 21.000 euros. Y cuenta, además, con espacios para otras actividades, como un auditorio de 600 personas, zonas deportivas, una piscina de 25 metros o un polideportivo. Dentro de la torre, la peculiaridad más importante, según el propio arquitecto, es que “todos los espacios que no son convencionales de trabajo son espacios abiertos”. “Las aulas al final ocupan una proporción de ocupación muy baja en beneficio de espacios completamente abiertos. Era uno de los retos, que no pareciera un contenedor de aulas y que abriéramos grandes plazas donde el alumno quisiese estar, que no acabe la clase y se tenga que ir del edificio. Se han hecho espacios de doble altura donde habrá un minimercado y se va a poder tomar algo”, explica Serrano-Suñer.

Estudiar en un rascacielos también tiene la ventaja de la luz. El arquitecto explica que como toda la parte diáfana central está orientada tanto al norte como al sur, “la luz entra en el edificio y como es muy estrecho, barre en todas las plantas. Los consumos de luz artificial serán muy bajos”. Y luego, como extra, las vistas. Madrid a los pies de los nuevos estudiantes. Solo tienen que pagarlo.

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