La Liga de Verano de Las Vegas es una pequeña trampa para los aficionados a la NBA. Se encuentra emplazada en un punto del verano en el que la temporada ya hace tiempo que se terminó para la gran mayoría de los equipos, básicamente para todos menos aquellos que estuvieron al menos en Finales de Conferencia, y la competición FIBA de turno aún está a unas semanas vista. Así que hay muchos aficionados que cogen el torneo con ganas.
Quizás demasiadas, porque eso hace que se puedan sacar conclusiones muy precipitadas en un entorno que nada tiene que ver con una competición NBA real. Lo hemos visto en estos días con el debut oficioso de Victor Wembanyama con los San Antonio Spurs. Una mala noche en el tiro anula todo lo demás positivo que se pueda hacer, y la fábrica de highlights, o de lowlights en este caso, se encarga del resto. Y llega la cascada de comentarios. Y las conclusiones precipitadas. Y los “ya os dije yo que este se la pegaba”. Unos días antes le había pasado lo mismo precisamente al rival de Wembanyama en ese primer partido, Brandon Miller.
En realidad, la Liga de Verano no ha demostrado ser un campo de pruebas válido para poder sacar conclusiones tan drásticas. A lo largo de su historia hemos visto numerosos casos de jugadores que no rinden bien por el motivo que sea, pero luego triunfan en la NBA. Y también al contrario: jugadores que parecían auténticas estrellas durante el verano y después salieron de la liga por la puerta de atrás.
Amores de verano: intensos pero efímeros
Seguro que los seguidores de los Golden State Warriors se frotaban las manos durante el verano de 2009, en la primera Summer League de Stephen Curry justo tras haber sido drafteado ese mismo año. El foco en aquel torneo, sin embargo, se lo llevaron dos de sus compañeros: Anthony Randolph y Anthony Morrow.
Randolph fue el primero que se destapó. El ahora ex jugador del Real Madrid arrancó con una exhibición de 42 puntos contra los Chicago Bulls, influyendo en todas las facetas del juego: lanzando, defendiendo, reboteando, machacando el aro… parecía un hombre poseído. Unos días llegó el turno de Morrow, un jugador de segundo año que había dejado detalles de gran lanzador en su temporada rookie. El escolta le cogió el gusto a la línea de tres puntos, metió siete triples y se fue hasta los 47 puntos, cifra que es aún el récord individual de la Summer League.
El Las Vegas Sun alababa al trío al cierre del torneo: “Randolph y Morrow fueron sin duda alguna las dos estrellas de uno de los equipos más entretenidos de este año. El base rookie Stephen Curry también generó mucho hype y tampoco decepcionó, terminando sus cinco partidos con 17.4 puntos, 4.6 rebotes y 4.2 asistencias por partido”. Randolph terminó teniendo una buena carrera lejos de la NBA, y Morrow duró 9 años en la liga, pero fue el tercero en cuestión de aquella Summer League quien se consagró como gran estrella.
Hay numerosos casos como los de Randolph o Morrow. Algunos seguidores de los Denver Nuggets quizás recuerden aún el verano de 2007 como “el verano de Von”, en honor a Von Wafer, un alero que había salido rebotado de los Lakers y los Clippers para terminar dominando en la liga de verano con los Nuggets. El escolta tuvo una buena temporada en los Houston Rockets, pero terminó siendo un trotamundos entre la liga de desarrollo, China, Grecia e Italia. En su mejor partido en la liga de verano Wafer le metió 42 puntos a los New York Knicks, igualando la segunda mejor marca anotadora histórica de Randolph y Marcus Banks, otro jugador destacado en verano pero que pasó sin pena ni gloria por la NBA.
Anthony Morrow tiene el récord de puntos en un partido de la Summer League con 47
Donte Greene, pick 28 del Draft de 2008, metió 40 puntos en su debut veraniego con los Sacramento Kings. Lamentablemente, ese fue su mayor highlight con ellos. Glen Rice Jr., hijo de la estrella de la década de los 90, promedió 24.7 puntos con los Washington Wizards en la Summer League de 2013, y fue nombrado MVP de la competición. Solo llegó a jugar 16 partidos oficiales en la NBA, promediando 2.7 puntos por encuentro.
Quizás el caso más duro, aunque sea por pura comparación, sea el del co-MVP de la Liga de Verano de 2012. Aquel año hubo dos jugadores que destacaron tanto que la NBA decidió que el premio debía ser compartido entre los dos. Uno de ellos ganó el premio al mejor rookie del año en la temporada siguiente, se estableció como uno de los mejores bases de la liga y firmó contrato máximo tras máximo hasta pedir el traspaso hace unas semanas. El otro solo jugó 38 partidos en su carrera NBA. Uno era Damian Lillard, y el otro era Josh Selby.
El día en el que Ostertag dominó a Duncan
De la misma manera que hay muchos casos de jugadores que brillan y después no triunfan, también tenemos otros que se la pegaron en la Summer League y luego se convirtieron en estrellas. Aunque ciertamente son menos que los anteriores. Un mal verano puede ser síntoma de algo preocupante, o puede no significar nada en absoluto, como nos recuerdan estos otros casos.
Nadie lo recuerda ya, porque es algo más pequeño aún que un grano de arena en toda una gran carrera, pero Kevin Durant hizo un 4/19 en lanzamientos en su segundo partido de Summer League. No le pesó demasiado en su trayectoria. A un nivel menor, también fue sonado el mal torneo de Nicolas Batum en su debut. Después de ser drafteado por los Houston Rockets y traspasado a los Portland Trail Blazers, el francés chocó con un muro en la Liga de Verano. No era capaz de meter una canasta. Se quedó con un promedio de 6.8 puntos por partido, con un 34.4% en tiros de campo y un 11.1% en triples.
También hubo preocupación por las actuaciones veraniegas de Trae Young en la edición de 2018. El actual base de los Hawks llegaba con muchas expectativas tras ser elegido con el número cinco del Draft y traspasado por Luka Doncic, y la Summer League lo único que hizo fue crear dudas sobre su físico y su desempeño futuro. Young terminó con un 38.7% de acierto en tiros de campo y tuvo problemas para superar a defensores largos y físicos como Frank Ntilikina, y hubo que leer muchas dudas sobre su futuro hasta que empezó a despejarlas mediada su temporada rookie. Sin embargo, el caso que siempre se destaca es el de Tim Duncan.
La historia de la Summer League de 1997 ha sido contada por muchos entrenadores a lo largo de este tiempo cuando han querido relativizar lo que sucede en este torneo, y ha vuelto a destacarse últimamente también con el debut de Wembanyama. Según cuenta la leyenda, Greg Ostertag, pívot de segundo año de los Utah Jazz, dominó y casi humilló a un recién drafteado Duncan. “Me puso un par de tapones que terminaron con el balón en la grada”, recordaba el mismo Duncan en una entrevista con SLAM. “Y Jermaine O’Neal me destrozó. Estaba con Portland, era realmente joven… y me destrozó”.
Los fríos números, dos décadas y media después, dicen que igual no fue para tanto. Ostertag terminó el partido con 21 puntos, 10 rebotes y 5 tapones, y Tim Duncan lo hizo con 14 puntos, 8 rebotes y 3 tapones. Pero la moraleja está en que en la Summer League lo que importa no son los números ni lo que hagas, sino cómo lo haces. En estas pachangas brillar no te asegura un futuro en la liga, y pegártela tampoco te condena al ostracismo.