La UE estudia excluir de la deuda las inversiones destinadas a la transición ecológica


En economía, igual que sucede con los cielos encapotados de Bruselas, no hay blancos y negros, sino una amplia gama de grises. La Unión Europea va a tener que jugar con todo este espectro cromático para enfrentarse al incipiente debate sobre las reglas fiscales: ¿tirar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento a la papelera y reformularlo de principio a fin o regresar al statu quo de su rigurosa normativa cuando se desactive la cláusula general de escape a finales de 2022? Ni lo uno ni lo otro: “Lo más probable es que el acuerdo final acabe en algún punto intermedio”, indica una fuente diplomática al hilo de la reunión informal de ministros de Economía y Finanzas celebrada este viernes y sábado en un noble castillo en Brdo (Eslovenia).

Desde allí el comisario de Economía, Paolo Gentiloni, anunció el viernes que la Comisión lanzará la consulta pública sobre el asunto en un par de semanas. La discusión, muy lejos de un consenso, promete un duro enfrentamiento entre las capitales amantes de la austeridad y las tijeras y aquellas otras que llegan al final de la pandemia con la deuda en máximos y el amargo recuerdo de la crisis del euro y los hombres de negro. Ahora que Bruselas parece dispuesta a navegar las turbulentas aguas de esta negociación, hay una solución intermedia que gana tracción y que la mayoría de Estados miembro parecen dispuestos, al menos, a escuchar. Un signo de los tiempos: la fórmula no está entre esos grises. Es de color verde.

Los ministros han desayunado este sábado en Eslovenia con un estudio económico titulado Un pacto fiscal verde: inversión climática en tiempos de consolidación presupuestaria, elaborado por el instituto de pensamiento Bruegel. En él, Zsolt Darvas y Guntram Wolff piden algo más que un aterrizaje suave tras los estímulos del coronavirus: “Un ritmo de consolidación fiscal demasiado rápido, como el aplicado tras la crisis financiera mundial de 2007 y la posterior crisis del euro”, argumentan, podría “desencadenar una nueva recesión, por lo que debe evitarse”.

Tras la mayor crisis económica después de la Segunda Guerra Mundial, con una caída del crecimiento del 6% en 2020 y los obligados desembolsos públicos, el déficit en la UE ha pasado del 0,5% del PIB en 2019 al 7,5% en 2021, y la deuda del 79% al 94%. Los mecanismos de emergencia han funcionado, con un efecto rebote que hará ver en Europa cotas de dinamismo desconocidas este año. Pero la sombra de la Gran Recesión es alargada, por lo que Darvas y Wolff creen que el show debe continuar, sobre todo si es verde. Reclaman que los líderes políticos aumenten “de forma significativa” el gasto “orientado al futuro, como las inversiones en mitigación y adaptación al clima”. Es decir, aquellas dirigidas a cumplir con los ambiciosos objetivos europeos de reducir el 55% de las emisiones de CO2 en 2030 y de alcanzar la neutralidad climática en 2050. Y recomiendan introducir una “regla de oro verde”. Esto es: un mecanismo “que excluya la inversión pública verde neta de los del cálculo del déficit y de la deuda”.

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Los problemas fiscales, con salsa verde, entran mejor y la solución suena como una dulce melodía en los oídos de una parte de los países. “No hay elección”, argumenta una fuente diplomática de uno de las grandes economías del bloque. “Vamos a tener que hacer inversiones públicas para garantizar la transición ecológica y digital”. También la vicepresidenta primera del Gobierno español, Nadia Calviño, ha defendido desde el castillo de Brdo, “adecuar” las normas fiscales “a las necesidades de inversión derivadas de una recuperación verde y digital”.

Su visión tendrá enfrente a los halcones, con las uñas algo limadas, pero halcones al fin y al cabo: “Estamos abiertos a las discusiones”, dice un diplomático de uno de los países que tradicionalmente caminan por el lado austero de la calle. Pero zanja: “No tiene lógica decir que las reglas fiscales deberían ser distintas porque lo verde es importante”.

Hay quien opina, en cambio, que la solución intermedia irá por aquí. Sobre todo si uno sabe leer el signo de los tiempos. “El acuerdo será algo similar”, afirma el economista belga André Sapir, profesor de la Universidad Libre de Bruselas (ULB), miembro del Grupo de Alto Nivel convocado por el comisario Gentiloni para reflexionar sobre los retos de la economía europea después de la covid-19, y adscrito al instituto Bruegel. Sapir cree que el Gobierno que salga en Alemania en las elecciones dentro de dos semanas “será clave”, y más teniendo en cuenta que la lucha climática tiene visos de convertirse en una prioridad de primer nivel para Berlín. “En estos momentos el partido verde entrará casi seguro en cualquier coalición”.

“Formará parte de la discusión”

“Obviamente una regla de oro formará parte, de una forma u otra, de la discusión sobre la revisión de nuestro marco fiscal”, ha dicho el vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, al ser interrogado por el estudio de Bruegel que propone un pacto fiscal verde, al que se han enfrentado los ministros de Economía este sábado. Pero para valorar el modo de aproximarse a este debate, ha añadido, habrá que esperar “al final de la consulta pública” que lanzará en otoño la Comisión Europea, “para ver todas las aportaciones y construir sobre esta base”.

Dombrovskis ha señalado que habrá otras ideas sobre la mesa en ese debate, como la “simplificación” de las reglas y la revisión la norma de endeudamiento, que exige a los Estados miembros con ratios de deuda superiores al 60% que reduzcan el exceso en una vigésima parte al año. Esta regla, en estos momentos, “puede no ser realista para países con mucha deuda”.


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