La Zaranda saca su artillería poética para ajustar cuentas con el poder

Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y Enrique Bustos, en 'La batalla de los ausentes'.
Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y Enrique Bustos, en ‘La batalla de los ausentes’.Víctor Iglesias

La Zaranda, una de las compañías más veteranas y personales de la escena española, pasó fugazmente el sábado pasado por el Festival de Teatro de Olite para presentar su nuevo espectáculo, La batalla de los ausentes, una coproducción con el teatro Romea de Barcelona que en los próximos meses podrá verse en numerosas ciudades y desembarcará la próxima temporada en Barcelona (del 28 de septiembre al 3 de octubre) y Madrid (17 de febrero al 20 de marzo). Como viene haciendo desde su fundación hace 43 años, una vez más el grupo colmó el escenario con mil metáforas e imágenes poéticas, que en esta ocasión utilizan para librar la que quizá sea una última batalla en la que, aseguran, se enfrentan con sus enemigos interiores y con otros muchos con los que llevan tropezando desde que empezaron su andadura profesional.

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La Zaranda, que antes se definía como Teatro Inestable de Andalucía la Baja y hace unos años cambió esta denominación por la de Teatro Inestable de Ninguna Parte, es paradójicamente una compañía estable que no ha cejado en su empeño de desarrollar su propia forma de hacer teatro, impregnada de una poética personalísima que no solo emana de los bellos y oníricos textos de Eusebio Calonge, dramaturgo de cabecera del grupo, sino también de la manera de hacer de su núcleo duro actoral, formado por Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez. Este último, conocido como Paco el de La Zaranda, es también el director de La batalla de los ausentes.

“La batalla pudiera ser un ajuste de cuentas con el tiempo, contra los enemigos naturales del creador: la burocracia, el comercio, la insensibilidad de la época hacia tu trabajo”, apunta Calonge. Ahí está la farsa, dice el dramaturgo: “Ese reír del teatro de las glorias engañosas del mundo. De hecho, hay una preparación para la ausencia y un resarcirse de muchas cosas que sabes que ya no tienen importancia”.

A lo largo de la obra, La Zaranda hace un descarnado repaso a los diferentes estratos del poder. De lo peor del poder. Y para ello, sus intérpretes se muestran más actores que nunca y rompen la cuarta pared interpelando al público. Y es tan cruel el retrato que ofrecen de la sociedad actual, que arrancan carcajadas que son casi muecas de un dolor que en el fondo todos llevamos dentro.

La obra habla también de los supervivientes de una guerra que nadie recuerda y que, sin embargo, esos personajes se empeñan en recordar. “No cejan en su intento vano de ganar una batalla contra el olvido, magnificando aquellas escaramuzas, meras efemérides que a nadie interesan”, explica Calonge. Una metáfora de la vida como combate en la que los tres actores del grupo representan los restos de un ejército en desbandada que se esfuerzan por mantener viva la guerra sin cuartel que libran desde hace más de cuarenta años. “Combate inútil, que parece ser nuestra esencia cultural, lo quijotesco. Épica para tres farsantes, sátira de todo poder humano, la dignidad y la fe como acto de resistencia. Esas fueron siempre nuestras trincheras. Siempre derrotados, nunca vencidos”, sostienen.

Una escena de 'La batalla de los ausentes' en el Festival de Teatro de Olite.
Una escena de ‘La batalla de los ausentes’ en el Festival de Teatro de Olite.Victor Iglesias

Es casi insólito encontrar un grupo escénico en el que durante más de cuatro décadas no haya cambiado ninguno de sus componentes. Tan solo cargan con la ausencia de Juan Sánchez, fallecido hace ocho años. Calonge y Paco de la Zaranda creen que lo que les ha mantenido unidos tanto tiempo es una rebeldía compartida: “Un espíritu libre ante muchas convenciones, ante mucho sometimiento económico. Y la fidelidad a un lenguaje que se nos descubrió. En el teatro de hoy es muy raro encontrar a alguien con un lenguaje propio”. Y es obvio y reconocido, sobre todo fuera de España, que La Zaranda lo tiene. Pero también tienen la certeza de que su lenguaje teatral no fue más que un esbozo de todo lo que quisieron decir. “Nos mueven otras cosas. No un aspirar a algo, sino un detenerse, detenerse a compartir en la búsqueda de eso que pensamos que es el teatro, que no es pensar sino hacer sobre el escenario. Buscar no ya lo que el teatro pueda darnos, sino lo que podamos devolverle”.


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