“Fue cuando dejé de buscar un hogar en los demás y construí los cimientos de una casa en mí misma cuando descubrí que no había raíces más íntimas que aquellas que hay entre la mente y el cuerpo que han decidido convertirse en uno”. Como la artista Louise Bourgeois, o como el escultor René Magritte, la escritora Rupi Kaur (Jaipur, 1992), que también es ilustradora y dibuja las imágenes que ilustran sus libros, siempre ha relacionado casa y cuerpo, casa y madre y cuerpo y mente. Ya en el poemario El sol y sus flores (Seix Barral), que Elvira Sastre tradujo en 2018, Kaur hablaba de cimientos como raíces. Y aconsejaba: “mira tu cuerpo susurra no hay hogar como tú”.
En ese poemario se refiere también a la “zona de construcción de nuestro futuro”. Y dice: “no es lo que dejamos atrás lo que me rompe , sino lo que podríamos haber construido si nos hubiéramos quedado”.
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Y, con las pocas palabras que necesita para decirlo casi todo, incluso escribe sobre elementos arquitectónicos cuando hace autocrítica: “claro que me preocupo por los que están a mi alrededor. sólo lucho para demostrarlo. un muro se interpone en el camino. solía soñar con ser tan fuerte que nada pudiera derrumbarme. ahora. soy. tan fuerte. que nada me derrumba. y sólo sueño con ablandarme”.
En El sol y las flores también habla de inmigrantes como puentes: “no tienen ni idea de lo que significa perder un hogar a riesgo de no encontrar nunca uno nuevo de que toda tu vida se divida entre dos tierras y se convierta en el puente entre dos países”.
Elvira Sastre también ha traducido el nuevo libro-poemario, Home body (Casa cuerpo), ha sido traducido al castellano con el título de uno de sus versos: Todo lo que necesito existe ya en mí. En él, Kaur sigue utilizando analogías arquitectónicas. Incluso para hablar de “vacaciones”: “Creíste que era una ciudad lo bastante grande como para una escapada de fin de semana soy el pueblo que la rodea, aquel del que nunca has oído hablar pero siempre cruzas, aquí no hay luces de neón ni rascacielos ni estatuas pero hay un trueno con el que hago temblar los puentes no soy comida de la calle soy espesa mermelada casera lo más dulce que tocarán tus labios no soy sirenas de policía soy el crujido de una chimenea te quemaría y aun así no podrías dejar de mirarme porque estoy tan guapa cuando lo hago que te sonrojas no soy una habitación de hotel soy un hogar no soy el whisky que quieres soy el agua que necesitas no vengas aquí con expectativas de convertirme en tus vacaciones”.
Esta es una poeta para jóvenes y adultos, para mujeres y para hombres. Su idea de la casa es la tranquilidad y la paz. Y defiende ese territorio básico y máximo desde la más alta exigencia: “la próxima vez que te diga que te está creciendo el pelo de las piernas recuérdale a ese chico que tu cuerpo no es su casa es un invitado”.
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