Lara Renard: “Mi propósito para este año es no caerme del trapecio”

Así de entrada, Lara Renard no se parece en nada a Pinito de Oro ni a Lola, la protagonista de Trapecio que encarnaba —y nunca mejor dicho— Gina Lollobrigida. Pero también es trapecista como ellas. Una trapecista contemporánea, sin lentejuelas, muy atlética, con flequillo corto y las sienes afeitadas, que reniega del sexismo del antiguo circo y los roles estereotipados y que sostiene que el empoderamiento femenino es posible desde el trapecio. Valenciana de 26 años, vive en Barcelona desde los 18 y tiene ya a sus espaldas una notable trayectoria profesional que incluye haber formado su propia compañía (Sputniks, con su pareja de acrobacia y sentimental, Miquel Sol) y participar en diferentes proyectos con otros grupos. Actualmente, hasta el día 23 de enero actúa en Sotrac, de Raül Garcia, el espectáculo del Circo de Invierno del Ateneo Popular de 9 Barris. Sentada en una terraza ante un café con leche sonríe al ver que su interlocutor —que lleva bajo el brazo para impresionar el Traité du funambulisme, de Philippe Petit (Actes Sud, 1997)— pide un donut, cosa que jamás harían si quisieran seguir en forma el Gran Sebastian o The Flying Alfredos.

Pregunta. Lara Renard parece un bonito nom de piste.

Respuesta. Pues es mi nombre de verdad, tengo familia francesa. Renard es zorro, ¿sabe?

P. ¿Cómo se hace uno trapecista?

R. Hice patinaje artístico y vine a Barcelona para competir, entonces me fallaron las rodillas. Estudié INEF y busqué algo artístico para sustituir al patinaje; una amiga me descubrió el trapecio y tomé clases regulares en la escuela Rogelio Rivel.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.

Suscríbete

P. ¿Le viene de familia el circo?

R. Para nada. Aunque mi padre convivió un tiempo en Valencia con un puma.

P. ¿?

R. Lo tenía un amigo en su piso. Murió al caerse por la ventana.

P. ¿Fue el del trapecio amor a primera vista?

R. Sí, mucho. Me especialicé en trapecio doble, con pareja. También hago portes acrobáticos, acrobacia a dos.

P. ¿Qué hace falta para ser trapecista?, aparte de valor, imagino…

R. Solo necesitas ganas, dedicación y esfuerzo. Y encontrar tu forma personal de actuar, tu lenguaje.

P. ¿Es duro?

R. El trapecio provoca dolor; he llorado solo de tocarlo. La barra hace mucho daño, y las cuerdas también. La barra se te clava y te golpeas con ella. Las manos han de endurecerse.

P. ¿Puedo tocarlas?

R. Sí, claro.

P. Son unas manos bonitas, pero cuántos callos y durezas.

R. Cada día cojo una lija y me los froto. También tengo en los pies y en las axilas.

P. ¿Hay una mística del trapecio? Los Wallenda, los Codona, los Cáceres, los Arriola, las Macarte Sisters, Tino Orsini…

R. Tiene algo, sí. Estás allá arriba, no puedes caer. La vida es igual: te da golpes, te hace daño, pero a la vez, si tienes recursos, te ayuda.

P. ¿Ha sufrido accidentes?

R. De trapecio, no; haciendo acrobacia, sí, y bailando me he roto un pie.

P. ¿Cómo se ve el mundo desde lo alto?

R. Se ve diferente. Ahora es mi manera de ver la vida. Me he tenido que trabajar el vértigo. Cuando subo he de estar un rato sentada en la barra, mirando el espacio, habituándome. Según la altura a la que estés impresiona mucho.

P. ¿Tiene salidas el trapecio?

R. En este país no se apoya mucho el circo, falta una decisión política que comprometa ayudas a largo plazo. Yo soy una privilegiada porque en los últimos años he trabajado en espectáculos grandes y he podido vivir del trapecio y de dar clases. La realidad no es esa. Falta mucho apoyo económico al circo, al menos como el que tiene el teatro.

P. Curiosamente, pese a su precariedad, el circo es muy solidario.

R. Porque siempre ha sido muy underground, muy alternativo, la rama más precaria de las artes escénicas, y eso da mucha empatía con la gente que lo pasa mal. El circo además está en todas partes, monta su carpa en cualquier sitio, está en la calle. Con mi chico, que además de acrobacia hace malabares y diábolo, nos gastamos los ahorros en ir por el mundo y actuar en lugares desfavorecidos y zonas de conflicto, ante gente en peligro de exclusión social y refugiados. Hemos estado en un campamento en la frontera de Uganda y Sudán, en barriadas en Perú, Chile o Bolivia, en Bosnia…

Lara Renard impartiendo una clase de trapecio en un suburbio de Kampala (Uganda).
Lara Renard impartiendo una clase de trapecio en un suburbio de Kampala (Uganda).SPUTNIKS Cia

P. ¿Le gustan las películas de circo? Trapecio, El mayor espectáculo del mundo, El fabuloso mundo del circo…

R. Sí, pero mi preferida es Una tarde en el circo, de los hermanos Marx.

P. En las películas de circo, bien, no en la de los Marx, hay siempre, junto al riesgo del triple mortal, una historia de amor en el trapecio, a menudo un triángulo.

R. Para mí, no hay espacio para el romanticismo en el trapecio. Pero hay algo muy bonito en confiar tu vida a la persona con la que estás allá arriba; para lanzarte has de confiar en que te cogerán. Tu pareja ha de estar dispuesta a romperse los brazos o las costillas por ti. ¿Es una historia de amor eso, o de vida?, no lo sé.

P. El trapecio clásico ha estado muy erotizado.

R. ¡El trapecio y el suelo! La trapecista ha sido muy cosificada, pero el faquir también iba con una ayudante en minifalda. La tendencia ahora es hacia no sexualizar a las mujeres en el circo, cuidando el vestuario, cambiando los roles y luchando contra los estereotipos. Por ejemplo, en una pareja de trapecio el portor, el que sujeta, puede ser una mujer y el ágil, el volteador, el que es lanzado, un hombre.

P. ¿Hay empoderamiento en el trapecio?

R. Como en el mundo en general. Somos muchos los artistas que entendemos que la puesta en escena es una acción política, que cada elección, como qué te pones y cómo estás el escenario son opciones trascendentes que te definen a ti y a tus ideas. Debes aprovechar la oportunidad para hacer feminismo desde el trapecio.

P. ¿Significa eso adiós a los maillots tipo Lili y Toni Alfredo (Rita Hayworth y Claudia Cardinale) en El fabuloso mundo del circo?

R. Significa que has de poder elegir, ponerte lo que quieras, según la libre expresión de cada una. Yo tengo ropa práctica y estética, puedo vestir un mono más o menos ajustado o un maillot, todo depende de cómo lo lleves. Particularmente, yo no soy una trapecista muy estética sino más bien dinámica.

P. ¿Qué opina de la polémica reciente entre el circo tradicional y el circo contemporáneo con motivo del Premio Nacional de Circo?

R. Ha de haber espacio para todo. A mí me encanta el circo tradicional. Si al público le gusta todo, ¿por qué eliminar propuestas? Nosotros hacemos contemporáneo, pero incluso ahí dentro hay muchas tendencias y matices.

P. Desde el trapecio, ¿cuál es su propósito para este año?

R. No caerme.

Inicia sesión para seguir leyendo

Sólo con tener una cuenta ya puedes leer este artículo, es gratis

Gracias por leer EL PAÍS


Source link