Las goteras se convierten en la gran amenaza para el Templo Mayor de Tenochtitlan

Sobre el piso del cuarto norte de la Casa de las Águilas, en el Templo Mayor de los aztecas, en Ciudad de México, tres cubetas aparecen como la última línea defensiva de un pasado en peligro. La cubierta que protegía el recinto se derrumbó el 28 de abril por una tormenta de granizo, volatilizando las rutinas conservativas de arqueólogos y restauradores. Desde entonces, unos y otros dedican sus días a vigilar los bajorrelieves de la casa, de enorme valor por la cantidad de colores que aún se conservan, únicos en la zona arqueológica.

Las cubetas son parte del sistema de protección que han diseñado los especialistas para evitar que las lluvias afecten los bajorrelieves y los pisos de estuco. La granizada de abril mojó parte de los vestigios y con la cubierta destruida, toda idea es bienvenida. Bajo el techo, sobre las cubetas, los conservadores han instalado dos redes de canaletas, que recogen el agua y la llevan al desagüe. En el piso y los muros, han colocado paneles de polietileno. Mariana Díaz de León, jefa de restauradores del Templo Mayor, explica que estos paneles son “inertes”, es decir, no se pudren. “Así evitamos que aparezcan mohos o microorganismos que podrían afectar los muros o el estuco”, añade.

Más información

Desde el colapso, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH, gestor de la zona arqueológica, ha insistido en que los daños han sido menores. El instituto ha explicado que la cubierta cayó sobre la barandilla del andador por el que normalmente transitan los turistas, salvando así el piso y los muros. Sin que se haya generado un gran escándalo, las críticas por el escaso mantenimiento que había recibido la cubierta han sido una constante desde entonces. Además, el miedo a una afectación mayor persiste, más en plena temporada de lluvias, con el techo despanzurrado sobre la casa en forma de libro abierto. De momento, las cubetas, las canaletas y los paneles han funcionado, pero no hay garantía de que aguanten una gran tormenta como la de abril.

Parte del núcleo ceremonial de los mexicas, la Casa de las Águilas es uno de los edificios más importantes del complejo. El INAH considera que allí se celebraron ceremonias religiosas y políticas importantes, como los velorios de los tlatoque o el nombramiento de los nuevos reyes. Por su lado, el Templo Mayor es la joya de la corona de la arqueología nacional, no solo en un sentido histórico, sino también político. En mayo, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, celebró allí el aniversario del nacimiento de Tenochtitlán, vieja capital de los mexicas. En agosto planea volver, esta vez para conmemorar la caída de la ciudad lacustre a manos de la alianza entre españoles y los pueblos nahuas enemigos de los aztecas.

Personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia trabaja en la Casa de las Águilas, este mes.
Personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia trabaja en la Casa de las Águilas, este mes.INAH

Desde el discurso, López Obrador ha mostrado interés y preocupación por el patrimonio arqueológico del país. Trabajadores del INAH han criticado estos años sin embargo la falta de apoyos para mantenimiento e investigación, caso de las cubiertas del Templo Mayor. La dirección del instituto ha explicado en varias ocasiones que la pandemia de covid-19 ha forzado cambios en el presupuesto. Resulta una incógnita saber qué ocurrirá cuando México vuelva a la normalidad.

En lo que respecta a la Casa de las Águilas, la intención de la Secretaría de Cultura es retirar la cubierta, que hace poco cumplió 40 años. Luego colocarán una nueva. En estos dos meses y medio desde el colapso se ha especulado también con la posibilidad de cambiar las otras tres cubiertas, instaladas de igual manera hace 40 años. A los arqueólogos preocupa sobre todo la que protege los restos de parte del Huey Teocalli, la pirámide del Templo Mayor, el edificio más importante del complejo.

El sigilo rodea las acciones del INAH. Apenas la semana pasada el instituto colgó unos carteles en la barda del recinto, explicando la importancia de la Casa de las Águilas, un edificio que los arqueólogos tardaron 17 años en excavar, de 1980 a 1997. Allí encontraron por ejemplo dos extraordinarias esculturas del dios Mictlantecuhtli, señor del inframundo azteca, actualmente expuestas en el museo del sitio. En los carteles, el instituto informa de que los expertos han apuntalado el techo con vigas de madera y metal. Sobre el futuro, los carteles leen: “Luego de cambiar la techumbre, se colocará una nueva estructura de manera inmediata, ya que los vestigios no pueden quedar a la intemperie”.

La empresa se antoja complicadísima, primero por el peso de la cubierta caída y luego por la necesidad de proteger los vestigios, aspecto que enlaza con el tiempo necesario para instalar la nueva. Parece difícil que la casa no quede a la intemperie, al menos un tiempo. Una fuente del instituto refiere que “el desmontaje del techo destruido costará semanas y la instalación de la nueva… Meses en total”. La restauradora Díaz de León explica que ella y su equipo, en total cuatro personas que se encargan exclusivamente de la Casa de las Águilas, ya trabajan en la colocación de una “tarima de madera elevada, que permita que el piso se ventile y que además permita el tránsito”. Parte de esa tarima será móvil, los tablones podrán levantarse para que los conservadores monitoreen el suelo y las banquetas con los bajorrelieves, que se elevan más de medio metro sobre el suelo.

Una manta colocada por los trabajadores del Templo Mayor que manifiesta su inconformidad por el riesgo y deterioro de la zona en el centro histórico de Ciudad de México.
Una manta colocada por los trabajadores del Templo Mayor que manifiesta su inconformidad por el riesgo y deterioro de la zona en el centro histórico de Ciudad de México.Mónica González

Acostumbrada a buscar soluciones a la carrera, Díaz de León explica que lo que más les preocupa son los “cambios ambientales bruscos”, esto es, aumentos o descensos de temperatura o humedad en el ambiente. “Ahora estamos monitoreando el ambiente con los dataloggers, que miden justo esas dos variantes”, añade. La incertidumbre enmarca los meses venideros, cuando concluya la temporada de lluvias, el ambiente se seque y el invierno se acerque. La sincronización de los equipos de trabajo encargados de resguardar el patrimonio, quitar la cubierta vieja y colocar la nueva será fundamental para el futuro de la Casa de las Águilas.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país


Source link