Las heridas abiertas de Igualada

Una chica cruza la plaza del Ayuntamiento en Igualada (Anoia)
Una chica cruza la plaza del Ayuntamiento en Igualada (Anoia)MASSIMILIANO MINOCRI / EL PAÍS

Apenas hay movimiento en el centro de Igualada (Anoia) a mediodía de un día entre semana. Las terrazas de los bares, que pueden abrir para dar comidas, están vacías o a medio gas. Apenas hay clientes en la mercería y la zapatería está cerrada. El viento de febrero se cuela por los soportales de una plaza del Ayuntamiento casi desierta. “No hay nadie. Todo va fatal. Yo aguanto porque no tengo trabajadores, pero tengo que seguir pagando impuestos y hago facturaciones diarias de 20 euros”, lamenta Jordi García, que regenta la heladería Cal Jordi en la plaza. La que fuera zona cero de la pandemia en Cataluña, la primera ciudad confinada por la explosión de contagios a principios de marzo, arrastra aún las secuelas de una crisis sanitaria sin tregua. Siguen faltando recursos humanos en su hospital, donde el virus llegó a diezmar la plantilla, y la actividad económica se resiente tras los sucesivos confinamientos. La gestión de la pandemia, auguran algunos vecinos, pasará factura en los comicios del 14-F. “Habrá un voto de castigo”, apuntan.

Hace casi un año, en la tarde del 12 de marzo, Cataluña confinaba a 70.000 vecinos de cuatro municipios de la Conca d’Òdena (Igualada, Vilanova del Camí, Santa Margarida de Montbui y Òdena). El virus campaba a sus anchas por la zona y el epicentro del foco era el propio hospital de Igualada, que llegó a tener el 40% de su plantilla aislada a causa de la covid. El centro sanitario colapsó, incapaz de asumir el aluvión de pacientes infectados por falta de infraestructura y manos, y toda la actividad económica no esencial echó el cierre. Igualada se convirtió en el conejillo de indias de una medida que días después se extendería en toda España.

”En el hospital hubo una situación en la que se juntó un pico de actividad en cuanto a la velocidad de enfermos con una ausencia de más del 35% de los profesionales. No hubo la rapidez de respuesta que hubiera sido necesaria. No fue una respuesta mancomunada como la que tenemos ahora”, explica Jordi Monedero, director asistencial del Hospital de Igualada. El médico admite que, en el último año, el Departamento de Salud ha renovado los respiradores, ha aumentado la dotación de recursos materiales y también ha incrementado las partidas económicas destinadas al centro para paliar el impacto de la crisis sanitaria. Pero todavía faltan cosas por hacer. “Hay mucha falta de profesionales de enfermería y otras especialidades y también en atención primaria es preciso poner más recursos. En salud pública se ha hecho un cambio real, pero aún hay vulnerabilidad: estamos convencidos de que tenemos la variante británica del virus [más contagiosa] desde antes de Navidad, pero no la conseguimos detectar. Hay que aumentar el soporte molecular para detectarla y poder ser más precavidos y proactivos”, apunta Monedero.

En la calle pesa también el hartazgo. Las amigas Montse, Dolors y Carolina, vecinas de Igualada, esperan a cruzar un paso de peatones en los alrededores del hospital. “Estamos cansadísimos. Los restaurantes y los bares son los que peor lo están pasando. Pero todos estamos encerrados”, lamenta una de las ancianas. “Ahora no tenemos cursillos presenciales, son todos virtuales, y ya no apetece ir”, tercia Montse. La ciudadanía está cansada, coincide el alcalde, Marc Castells (Pdecat): “Hay una fatiga absoluta que afecta al estado de ánimo. Una ciudad tan dinámica como esta tiene ganas de que esto acabe y comenzar la remontada, aunque será difícil porque vendrá una crisis social y económica importante”.

Los comercios y locales de restauración acusan también el azote de un virus que solo se mitiga con el parón de la economía. “Hemos tenido alguna ayuda directa de la Generalitat, pero es insuficiente”, lamenta Salvador Vidal, que regenta la mercería Cal Perico. “El peor palo”, dice, fue durante el primer confinamiento y todavía no se han recuperado. “Aunque han llegado ayudas y hemos podido dar recursos a través de la mancomunidad de municipios a restaurantes, entidades culturales, comercios, taxistas, centros de estética…, esto solo es una pequeña ayuda que no compensa el sufrimiento que están teniendo. Por parte de la Generalitat tenemos la sensación de que nos podrían haber ayudado mucho más”, admite el alcalde. Castells denuncia que “no se escucha” al mundo local. “Eché de menos que cuando una ciudad ha sufrido de forma excepcional, no se le ayudase de forma excepcional. Nos han dado ayudas tanto la Diputación, que estamos muy contentos, como la Generalitat, pero tengo la sensación de que se han dado para cubrir el expediente y ya”, protesta Castells.

Las heridas de la pandemia siguen abiertas e Igualada se enfrenta a las elecciones autonómicas con la mente más puesta en la crisis sanitaria que en los votos. “Igualada no se ha recuperado. Ni los sanitarios ni los pacientes. El primer confinamiento fue durísimo”, valora Susana Juan, médica de familia en el centro de atención primaria Igualada Urbà y delegada de Metges de Catalunya. Se da la circunstancia de que, en estas elecciones, varios candidatos de primera fila son de Igualada: la consejera de Salud, Alba Vergés (ERC); la candidata del Pdecat y consejera de Empresa durante el brote en la ciudad, Àngels Chacon; y el número tres del Pdecat y alcalde del municipio, Marc Castells. Pero el peso de crisis sanitaria, auguran los vecinos, pasará factura.

“Esto irá por barrios, pero habrá algunos sectores, los más castigados por la normativa, que castigarán en las urnas. Habrá una factura electoral a los que han estado al frente de la pandemia porque la sensación es que no se hizo todo lo que se podía hacer”, apunta Salvador Vidal. El dueño de la heladería de la plaza, coincide: “Yo no voy a ir a votar. Los políticos no lo han hecho bien. Nos han dejado abandonados”.

Castells, que es parte interesada porque se presenta a los comicios en puestos de salida con el PDeCAT, insiste también, como alcalde, en que la pandemia pasará factura en las urnas. “Intuyo que habrá un voto de castigo al Govern. La gente está descontenta y esto se trasladará el 14-F en dos acciones: o que no vayan a votar o que no los vuelva a votar”. Susana Juan, en cambio, cree que no habrá ese castigo: “La gente se olvida pronto de todo lo ocurrido”.


Source link