EL PAÍS

Las mentiras de la Fox se sientan en el banquillo

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El juicio previsto para esta semana en Wilmington (Delaware) parte de una premisa ya sentada por el juez. La cadena de televisión Fox, sus presentadores estrella, invitados y tertulianos, difundieron sin descanso la mentira de que a Donald Trump le robaron las elecciones de 2020. Además, dijeron que lo hicieron como parte de un complot en el que participó la empresa Dominion con sus máquinas de recuento. La cuestión es hasta qué punto la cadena de televisión ultraconservadora controlada por el magnate Rupert Murdoch difamó al dar alas a ese bulo. Están en juego no solo 1.600 millones de dólares (1.440 millones de euros), sino también los límites de la protección a la libertad de expresión en tiempos de desinformación y manipulación.

Sin esas mentiras, probablemente no se explicaría el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, ni que buena parte de los votantes republicanos aún crean que Joe Biden no ganó limpiamente las elecciones, ni que el propio Trump, que ya quiso sembrar dudas sobre la victoria de Barack Obama en 2012, siga siendo el político favorito de las bases de su partido.

Lo que, en principio, se juzgará las próximas semanas en Wilmington, la ciudad adoptiva del propio Biden, no son las consecuencias de esas mentiras, sino determinar, por parte del jurado, si la Fox las difundió con dolo, con “actual malice”, es decir, si sabía que mentía o faltó de forma imprudente a la verdad. El inicio del juicio, previsto para este lunes, se ha pospuesto un día, según anunció el domingo por la noche el juzgado sin dar explicaciones del motivo. Fuentes citadas por el Washington Post aseguran que las dos partes buscan un acuerdo de último minuto.

En su demanda, Dominion Voting Systems sostiene que la cadena prefirió conscientemente dejar de lado la verdad y apuntarse a las teorías conspiratorias para satisfacer a su audiencia sin ningún escrúpulo. Fox defiende la tesis de que las alegaciones sobre fraude electoral de Trump y sus aliados eran material que había que cubrir informativamente.

Las diligencias previas de investigación del caso (declaraciones juradas, mensajes de correo electrónico y telefónicos y otros documentos) no dejan en buen lugar a la cadena. Han sido un espectáculo algo obsceno, pero muy iluminador, una exposición pública de las interioridades del medio informativo más influyente en el electorado conservador estadounidense. Basta saber que esta televisión por cable llega a 75 millones de abonados en Estados Unidos para hacerse una idea de su influencia.

Máquinas de recuento de votos de Dominion en un almacén de Nuevo México.Andres Leighton (AP)

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Donald Trump concedió la semana pasada a Tucker Carlson, el presentador estrella de la Fox, la primera entrevista después de la imputación. Carlson le puso la alfombra roja al expresidente y no le planteó ni una sola cuestión comprometida. Parecía su más sincero admirador. Pero entre los documentos del caso hay mensajes de texto del presentador en que mostraba sus verdaderos sentimientos sobre el expresidente: “Estamos muy, muy cerca de poder ignorar a Trump la mayoría de las noches”, decía. “De verdad que no puedo esperar”, añadía. “Le odio apasionadamente”, decía otro mensaje.

Carlson, al menos, declaraba sospechar que había habido fraude electoral, pero las comunicaciones y declaraciones han mostrado que la mayoría de los presentadores de la Fox y el propio Murdoch no creían en ese bulo, pero sostenían en privado lo contrario de lo que decían en público. En enero, en una declaración bajo juramento, los abogados de Dominion le preguntaron a Murdoch: “¿Cree que las elecciones presidenciales de 2020 fueron libres y justas?”. “Sí”, admitió. “Las elecciones no fueron robadas”, añadió, según los documentos del caso. Los directivos de Fox, sin embargo, se dieron cuenta de que lo que quería su audiencia era oír esas mentiras y se pusieron a propagarlas sin límite, instalándose sin recato en una realidad alternativa.

En la noche electoral, las cadenas de televisión despliegan grandes equipos que usan métodos estadísticos para adjudicar la victoria a un candidato cuando sus modelos la dan por irreversible. Compiten por ser los primeros en hacerlo. El equipo de Fox, su llamado Decision Desk, fue el primero en declarar a Biden ganador en Arizona, antes que las cadenas rivales y que Associated Press, el canon casi infalible.

Esa primicia de Fox, ese éxito periodístico, enfureció a Trump y su equipo. La derrota en Arizona le dejaba casi sin posibilidades de ser reelegido presidente. A la audiencia de la Fox, tampoco le gustó la noticia. “¡Odio a nuestra gente del Decision Desk!”, escribió Rupert Murdoch el 7 de noviembre, la noche en que las televisiones dieron por ganador definitivo a Biden. Mientras, Newsmax, una nueva cadena fundada por un antiguo ejecutivo de Murdoch, iba ganando audiencia el negarse a declarar ganador a Biden. Los más acérrimos seguidores de Trump buscaban allí refugio.

Rupert Murdoch, en un acto de octubre de 2019 en Nueva York.Mary Altaffer (AP)

Fox se ha visto obligada a facilitar las comunicaciones de Murdoch al respecto. Envió un correo electrónico alertando sobre una noticia publicada en su propio periódico, The Wall Street Journal, acerca de las intenciones de Trump de favorecer a Newsmax: “Hay que vigilar a esta gente, aunque sea con escepticismo”, decía. Luego, Murdoch no pudo resistirse cuando vio la lamentable rueda de prensa de Rudy Giuliani, abogado de Trump, en la que el tinte del pelo le chorreaba mientras sostenía sus teorías conspiratorias: “Es algo terrible que perjudica a todo el mundo, me temo. Probablemente, nos haga daño a nosotros también”, escribió en otro mensaje a la jefa de Fox News Media, Suzanne Scott.

Giuliani señaló a Dominion, cuyos empleados recibieron amenazas de muerte, y que ha demandado a Fox por 1.600 millones de dólares. También acusó a otra empresa, Smartmatic, que también ha demandado a Fox por difamación y reclama 2.700 millones en un caso aún pendiente de juicio.

En aquellas semanas, Rupert Murdoch, su hijo Lachlan y Suzanne Scott mantuvieron algunas reuniones sobre cómo debía actuar la cadena. “Discutieron la creciente reacción de los telespectadores contra [la] Fox, cómo ganarse de nuevo a los telespectadores (entre otras cosas, no contratando a invitados demócratas) y la dirección que debería tomar [la] Fox”, dice la demanda de Dominion. Entre presentadores y periodistas también hubo discusiones e intercambios que ahora han salido a la luz.

“No queremos enemistarnos más con Trump”, dijo Murdoch en un mensaje del 16 de noviembre. Al ser interrogado en las diligencias previas del caso, explicó a qué se refería: “Tenía muchos seguidores, y probablemente eran en su mayoría espectadores de Fox, así que habría sido estúpido”. “Muchos espectadores cuerdos de Fox todavía creen en Trump”, dijo en otro momento.

Puede parecer cínico airear mentiras para retener la audiencia, pero Murdoch esgrimía en los interrogatorios otro argumento al ser preguntado si era consciente de que la Fox estaba dando voz a esas acusaciones falsas: “Informamos de las noticias, y tenemos docenas de personas al día en los canales que hablan de las noticias. El presidente de Estados Unidos hacía afirmaciones descabelladas, pero eso es noticia”, se defendió, aunque en algún momento del interrogatorio admitió que los propios presentadores de la Fox estaban avalando el bulo de las elecciones robadas.

En el juicio, el jurado de 12 personas ni siquiera tiene que decidir si el comportamiento fue ético, sino si traspasa el exigente umbral fijado en su día por el Tribunal Supremo para interpretar la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, la que consagra la libertad de expresión. Desde la famosa sentencia de 1964 del caso del The New York Times contra Sullivan, el alto tribunal exige ese dolo para que triunfe una demanda por difamación. Eso es lo que tiene que decidir el jurado. En las diligencias previas ya ha quedado sentada la falsedad de las afirmaciones sobre Dominion: está “claro como el agua”, dijo el juez. Ahora hay que decidir si fueron falsedades a sabiendas o, al menos, con desprecio imprudente sobre si eran verdad o mentira.

Abogados de Fox News, saliendo la semana pasada de una vista en el juzgado de Wilmington que lleva la demanda de Dominion por difamación.EDUARDO MUNOZ (REUTERS)

Este lunes estaba previsto que los abogados de las partes presentasen los alegatos iniciales, lo que ahora está previsto para el martes. El desfile de testigos, si un acuerdo no frustra el juicio, comenzará a continuación. El juez admite que se llame a testificar a presentadores estrella como Tucker Carlson y Sean Hannity; a la jefa de Fox News Media, Suzanne Scott, y al propio Rupert Murdoch. El caso lo decide un jurado de 12 personas seleccionado la semana pasada en una circunscripción claramente demócrata.

El juez del Tribunal Superior de Delaware que lleva el caso, Eric Davis, se ha mostrado implacable y ha cerrado una puerta clave a Fox al impedirle que use como línea de defensa que las falsedades eran de interés informativo: si sabían que las acusaciones eran mentira, ese interés informativo no sería excusa, según su criterio. Otra de las decisiones más polémicas del juez es considerar que la cadena es responsable de lo que decían algunos de sus invitados. Y en las vistas previas al juicio también ha manifestado que no basta con que otros invitados sostuviesen lo contrario.

La cuestión es delicada y los expertos legales están divididos sobre qué desenlace sería mejor para la libertad de expresión. Algunos expertos sostienen que si con todos los indicios acumulados en este caso, no triunfa la demanda, eso puede dar a alas a la desinformación y la manipulación. Además, también puede hacer concluir que los difamados están desprotegidos y los medios demasiado blindados y provocar una reacción en contra. Algunos jueces del Supremo, donde es muy probable que acabe este caso, se han mostrado partidarios de revisar la doctrina del caso del The New York Times contra Sullivan.

Otros juristas, en cambio, creen que si la Fox pierde, se puede abrir una espita y puede desatarse una oleada de demandas que obliguen a los medios a desvelar los criterios que usan en sus coberturas, condicionando su actuación. Hasta las falsedades deben estar a veces protegidas, concluyen.

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