Las pescadoras de Oaxaca, unidas contra un ecocidio

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Sin faena, con el agua contaminada y en medio de la pandemia, la Cooperativa Mujeres Pescadoras del Manglar de Oaxaca (México) se ha visto obligada a reconstruirse para hacer frente a la destrucción de un ecosistema en peligro de desaparecer. “Aquí en nuestra laguna se perdió el pescado, el camarón, que había mucho, y la almeja tichinda ya no se puede comer”, comenta Cirila Martínez, integrante de la organización y habitante de Zapotalito, comunidad colindante con la laguna Pastoría.

Araceli García Vásquez, 31 años, enseña la gran cantidad de almeja tichinda que se encuentra en la laguna y que corren el riesgo de contaminación.

FOTOGALERÍA | Las defensoras de la laguna

La Pastoría es parte del complejo lagunar Chacahua, reconocido como sitio Ramsar en el 2008, o lo que es lo mismo, un humedal designado como de importancia internacional. Este ecosistema de bosque de mangle funciona como guardería de peces, además de ser hábitat de moluscos, crustáceos, reptiles y otras especies. No obstante, a nivel global el 50% de estos espacios ha desaparecido durante los últimos 50 años y, sin una intervención oportuna, la totalidad de ellos podrían extinguirse en el próximo siglo, según afirma la organización Alianza Manglar.

Hace 20 años, la Pastoría era un ecosistema saludable con una abundancia que proveía a unos 2.000 pescadores y sus familias de alimento y recursos económicos. Sin embargo, la situación que se vive hoy es completamente diferente. La laguna se encuentra casi sin vida, su agua está contaminada y cada vez es más difícil para los habitantes de Zapotalito y de otras cuatro comunidades cercanas, sobrevivir de la pesca. “La falta de producción de peces hace que muchas personas migren, y las que no se van se han tenido que hacer cargo de sus hogares”, explica Angélica Gómez del Fondo Semillas, organización feminista que ha ofrecido apoyo a la cooperativa de pescadoras desde que se fundó.

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Este es el caso de Cristina Arellanes Martínez, presidenta de la cooperativa y madre de tres hijos. Su esposo, que también se dedicaba a la pesca, emigró a Estados Unidos. Ahora es ella la responsable del hogar y de la familia.

La Cooperativa de Mujeres Pescadoras del Manglar ha tenido que enfrentarse a múltiples desafíos en un gremio donde generalmente son ignoradas. “Nosotras buscábamos el empoderamiento y la visibilización”, explica Arellanes.

Desde que se fundó la cooperativa en 2016, con la participación de 20 mujeres, la desigualdad y la violencia de género han sido aspectos clave en su trabajo como grupo

De acuerdo con la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), es común que se subestime el papel de las mujeres en el sector pesquero, aun cuando ellas representan el 19% del sector a nivel global y el 50% cuando se combinan el sector primario y el secundario. En el caso de México, ellas suponen el 12% de las trabajadoras directas en el gremio y el 48% en el ciclo completo, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Desigualdad y violencia de género

Desde que se fundó la cooperativa en 2016, con la participación de 20 mujeres, la desigualdad y la violencia de género han sido aspectos claves en su trabajo como grupo. “Las pescadoras, aparte de organizarse laboralmente, empezaron a sensibilizarse en los derechos de las mujeres”, comenta Angélica Gómez, del Fondo Semillas. La desigualdad les afecta desde el núcleo familiar por las dobles y triples jornadas que deben cumplir y, en lo comunitario, por la discriminación de género. “Hay hombres que no pueden creer lo que tú haces, como que les causa envidia, y es triste porque por parte de ellos tú no puedes tener apoyo”, explica Arellanes.

La igualdad de género forma parte de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, no obstante, en México esta meta está lejos de ser alcanzada. Ellas destinan 2,5 veces más tiempo a las labores del hogar que los hombres, y más del 30% cumple doble jornada, asegura Lucía Pérez Fragoso, de la organización Equidad de Género, Ciudadanía, Trabajo y Familia, con datos de un estudio del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).

Vista panorámica de la laguna Pastoría y del ecosistema de manglares que está en peligro de desaparecer. Pincha en la imagen para ver la galería completa.
Vista panorámica de la laguna Pastoría y del ecosistema de manglares que está en peligro de desaparecer. Pincha en la imagen para ver la galería completa.ANTONIO CASCIO

Brígida Martínez, integrante de la cooperativa, tiene 56 años y, a pesar de un grave problema de rodillas, es la responsable de llevar el sustento a su hogar, ya que su esposo no trabaja por su estado de salud. Todos los días se levanta antes del amanecer, realiza las labores domésticas y sale a recorrer las comunidades aledañas vendiendo el pescado que compra, cocina y, luego, distribuye.

Aunque las pescadoras se enfrentan a múltiples adversidades por el deterioro ambiental y la desigualdad, se han beneficiado de la asistencia psicológica para superar los traumas y dificultades que tenían antes de entrar en la cooperativa. “Cuando entré ahí, no pensé que iba a cambiar nada, pero sí cambiaron muchas cosas. Antes yo no podía hablar, ni mirar a la gente a la cara. Siempre me la pasaba en mi trabajo. No me interesaba lo que hubiera a mi alrededor”, relata Martínez.

Otra dificultad a la que se enfrentan es el alto índice de violencia de género. En México, 66 de cada 100 mujeres han sufrido al menos una agresión machista a lo largo de su vida, según resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH). La cooperativa y los talleres de sensibilización les han ayudado a crear lazos solidarios y a rechazar la violencia. “Cuando sufre una mujer tú quisieras apoyarla. Económicamente tal vez no puedes, pero le das un consejo, les dices dónde les pueden ayudar. Yo digo que todas las mujeres sufrimos violencia… De diferentes maneras, pero la sufrimos”, comenta Arellanes.

Corrupción y racismo ambiental

Oaxaca es el segundo Estado con mayor población afromexicana del país, con un 4,9%, aunque la mayoría está concentrada en la Costa Chica, donde se encuentra Zapotalito. Estas comunidades han sido excluidas por generaciones al no ser reconocidas por el Gobierno, ocasionando la violación de sus derechos básicos, como el acceso a agua limpia.

Algunas organizaciones civiles como la Ventana y COPERA realizaron múltiples denuncias acusando al Estado de racismo ambiental e institucional por actuar de forma negligente frente a la problemática de la laguna Pastoría. Las políticas gubernamentales han favorecido los intereses de empresas de agricultura a gran escala sobre las necesidades de la población. Se ha permitido la desviación de los afluentes que alimentaban a la laguna para beneficiar el riego de dichos cultivos, además de hacer caso omiso al uso de agrotóxicos, que son desechados en la laguna.

Estos agrotóxicos no solo han afectado la calidad del agua, sino que, a su vez, están relacionados con la mortalidad masiva de peces en 2017. Los sismos de ese año que dejaron cientos de muertos en el centro del país y decenas de edificios derrumbados en la capital, también afectaron a las comunidades pesqueras dependientes de la laguna Pastoría. Aunque ninguna casa se derrumbó, el temblor removió los sedimentos contaminados por los agrotóxicos, dejando unas 40 toneladas de peces flotando sin vida, según los habitantes de Zapotalito. La cooperativa de pescadoras y la población en general entró en crisis, la pesca en su laguna dejó de ser una actividad viable y el comedor donde comercializaban su producto tuvo que cerrar.

Los agrotóxicos no solo han afectado la calidad del agua de la laguna, sino que a su vez están relacionados con la mortandad masiva de peces en 2017

Por otra parte, los vecinos acusan al Estado mexicano de menospreciar el conocimiento local sobre el uso y manejo de los recursos naturales, ya que se han realizado obras de infraestructura inadecuadas, ignorando las advertencias realizadas por la comunidad. “Las obras están mal hechas, mal ubicadas. Todo el tiempo vemos cómo se comportan las corrientes y hemos intentado participar, pero eso no lo han aceptado nunca”, explica Felipe Quiroz, expresidente del Comité de Seguimiento al Proyecto de la Bocabarra de Cerro Hermoso.

Este problema empezó en la década de los setenta cuando se llevó a cabo la apertura artificial que conectaba la laguna con el océano. Los científicos han advertido que este tipo de obra es una amenaza a las lagunas costeras, ya que modifican la hidrología natural del ecosistema. Los habitantes alertaron a los ingenieros sobre el peligro de esta obra, pero el proyecto continuó, comenta Quiroz. A partir de ese momento las dificultades han sido continuas para garantizar un ecosistema saludable.

Las obras de dragado y la construcción de escolleras que se han realizado en la bocabarra de Cerro Hermoso desde 2001, sin embargo. están inconclusas y asociadas a problemas de corrupción. “Del proyecto de 2014 a 2017 lo único que se logró fue que se beneficiaran las empresas. Se podría decir que vinieron nada más a robarse el dinero”, asegura Quiroz.

Después de la denuncia frente a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 2019, las comunidades afromexicanas finalmente fueron reconocidas por el Estado, pero sus derechos siguen siendo violados. Los habitantes de Zapotalito y otras cuatro comunidades aún esperan que se implementen políticas adecuadas para solucionar el problema ambiental y social causado por la contaminación de la laguna. “Sería bueno que nos uniéramos para que tuviera pescado la laguna, para que se abriera la bocabarra. Eso es lo que queremos, porque si hay vida en la laguna, todos vamos a tener vida”, comenta Brígida Martínez, integrante de la cooperativa.

En la primera mitad del mes de mayo del 2021, como consecuencia de las múltiples denuncias por negligencia y corrupción, la obra de dragado finalmente avanzó. La laguna está conectada nuevamente con el océano. Sin embargo, su profundidad es reducida y no hay garantía de cuánto tiempo va a permanecer abierta la bocabarra. “Puede ser un día, un mes o un año”, explica Antonio Guzmán, director municipal de turismo y pesca.

Mujeres reconstruyéndose

Las adversidades que la cooperativa ha tenido que afrontar redujeron la participación de 20 a 12 mujeres. No obstante, la unión de las que siguen activas les ha permitido mirar hacia otros horizontes en búsqueda de alternativas. Sus integrantes se han capacitado en la formulación de proyectos, en el conocimiento del medio ambiente y se han enriquecido a través de la interacción con otras pescadoras en México, e incluso de otros países. “Yo he ido a participar en eventos a la Ciudad de México y a Oaxaca. En Alvarado, Veracruz, aprendimos cómo trabajan la jaiba (un tipo de cangrejo) que es diferente a cómo lo hacemos acá”, comenta Brigida Martínez.

Las integrantes se han capacitado en el monitoreo de las aguas y de la almeja tichinda para examinar el estado de la laguna y de las especies que habitan en el manglar. Ahora cuentan con sus propios equipos y están a la espera de la aprobación de un nuevo proyecto con Parques Nacionales para continuar con dicho seguimiento. “La tichinda la comemos, pero no sabemos ni cómo está, y son filtradoras, de ahí decidimos trabajar en este tema”, explica Arellanes, presidenta de la cooperativa.

Según un artículo de las Naciones Unidas, las mujeres son las más inclinadas a tomar acción para restaurar los ecosistemas y paisajes, al ser ellas las más afectadas por el cambio climático

Paralelo a este proyecto, las mujeres están trabajando para abrir el canal que anteriormente conectaba la laguna Pastoría con la de Palmarito. Con esta actividad esperan aumentar la oxigenación, facilitar el intercambio de aguas entre las dos cubetas y abrir el acceso a la pesca. “Nosotras también podemos hacer los trabajos que un hombre hace. Ya pusimos el ejemplo del canal, donde trabajamos con pura pala, y está duro el trabajo, pero sí lo pudimos hacer”, comenta Cirila Martínez.

Las pescadoras de la cooperativa han adquirido conocimientos sobre los factores que afectan al ecosistema y a su fuente de sustento. “Yo quisiera trabajar con la comunidad para que no cortaran los árboles, cuidando la laguna, para que no echaran insecticidas. Que la restauremos porque ella lo está necesitando. Todo esto son pérdidas para el mundo”, comenta Arellanes. La presidenta de la cooperativa ha participado en múltiples proyectos, incluyendo la siembra de especies de mangle para la rehabilitación del ecosistema. Sus esfuerzos son evidencia del impacto que ha tenido la creación de la cooperativa en formar mujeres conscientes del entorno donde habitan y la necesidad de protegerlo.

Según un artículo de las Naciones Unidas, las mujeres son las más inclinadas a actuar para restaurar los ecosistemas y paisajes, al ser ellas las más afectadas por el cambio climático; la Cooperativa Mujeres Pescadoras del Manglar es la prueba.

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