Las razones de Nadal para creer (otra vez) de cara a Roland Garros

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En el instante más preciso, a solo dos semanas de emprender un nuevo asalto a Roland Garros, bastión de su leyenda, Rafael Nadal (34 años) dio un golpe en la mesa en Roma después de completar un sinuoso trazado en el que ha ido de menos a más. Durante el último mes, la trayectoria del campeón de 20 grandes ha descrito varias curvas, titubeante en algunas fases y mucho más reconocible en esta semana del Foro Itálico, donde definitivamente destapó sus cartas y dio un acelerón para confirmar otro año más su condición de favorito de cara al torneo de París.

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La respuesta física. El español comenzó con trabas el curso. Unos problemas de espalda le privaron de la ATP Cup y mermaron su rendimiento en el inicio del Open de Australia, hasta que se sometió a una infiltración cervical. En la línea de los últimos tiempos, decidió abreviar su calendario –renunció a Róterdam, Acapulco, Miami y una invitación a última hora de Dubái– y abordó directamente la gira de tierra. Aunque le costó coger la chispa, en Roma demostró estar en plenitud otra vez, poderoso de piernas y cada vez más afinado en las maniobras. Sin contratiempos, su cuerpo ha respondido correctamente a cuatro semanas seguidas de competición y al reto planteado en Roma, frente a rivales de alta exigencia como Sinner (19 años), Shapovalov (22) y el número uno Djokovic (33).

Derecha creciente. Tímido en Montecarlo y Barcelona, empezó a entonarse con el drive en la Caja Mágica (Alcaraz y Popyrin) y progresó con su golpe maestro en el Foro Itálico, donde se produjo el repunte definitivo en la final contra Nole. Genuino termómetro de su juego, ante el serbio dio un paso adelante y desenfundó como en los mejores días. Firmó 37 golpes ganadores y transmitió la sensación de gobernar por fin los puntos, envolviendo la pelota y concediéndole altura, y profundizando en plano cuando pretendía abreviar los peloteos. “En este sentido, he ido mejorando las dos últimas semanas y en la final ha sido muy positivo. He podido cambiar el juego y los golpes ganadores han funcionado mejor que las dos semanas anteriores”, valoró tras elevar su décimo trofeo en Roma.

Escollos de todos los perfiles. Los sorteos de los cuadros le han hecho encontrarse con una amplia amalgama de rivales, con propuestas muy dispares que le han obligado a réplicas muy diferentes. De entrada, se las ha visto con un pelotón de jóvenes vigorosos (Rublev (22), Tsitsipas (22), Alcaraz (18), Popyrin (23), Sinner (19), Shapovalov (22), Zverev (24), Opelka (23), ante los que ha respondido con veteranía y garantías. Se ha impuesto a tenistas de corte más dinámico (Nishikori, Alcaraz, Shapovalov), a los sacadores (Ivashka, Sinner, Zverev, Opelka), a aquellos de mayor oficio (Delbonis, Dimitrov, Norrie, Carreño), a los pegadores (Tsitsipas, Sinner, Shapovalov) y en última instancia a Djokovic, el gran cacique estratégico. Más o menos lúcido, ha ido encontrando soluciones técnicas y tácticas para resolver ante la mayoría de ellos, destrabando varias situaciones complejas.

Nadal se desliza durante la final contra Djokovic.
Nadal se desliza durante la final contra Djokovic.GUGLIELMO MANGIAPANE / Reuters

El blindaje mental, intacto. Nadal afrontó la gira sobre arcilla desde una posición insólita. Nunca antes había competido tan poco previamente –un torneo y cinco partidos, en el Open de Australia– y desembarcó en Montecarlo tras 56 días sin jugar un partido oficial. Pese a ello, ha respondido plenamente desde el punto de vista anímico. Se levantó tras el revolcón monegasco contra Rublev, escapó de un par de enredos peligrosos en el Godó, frente a Ivashka y Nishikori, y allí levantó una bola de partido en la final contra Tstisipas. Todavía estuvo más exigido ante Shapovalov, que en los octavos de Roma dispuso de dos, y supo apagar el fuego cuando Djokovic le lanzó un órdago (doble opción de break) en el quinto juego del tercer parcial. El armazón psicológico del mallorquín sigue a prueba de bombas.

La catapulta de Roma. Aunque su rendimiento dibujaba una línea ascendente, el mal partido ante Rublev al comienzo de la gira y el paso trastabillado en las primeras rondas de Barcelona generaron algunos interrogantes. No ayudó el tropiezo contra Zverev en el barrio de San Fermín, aunque la altura de Madrid siempre esconde trampas para su juego y él mismo interpretó la derrota como un accidente. Después, sin embargo, fue despejando incógnitas conforme avanzó en Roma, con un tenis mucho más fidedigno y saltos cualitativos en un torneo que no ha permitido respiros, con 11h 59m de estancia en pista. El estirón definitivo llegó contra Djokovic, un peaje perfecto para contrastar en qué punto exacto están su juego y sus biorritmos competitivos.

Nadal sirve durante un partido reciente en la Caja Mágica.
Nadal sirve durante un partido reciente en la Caja Mágica.AFP7 vía Europa Press / Europa Press

Dos premios de cuatro opciones. El trabajo innegociable del balear ha encontrado recompensa con dos trofeos: el Godó (ATP 500) y Roma (Masters 1000). Pese a que él disocie estos éxitos de lo que pueda ocurrir dentro de dos semanas en el Bois de Boulogne (del 30 de mayo al 13 de junio), los títulos suponen un refuerzo anímico y suelen ser un buen presagio. “Evidentemente, este triunfo es un extra”, dice; “hasta este torneo, mi temporada de tierra no era mala, ni tampoco muy buena, pero esto la mejora drásticamente”. Llegará allí con dos laureles y dos cuartos de final, mientras el histórico refleja que en 2019 aterrizó solo con el del Foro Itálico, vital entonces, y que en los últimos tiempos solo erró en París en 2015, cuando afrontó el grande francés sin metal en la mochila. Al año siguiente se retiró por un problema en una muñeca.

Saque y revés, con asterisco. Aunque el balear ha puesto los cimientos para desarrollar su mejor juego, tiene un generoso abanico de mejora en dos apartados determinantes. El primero, su servicio. Errático en Montecarlo y Barcelona, con bajos porcentajes de primeros y abriendo con excesiva frecuencia la puerta con los segundos, se corrigió en la Caja Mágica y se enderezó posteriormente en Roma, donde ha mantenido una línea regular hasta el choque con Djokovic; frente a este, comenzó a sufrir cuando perdió el tono con el saque, pero lo enmendó en el tercer set y salió airoso. El otro aspecto a revisar es el revés, un golpe que ha cobrado muchísimo protagonismo en su tenis y de elevado valor estratégico, fundamental para abrir la pista y escorar a los rivales para cerrar luego con la derecha. No ha chirriado, pero en cuanto lo calibre del todo su dominio se multiplicará.

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