Las reservas de agua embalsada caen hasta los niveles de la gran sequía de los noventa


Las lluvias de los últimos días no han resuelto la complicada situación en la que se encuentran las reservas de agua en la mayoría de la España peninsular. Los embalses están en su conjunto al 43,9% y hay que retroceder hasta 1995 para encontrar un porcentaje tan bajo en la décima semana del año, según los datos históricos del Ministerio para la Transición Ecológica. En los últimos 34 años solo en tres ocasiones la reserva en esta misma semana estaba más bajas: en 1995 (43,5%), 1993 (40,8%) y 1992 (40,4%).

Tras un inicio muy seco del año hidrológico —que comienza el 1 de octubre—, la primera semana de marzo ha sido lluviosa y en el conjunto del país han caído 17 litros por metro cuadrado de media, explica Rubén del Campo, portavoz de Aemet (Agencia Estatal de Meteorología). Esto supone que “en los seis primeros días de marzo ha llovido un 60% más que en todo el mes de febrero”, añade. Además, las precipitaciones han sido generalizadas en toda la Península.

Pero un puñado de días de lluvias no bastan para corregir el complicado otoño e invierno que se ha vivido y que conducen a algunas zonas del país a un verano difícil si no se produce un drástico y húmedo cambio en los próximos meses. El pasado mes, por ejemplo, fue el segundo febrero más seco de este siglo, después del registrado en 2020, y el tercero desde que comienza la serie en 1961 de Aemet. “La precipitación media sobre la España peninsular ha sido de 10,9 milímetros, un 21% del valor normal del mes, lo que le ha conferido un carácter muy seco”, explica el balance climático de febrero de esta agencia.

En cuanto a las reservas de los pantanos, ese exiguo 43,9% supone que el agua embalsada en las principales cuencas peninsulares está más de 20 puntos porcentuales por debajo de la media de la última década, que para esta misma semana se sitúa en el 64,6%. Las peores zonas son el Guadiana —que está al 30,4%, más de 33 puntos por debajo de la media de la última década— y el Guadalquivir ―cuyos embalses están a solo el 28,5%, frente al 63,5% de la media de la última década—.

La situación del Guadalquivir es especialmente grave: desde el 1 de octubre pasado las lluvias han sido un 47% menores de la media de los últimos 25 años, según los datos de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG). Y el sur de la Península ya arrastraba una situación de escasez del año hidrológico anterior. Esto hace que de las 21 unidades territoriales de esta cuenca, siete estuvieran a principios de febrero en situación de emergencia y otras 10 en alerta. Cuatro estaban en prealerta y solo dos en situación de normalidad.

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La CHG ya declaró oficialmente en noviembre la situación excepcional por sequía en la mayoría de la cuenca. Ahora se está a la espera de que el Consejo de Ministros apruebe el Real Decreto ley de medidas para paliar esta situación en el que previsiblemente se contemplarán ayudas a los afectados. La última vez que se tuvo que aprobar un decreto similar en el Guadalquivir fue en 2017.

Embalse de El Pintado, en Cazalla de la Sierra (Sevilla), este martes.PACO PUENTES (EL PAIS)

Pero algunas de las medidas de restricción que se están planteando en el Guadalquivir como previsión para los próximos meses recuerdan más a la gran sequía de los años noventa del siglo pasado, cuando se llegaron incluso a restringir las horas de acceso al agua en las grandes capitales andaluzas.

Llegan más lluvias

Tras ese febrero tan seco, marzo ha comenzado con lluvias. Se ha producido “un cambio importante”, explica Del Campo. “Se está gestando un episodio de lluvias importantes en el Mediterráneo para finales de semana”. Pero para que se pueda revertir la mala situación, tendría que llover muchísimo más durante las próximas semanas y meses.

Del Campo toma como referencia la situación de 2018: tras un otoño y un invierno muy secos, las reservas cayeron a niveles parecidos a los de este año en enero y febrero, cuando tampoco hubo grandes precipitaciones. Pero la situación se consiguió salvar gracias a una primavera mucho más lluviosa de lo normal. “Marzo de 2018 fue el más lluvioso de toda la serie”, explica el portavoz de Aemet. Por eso, para revertir la situación actual de escasez, “con una primavera normal no sería suficiente” y los modelos pronostican que solo existen un 20% de probabilidades de que sea “muy lluviosa”, recuerda este experto.

Cambio climático y usos del suelo

El IPCC, el panel de expertos internacionales que bajo el paraguas de la ONU sienta las bases del conocimiento sobre cambio climático, publicó hace una semana su informe sobre los impactos del calentamiento global. La última revisión de este tipo se elaboró hace ocho años. En el apartado referido a Europa se destaca que el Mediterráneo se ha calentado ya 1,5 grados, más de la media del conjunto de la superficie del planeta, que está en los 1,1 grados.

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Pero entre todos los impactos presentes y futuros de la región mediterránea, el informe del IPCC pone el foco en la reducción de la disponibilidad de agua dulce. “En el sur de Europa, más de un tercio de la población estará expuesta a la escasez de agua si se llega a los dos grados”, señala el informe. Si se alcanzan los tres grados, el riesgo se duplicará y se esperan “pérdidas económicas significativas en sectores dependientes del agua y la energía”. Por cada grado de aumento, en el Mediterráneo se espera una reducción del 4% de las precipitaciones.

A la disminución de las lluvias asociada al cambio climático, Julio Barea, de Greenpeace, añade otros dos factores que acrecentarán los problemas de disponibilidad de agua en España: el incremento de la evapotranspiración de la vegetación (pérdida de humedad por la transpiración) debido también al calentamiento global y el aumento de la demanda. Barea, respecto al último de estos factores, critica que los planes estatales y regionales están contemplando un aumento de la superficie destinada al regadío, que consume alrededor del 80% de las reservas de agua embalsada en el país.

“Tenemos que empezar a plantearnos una reducción de la superficie de regadíos”, opina Barea, que advierte del “verano complicado” que se espera salvo que se produzca ese cambio drástico que traiga lluvias por encima de lo normal en los próximos meses. “Las últimas lluvias no son ni una gota de lo que necesitamos para llenar de nuevo el vaso”, concluye Barea.

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