Las vacunas de refuerzo contra la covid son seguras, pero ofrecen una eficacia variable


Las dosis de refuerzo son seguras y eficaces, según un ensayo aleatorio de fase 2, destinado a obtener más información sobre las complicaciones de un tratamiento y sus efectos. El estudio se ha realizado sobre 2.878 personas sanas mayores de 30 años que habían recibido la pauta completa de las vacunas de AstraZéneca-Oxford y Pfizer-BioNtech. A todos se les administró, entre 10 y 12 semanas después de las dos dosis iniciales, una tercera de alguna de las siete vacunas seleccionadas (las dos citadas, Novavax, Janssen, Moderna, Valneva y Curevac) y arrojaron un aumento de la inmunidad muy variable (entre 1,3 y 30 veces superior, según las combinaciones). En ningún caso se detectaron efectos secundarios relevantes. El ensayo, que ha sido publicado en The Lancet, no incluye la efectividad ante la recientemente secuenciada variante ómicron, ya que se efectuó en junio, mucho antes de la detección del nuevo linaje, y tampoco es determinante en cuanto a la inmunidad a largo plazo.

Según Saul Faust, principal autor del estudio, denominado COV-BOOST y director del Centro de Investigación Clínica de la Universidad de Southampton, entre los vacunados con AstraZéneca aumentó la inmunogenicidad (propensión de un medicamento a inducir una respuesta inmunitaria) en todos los casos y quienes recibieron una doble dosis de Pfizer obtuvieron mejor respuesta con un refuerzo de su misma marca, AstraZéneca, Moderna, Novavax, Janssen y Curevac.

Los efectos secundarios son “aceptables” en todas las combinaciones y Faust solo ha señalado reacciones como dolores en el lugar de la inyección, de cabeza y muscular así como fatiga y fiebre, entre otras. Estos efectos fueron más frecuentes entre los más jóvenes del ensayo, que reclutó a la mitad de los participantes con edades comprendidas entre los 70 y los 78 años.

Guillermo López Lluch, catedrático del área de Biología Celular de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, investigador asociado del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo y ajeno al estudio, considera normales los resultados del ensayo: “Si las siete vacunas diferentes contienen el mismo antígeno [sustancia que puede ser reconocida por los receptores del sistema inmunitario] que se ha usado en las dosis de AstraZéneca y Pfizer, lo normal es que las células memoria de linfocitos B (para producir anticuerpos) y T (para atacar las células infectadas) generadas por estas dos vacunas respondan de manera eficiente frente a los antígenos de las usadas como refuerzo. El problema estaría en que no respondiesen bien, ya que indicaría que el antígeno de las primarias o el de las de refuerzo no funciona o que el sistema inmunitario no ha respondido”.

El ensayo se ha realizado después de que las vacunas primarias utilizadas, AstraZéneca y Pfizer, hayan demostrado en hasta 180 países donde se han distribuido que protegen entre un 79% y un 90%, respectivamente, de la evolución más grave de la covid y evitan hospitalizaciones y muertes. Sin embargo, varios países, como EE UU o Reino Unido, han autorizado la dosis de refuerzo al considerar que la eficacia disminuye con el tiempo. La agencia de salud pública de la UE la recomienda y México la ha anunciado.

En España, La Comisión de Salud Pública acordó el 5 de octubre administrar la tercera dosis a los casi siete millones de mayores de 70 años y, el pasado 26 de noviembre, a otros dos millones que recibieron la vacuna monodosis de Janssen, la que más efectividad ha perdido de las cuatro aprobadas en España (Pfizer, AstraZénea, Janssen y Moderna).

La Ponencia de Vacunas, el grupo de expertos que marca las líneas básicas de la estrategia de inmunización frente al coronavirus, ha pedido que se amplíen las dosis de refuerzo a los mayores de 60 años y la Comisión de Salud está a la espera de estudios científicos, como el que hoy publica The Lancet, para dar ese paso.

Resultados “alentadores”

Saul Faust considera “alentadores” los resultados de un ensayo con vacunas de diferente tecnología: “Eso da confianza y flexibilidad en el desarrollo de programas de refuerzo en todo el mundo, con otros factores, como la cadena de suministro y la logística, también en juego”. No obstante, el mismo investigador reconoce que faltan datos sobre los efectos de las dosis de refuerzo entre tres meses y un año después de haber recibido la pauta completa inicial, algo que aportará luz sobre la protección a largo plazo y los efectos en la memoria inmunológica.

El estudio ha analizado los niveles de anticuerpos contra la proteína S (de spike, pico, en inglés), que es la que utiliza el SARS-CoV-2, causante de la covid, para penetrar en las células humanas, así como la respuesta de las células T, clave en la reacción del sistema inmunológico a la infección viral y en el control de la gravedad de la enfermedad causada por las variantes alfa, beta y delta.

Las dosis de refuerzo entre los vacunados con AstraZéneca aumentaron entre 1,8 y 32,3 veces los niveles de anticuerpos. Entre los inmunizados con Pfizer, el rango fue entre 1,3 y 11,5 veces mayor. También se obtuvieron respuestas significativas de linfocitos T con las diferentes combinaciones en todos los rangos de edad, entre los 30 y los 70 años.

La variación de la respuesta inmune responde a las combinaciones. De esta forma, todas las vacunas usadas como tercera dosis generaron una mayor inmunidad entre los vacunados con AstraZéneca, pero solo seis fueron eficaces para los vacunados con Pfizer. La variabilidad se detectó también en la respuesta a las combinaciones según la edad. Los resultados muestran que las vacunas de ARN mensajero (como la de Moderna y Pfizer) y las creadas con el adenovirus humano Ad26 (AstraZéneca) muestran mayores respuestas como refuerzo. En este sentido, la profesora de Inmunología de la Universidad de Edimburgo Eleanor Riley comenta: “La buena noticia es que, si se han recibido dos primeras dosis de AstraZéneca o Pfizer y esta última o Moderna como refuerzo, hay un marcado aumento tanto en la concentración de anticuerpos neutralizantes (en un promedio de 20 veces más) como en la respuesta de células T (tres veces más) contra el virus original de Wuhan y contra la variante delta”. Por el contrario, la combinación de Pfizer con Valneva “no induce respuesta significativa”.

De todos los efectos secundarios reportados tras el ensayo sobre 2.878 participantes, solo 24 se consideraron eventos más severos (una proporción similar a la registrada con las primeras vacunas) y entre los que se incluyen picores, dolor, enrojecimiento, alteración de la sensación térmica corporal, fatiga y fiebre, entre otros.

El estudio pretende arrojar luz sobre cómo actuar en cada circunstancia: “Los responsables políticos y los comités consultivos nacionales de inmunización deben elegir qué vacunas de refuerzo utilizar de acuerdo con consideraciones inmunológicas, perfiles de efectos secundarios conocidos, disponibilidad de vacunas en el país y, en última instancia, la dosis suficiente en el contexto de los objetivos estratégicos nacionales de control de enfermedades”. De esta forma, el estudio no aporta una combinación única óptima, aunque destaca la eficacia de las basadas en ARN mensajero, ya que una mayor disponibilidad de una vacuna puede convertirla en la mejor opción o una menor necesidad de refuerzo entre los jóvenes, por su mayor respuesta inmunológica, permitiría el uso de dosis menores u otros compuestos disponibles.

Los propios autores del ensayo, en el que han participado más de una decena de instituciones, reconocen las limitaciones del estudio. Entre ellas destacan que el intervalo entre la segunda y la tercera dosis fue más corto en algunos participantes que entre la primera y la segunda, por lo que no se ha determinado en estos casos si un espaciado superior generaría una mejor respuesta. También se apuntan como limitaciones que no se han reclutado menores de 30 años, una franja de edad donde se espera una respuesta inmune más alta, aunque reporten más efectos secundarios. Tampoco se han podido determinar diferentes respuestas en grupos raciales diversos y con medias dosis.

A pesar de las limitaciones, Jonathan Ball, profesor de virología molecular de la Universidad de Nottingham, considera que el estudio es “fantástico” y aporta datos fundamentales para decidir la estrategia con las dosis de refuerzo. En este sentido, coincide con Faust en que el ensayo “muestra claramente que todos los refuerzos proporcionan un aumento en al menos un aspecto de la inmunidad frente a la covid y que los efectos secundarios fueron, en general, leves”.

Y concluye, según recoge Science Media Center: “El hecho de que los refuerzos de la vacuna de ARN mensajero hayan dado un marcado aumento tanto en anticuerpos como en células T es una gran noticia, especialmente ahora, cuando nuestra atención ha sido captada por la aparición de la variante ómicron. Todavía no sabemos cómo este aumento en la inmunidad se traduce en protección, especialmente contra enfermedades graves, pero estoy convencido de que nuestras vacunas continuarán brindando la protección que necesitamos”.

Eleanor Riley, profesora de Inmunología y Enfermedades Infecciosas, Universidad de Edimburgo, añade en este sentido: “La gran incógnita, por supuesto, es cómo los anticuerpos y células T harán frente a la variante ómicron, pero deberíamos tener datos sobre eso en la próxima semana más o menos”.

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