El vestido de flamenca es el único traje regional que se rige por los dictados de la moda. Evoluciona con las tendencias y se adapta a los gustos de cada generación de mujeres que lo han vestido. Es una de las singularidades que define a la industria de la moda andaluza, que factura más de 600 millones de euros al año (en datos anteriores a la pandemia). Y si esto es así, es gracias a Marcelina Fernández, Lina (Sevilla, 88 años), maestra indiscutible de la costura flamenca, que llegó a ser coronada como la diseñadora visionaria que supo bajar el talle y ajustar el pecho al conocido en Andalucía como traje de gitana, convirtiéndolo en un producto de alta costura.
Lina murió el pasado martes en Sevilla después de más de 60 años dedicada al oficio, desde niña. Marcelina Fernández y su marido, el ya fallecido Francisco Montero, crearon la firma Lina en un taller del barrio sevillano de Triana en 1960. Solo seis años después, en 1966, la entonces princesa de Mónaco y antes musa de Alfred Hitchcock, Grace Kelly, visita la Feria de Abril y sitúa a Lina en la pista de salida del mercado y el reconocimiento internacional: su imagen saliendo en coche de caballos del histórico hotel Alfonso XIII y, posteriormente, paseando por el Real vestida de flamenca por la diseñadora sevillana, copa las portadas de todas la prensa y revistas de la época.
A aquel vestido blanco con tiras bordadas en rosa que lució la princesa de Mónaco le siguieron otros diseños como el rojo y blanco que vistió en 1968 la entonces también princesa Sofía de Grecia en el mismo evento. Ambas invitadas por Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba, gran aliada de Lina en la proyección de sus creaciones.
Hoy, la moda flamenca vive un momento de reconocimiento y auge —a pesar de la pandemia, que ha dejado a Sevilla y a muchas otras poblaciones sin dos años de feria y obligado a echar el cierre a decenas de tiendas— en el que se han instaurado incluso pasarelas específicas dedicadas a este textil, como SIMOF, que planeaba instalarse en Madrid en 2020 y que en su última edición mostró más de 1.700 trajes de 80 marcas distintas. Y todo ello fue en parte gracias a la visión de Lina, que tuvo ojo para convertir el vestido de flamenca en una moda cambiante, para el que creó una necesidad de compra casi anual en muchas mujeres aficionadas a estos diseños. El mercado crece cada año: en 2006 facturaba 120 millones de euros, una cifra que se ha multiplicado por cinco en estos 15 años.
“Lina, a la que todos conocemos como la maestra, ha sido la que ha marcado las bases del traje de flamenca que conocemos hoy día. Ella creó tendencia, se atrevió a bajar el talle para encajar mejor el traje en el cuerpo de la mujer, le cerró la sisa e incorporó el mantoncillo como prenda clave en este vestido. De Lina es muy característica su exquisita manera de marcar la figura femenina”, explica la empresaria sevillana Raquel Revuelta, fundadora de SIMOF y amiga personal de la diseñadora.
A partir de ahí, todo el rosario de nuevas estrellas de la canción española que regeneraron el género a partir de la década de los setenta cayeron en sus manos y sus agujas: Carmen Sevilla, Lola Flores, Marifé de Triana, Pepa Flores (Marisol) y, posteriormente, Rocío Jurado, y la que hasta día de hoy ha sido su gran musa y amiga, la cantante sevillana Isabel Pantoja, para la que confeccionó el vestido de novia en su celebérrima boda con el torero Francisco Rivera Paquirri. La cantante la ha despedido en sus redes sociales con un par de fotografías: “Hasta siempre, Lina. Fuiste la primera persona que me vistió. Y siempre te llevaré conmigo. Te quiero para siempre”.
La bailaora María Rosa es clienta de Lina desde 1964, además de “amiga del alma”, como la define, compartiendo fiestas, días de campo, de Rocío y de Semana Santa. Para ella era “un Christian Dior de la moda flamenca”. “La persona que más fiel le ha sido, más que nadie, he sido yo. Nos ha hecho la ropa a mí, hasta el último día que bailé, y a mi ballet, siempre”, rememora, recordando “lo bien que se podía mover una bata de cola de Lina, no te pesaba, podías dar la vuelta”. “Confiaba mucho en ella, tenía mis medidas, me mandaba todo sin probarme y perfecto, le mandaba las medidas de todo el ballet y lo hacía exacto”, cuenta. Se vieron por última vez el pasado mes de abril, en casa de la diseñadora. “Ha sido un golpe muy grande, pese a la edad, nunca te acostumbras. Se ha perdido una gran estrella de la costura y una gran amiga”.
En 2007, la firma celebró otro hito relacionado con la alta costura internacional cuando Lina recibió la visita en su taller de John Galliano, entonces director creativo de la casa Dior. El diseñador originario de Gibraltar quiso conocer de mano de la gran maestra de la moda flamenca las grandes claves de esta indumentaria, que después serviría de inspiración a muchos de sus diseños. Lina le devolvió la visita en París, donde enseñó a parte del equipo de la casa francesa de alta costura a coser volantes.
Ya en los últimos años, Lina ha vestido incluso a la actriz Katie Holmes y su hija Suri Cruise, coincidiendo con la estancia en la capital andaluza de su entonces marido Tom Cruise, para el rodaje de la película Knight & Day. El nombre de esta firma de moda también se ha vinculado con el mundo del cine. Fue en 1991, cuando Lina fue nominada a los Premios Goya a mejor vestuario por la película Yo soy esa, dirigida por Luis Sanz y protagonizada, precisamente, por Isabel Pantoja.
Lina pudo celebrar en enero de 2020, justo antes de la crisis sanitaria del coronavirus, el 60º aniversario de su firma en la pasarela de moda flamenca SIMOF, en Sevilla, principal escaparate de esta industria que ha sufrido de manera dramática las consecuencias económicas de la pandemia. Gratitud, 60 años vistiendo el flamenco fue el título de su última colección que, a modo de epitafio, se presentó como una revisión de toda su trayectoria. Lina, que aún mantenía su proyección pública, acudió al estreno y fue sorprendida por sus hijas, Rocío y Mila Montero, con una tarta. Ambas son, desde 2005, las responsables de la firma. “Seguimos manteniendo la máxima de artesanía y exclusividad. Cada traje puede llevarnos una media de 60 horas para elaborarlo. Es a medida y de cada modelo no hacemos más de dos o tres. En la feria a nadie le gusta ver un traje repetido”, explicaba Mila Montero en una entrevista a este periódico. Quienes la conocen, afirman que Rocío es la heredera de la gran aguja de su madre.
Los diseños de Lina se han caracterizado siempre por su confección netamente artesanal y un perfecto equilibrio entre la conservación de la tradición y la apertura hacia tendencias de vanguardia. “Seguramente Lina se hubiera sentido tremendamente orgullosa si hubiera podido ver a Anna Wintour, símbolo del refinamiento de la moda, desfilar por la alfombra roja de la última gala del Met vestida con un traje, no de inspiración flamenca, sino un traje de flamenca en toda regla”, apostilla Raquel Revuelta. “Porque Lina ha sido la artífice de que todo esto esté ocurriendo y la moda flamenca esté posicionada de esta manera”.