Migrantes centroamericanos protestan frente a una estación militar en el municipio de Tapachula.Juan Manuel Blanco (EFE)
Un compromiso y una petición. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, viaja este jueves a Centroamérica con una agenda centrada en los retos migratorios y el foco en la relación con Estados Unidos. Es decir, mirando al sur, pero también al norte. El vísperas de su cuarta gira internacional, el mandatario ha asegurado que su Gobierno reforzará la protección de la frontera sur, especialmente los 960 kilómetros que separan Chiapas y Guatemala. Sin embargo, también ha recordado a la Administración de Joe Biden la urgencia de acelerar las inversiones en la región para promover programas sociales, porque de esos recursos depende la viabilidad de un plan conjunto para atender el fenómeno.
Guatemala es precisamente la primera etapa del viaje, que López Obrador iniciará tras conmemorar en Puebla del 160 aniversario de la batalla del 5 de mayo, que marcó el triunfo del Ejército mexicano frente a los invasores franceses. De ahí se desplazará a El Salvador, Honduras, Belice para terminar el fin de semana con un desvío hasta Cuba. La reuniones bilaterales previstas en el triángulo norte de Centroamérica tienen, en esencia, un objetivo: atajar las causas profundas de la migración, que desde finales de 2020 ha vuelto a dispararse provocando una crisis tanto en México como en Estados Unidos y tensando las vínculos entre los dos países.
No es casual que tras anunciar la gira, la Casa Blanca solicitara una reunión virtual para abordar estos temas, que también estarán sobre la mesa en la novena Cumbre de las Américas que se celebra en junio en Los Ángeles. El presidente habló el pasado viernes por teléfono con su homólogo Biden y el lunes el canciller Marcelo Ebrard se reunió en Washington con el secretario de Estado, Antony Blinken, con quien acordó impulsar un plan de creación de empleos en Centroamérica.
“Nosotros estamos trabajando de manera coordinada con el Gobierno de Estados Unidos, ayudando, y sí, tenemos que proteger la frontera sur para proteger, aunque parezca contradictorio o paradójico, a los migrantes, porque no conviene la travesía por el país, es muy riesgosa y tenemos que cuidarlos”, ha afirmado este miércoles López Obrador durante su conferencia de prensa matutina. “Sí vamos a mantener más protección en la frontera sur, pero insistiendo, no me voy a cansar de insistir, en que hay que atender las causas. La gente no sale de sus pueblos, no abandona a su familia por gusto, lo hace por necesidad”, ha recalcado.
La idea es aumentar las oportunidad de trabajo. El Ejecutivo mexicano lo ha hecho ya en el sur del país a través algunos programas, como el llamado Sembrando Vida, que emplea a decenas de miles de personas en la siembre y en la repoblación del campo. Para emprender el mismo camino en Centroamérica necesita lo primordial: dinero. A este propósito, las Administraciones de López Obrador y Biden han mantenido, pese a la buena voluntad mostrada por ambas partes, alguna diferencia de fondo. Por ejemplo, México reclama un desembolso directo, mientras que la tradición de Estados Unidos en materia de cooperación para el desarrollo consiste en supeditar sus ayudas económicas al desempeño de los receptores.
En este caso concreto, se trata de destinar 4.000 millones de dólares a Centroamérica para evitar colapsos en la frontera sur que tarde o temprano repercuten también en la frontera norte. Con estas premisas, el mandatario mexicano ha apremiado al país vecino. “Tenemos nosotros el compromiso con el Gobierno de Estados Unidos de ayudar, al mismo tiempo que les estamos pidiendo que se apuren porque como el Capitolio resuelve en unos cuantos días enviar 30.000 millones de dólares para la defensa en Ucrania y llevamos cuatro años sin que autoricen 4.000 millones para Centroamérica, con todo respeto…. Entonces, eso es lo que queremos, pues, que se entienda, y eso es lo que nos conviene; eso están pidiendo los presidentes de Centroamérica, que haya desarrollo”.
En Guatemala la Secretaría de Relaciones Exteriores agendó a López Obrador un encuentro con el presidente Alejandro Giammattei. Después, habrá un saludo a los empresarios con inversiones en ese país. En San Salvador verá a Nayib Bukele y en Honduras se citará con la presidenta, Xiomara Castro, que apenas asumió el cargo hace tres meses y representa un giro a la izquierda del país. “Este encuentro”, apunta el Gobierno mexicano, “sentará las bases para establecer en el futuro una asociación estratégica y definir las prioridades de la agenda común en temas comerciales, de infraestructura, consulares y culturales”.
Tras hacer escala en Belice, López Obrador volará hasta La Habana, donde tiene previsto reunirse Miguel Díaz-Canel y escenificar una nueva etapa en las relaciones con la isla, que siempre fueron cordiales y de respaldo mutuo, pero que ahora la Cuarta Transformación quiere profundizar. En Cuba también abordará cuestiones migratorias -la frontera norte de México aguardan decenas de miles de cubanos a la espera de cruzar a Estados Unidos-, pero el simbolismo del viaje más allá. En las negociaciones previas a la Cumbre de las Américas no solo se habla de migración. México está decidido a presionar para que Biden, el mandatario anfitrión, convoque el cónclave “sin excluir a nadie”, en referencia a La Habana. Del otro lado, para el presidente demócrata es importante presentar una posición común junto a López Obrador. Porque Estados Unidos necesita al país vecino para aplicar su política migratoria, pero también en clave interna, para tratar de desactivar la presión de los gobernadores republicanos más intransigentes, como el texano Greg Abbott.
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