Los barrios de Nueva York donde nació Wu-Tang Clan

by

in


Requisito básico de cualquier producto cultural es que su razón de ser se sustente en un mito fundacional, una historia que pueda contarse (y adornarse) una y otra vez y que se utilice para dilucidar el origen de la esencia de dicho producto. La historia de cómo Enter the Wu-Tang (36 Chambers) vio la luz es un buen ejemplo: una compleja concatenación de historias entrelazadas; concebidas y desplegadas con el fin de sugerir que la ascensión a la cima del grupo detrás de ese disco estaba, en cierto modo, predestinada.

Uno de los tropos clave de esta historia es que Wu-Tang Clan estaba formado por dos facciones enfrentadas que se unieron y dejaron de lado sus diferencias para conquistar el resto de Nueva York y, después, el mundo entero. Ambas facciones provenían de —y residían en— dos de los mayores complejos de vivienda pública de Staten Island (el quinto distrito de Nueva York, el más desfavorecido y con peor fama). La rivalidad se alimentaba, en parte, por la proximidad de las Stapleton Houses y los Park Hill Apartments: se podía ir a pie de una a otra en menos de diez minutos. Ambas fueron construidas a principios de los sesenta, pero la historia de estas dos urbanizaciones es muy distinta, parecía como si la arquitectura y la orografía de cada lugar fuera un fiel reflejo del cisma histórico del grupo.

Las Stapleton Houses se diseñaron como viviendas de protección oficial para los pobres. Aparte de la caja de escalera enmarcada de color rojo, puede que los seis edificios de ocho plantas no hayan cambiado mucho desde 1962. Albergan casi 700 pisos separados, son unas estructuras enormes de ladrillo rojo con pasajes exteriores que llevan hasta las puertas de entrada y cuyos muros han sido pasto del encantamiento obrado por los espíritus del grafiti. Un alto enrejado de cables trenzados en forma de rombos confiere al lugar una atmósfera carcelaria y evita que los habitantes se caigan (o se tiren) al vacío. Es la urbanización de protección oficial más grande de todo Staten Island, aunque Park Hill, en el terreno que queda justo encima, consiguió eclipsarla.

Los Park Hill Apartments se construyeron más o menos a la vez que las Stapleton Houses, pero se trataba de un proyecto financiado con capital privado cuyos alquileres también eran pasto de dichos propietarios. Podría decirse que su alumbramiento fue uno de los últimos coletazos de las medidas del programa político de Robert Moses, urbanista cuya indeleble impronta se había dejado sentir en la arquitectura neoyorquina de los últimos treinta años. La construcción del puente Verrazano Narrows, que se inició en 1959, fue su último gran proyecto: una estructura descomunal cuyas torres se alzaban a una altura de más de 200 metros sobre el nivel del agua. Moses dijo de este puente que era el “triunfo de la simplicidad y de la sobriedad contra la exuberancia”, mientras que el presidente Lyndon B. Johnson lo describió como “una estructura de belleza sobrecogedora y de ingeniería de alto nivel”. También era el primer puente de unión entre Staten Island y otro de los distritos de la ciudad (Brooklyn), y la llegada de neoyorquinos buscando alquileres más baratos formaba parte del plan. Y así ocurrió, aunque las razones de su llegada fueran quizás algo más complicadas de lo que se sospechó en un principio.

El 16 de julio de 1964, solo un par de semanas después de que se aprobase la Ley de Derechos Civiles y cuatro meses antes de que el puente Verrazano Narrows se inaugurase, Thomas Gilligan, un policía que no estaba de servicio en aquel momento, disparó y mató a James Powell, un joven de quince años, en el Upper East Side en Manhattan. Dos días después una manifestación se dirigió hacia una comisaría de Harlem para protestar contra el asesinato del chico y les pararon los pies a golpe de porra. Cuando los residentes de la zona empezaron a arrojar botellas y tapas de cubos de basura contra la policía, esta empezó a disparar al aire, dos mil disparos solo aquella noche. Los disturbios que se originaron entonces se prolongaron por cuatro noches más y se extendieron hasta Bedford-Stuyvesant, una zona de Brooklyn cuya población era mayoritariamente negra.

Fue un momento clave para comprender los cambios que sufriría Estados Unidos en los siguientes treinta años y los que vendrían después, pero una de las consecuencias inmediatas fue que los habitantes irlandeses e italianos de Brooklyn empezaron a pensar en mudarse a otro distrito cuyas vías de acceso eran recientes pero que parecía más seguro. “El “éxodo blanco” es, por supuesto —según Daniel Kramer y Richard Flanagan— una de las primeras causas de la explosión demográfica que trajo consigo la apertura del puente Verrazano en 1964″. Al llegar esos nuevos habitantes se dieron cuenta de que las casas de aquel distrito eran más asequibles y abandonaron los bloques de pisos para instalarse en los lugares más cómodos del suburbio, donde había “casas más grandes con jardín y con garaje” (y, por supuesto, vecinos blancos). Hasta el día de hoy, Staten Island es el único de los cinco distritos de la ciudad de Nueva York en el que hay más propietarios que arrendatarios. Al final de la década, casi todo Park Hill se había destinado a viviendas de protección oficial de la Sección 8, a la que todavía pertenece hoy en día.

Los bloques de pisos de Park Hill tienen superficies más lisas que las Stapleton Houses, seis pisos de ladrillo rojo con las bases pintadas de color borgoña intenso. El exterior carece de encanto alguno, como es tristemente habitual en cualquier otro complejo de protección oficial: una serie de bloques idénticos, con una gigantesca C mayúscula estampada en la facha da posterior que da a la carretera. Aunque son, supuestamente, más pequeños que las Stapleton Houses, eso se explica, en parte, por el hecho de que los doce bloques se dividen en urbanizaciones con nombres diferentes: Park Hill, Fox Hills, Concord Court (donde vivió GZA), St George Plaza, etcétera. En total son unos 1.600 pisos y te haces una idea del tamaño de la urbanización cuando la ves alzándose por detrás del aparcamiento del Home Depot del barrio en la calle Targee.

Tal vez fuera la creencia de que ya se encontraba en una avanzada fase de decadencia, y de que era un lugar que cual quiera que pudiese permitírselo acabaría abandonando, lo que provocó que la zona de Park Hill sufriese un duro golpe con la epidemia de crack a finales de los ochenta. Primero pasó a conocerse como Crack Hill y, poco más tarde, como Killer Hill, a causa de una serie de tiroteos motivados por el narcomenudeo (volveremos al crack más adelante). GZA hace un guiño a esta zona en “Wu-Tang: 7th Chamber” cuando dice que su “estilo despegó desde Killa Hilla”. Sin embargo, fue Inspectah Deck quien resumió lo que significaba vivir en esos sitios. “Voy por la vida muy cabreado —dice, refiriéndose no tanto a una emoción sino a una forma de ser—. Es lo que me han hecho esas urbanizaciones.”

Los índices de homicidios y de delitos relacionados con las drogas han caído en picado en esta zona desde principios de los noventa, pero salta a la vista que eso no se ha traducido necesariamente en una mejora en las condiciones del parque de viviendas. Los vecinos siempre dicen que las peores urbanizaciones estaban en la orilla norte de la isla y que solo fue el éxito de Wu-Tang lo que otorgó mala fama a aquellos enclaves. Aun así, basta con escuchar ‘All That I Got Is You’ del primer álbum de Ghostface, Ironman, para formarse una idea de los niveles de pobreza con los que crecieron esos chavales durante su infancia, y de ahí la fascinación por cualquier actividad que llevase impresa la promesa de sacar a sus familias de la miseria.

El principio de la letra habla de un tiempo cuando en el piso de tres habitaciones de su madre vivían quince personas. Cuenta, acto seguido, cómo tenían que dormir cuatro en una cama y sacar cucarachas de las cajas de cereales, cómo los enviaban al vecino con una nota manuscrita de su madre a mendigar comida, etcétera. Que el poeta Kevin Young haya señalado la nostalgia que tiñe los recuerdos de infancia de los miembros de Wu-Tang Clan, y que los defina como “una lucha constante por el sustento” no dulcifica, en modo alguno, el contexto de extrema pobreza del que hablan. Teniendo en cuenta esas circunstancias, uno se pregunta: ¿quién no querría vender drogas? Por supuesto, la gran ironía es que le estás vendiendo droga a tus propios vecinos, tan pobres como tú, o luchando contra ellos por el derecho a vender droga, y esto exacerba el sentimiento de antipatía y rivalidad hacia los que no son tus verdaderos enemigos, sino niños de tu misma edad, del edificio que está en tu misma calle, un poco más abajo.

El 134 de Morningstar Road, la casa en la que, según reza la leyenda, RZA organizó la reunión en la que convenció a su variopinta pandilla de asesinos raperos a rendirle pleitesía durante cinco años, ya es historia. En su lugar levantaron la mitad de un garaje y un taller de autorreparación de coches, en algún lugar en medio de la nada. Pensando en el músico de blues Robert Johnson y en su legendario pacto con el diablo, lo cierto es que el nombre de esta calle no está exento de cierta ironía. A fin de cuentas, Morning Star, el lucero del alba es, en la tradición cristiana, Lucifer (Isaías 14,12) y re presenta al ángel caído (diríase que, probablemente, producto de un malentendido) de ahí que se vinculara ese nombre al diablo: “¿Cómo caíste del cielo, oh Lucifer, hijo de la aurora?”. Lo primero en lo que uno se fija, cuando va hacia Morningstar Road, es lo lejos que está de Stapleton y de Park Hill. Está justo al otro lado de la isla, para lo cual es preciso cruzar el altiplano del interior o dar un largo rodeo por la costa. La zona se repliega bajo los puntales del puente de Bayonne, una de las principales carreteras de acceso a Nueva Jersey, cuya proximidad provoca una sensación un tanto agobiante, como si fueras un conejo que puede presentir la sombra de un halcón acechándole. Venir hasta aquí, a un lugar tan alejado de todas las demás localidades en las que RZA vivió, parece una decisión tomada a propósito. Es como si, para empezar, hubiese decidido retirarse del escenario bélico y entonces, una vez formulado su plan estratégico, y hubiera convocado a los demás miembros del grupo, también lejos de allí, para poder negociar la paz.

Es evidente que, al margen de su función como mito fundacional, esta versión de los hechos tiene sus puntos débiles. Si se hace un recuento, los Wu nunca fueron una coalición de dos ejércitos enfrentados. Solo Ghostface Killah viene de las Stapleton Houses. Method Man, UGod, Inspectah Deck y Raekwon vienen de Park Hill. RZA y GZA iban de aquí para allá, revoloteando entre una zona y otra, sin acabar de pertenecer a un bando en concreto, el primero tenía más vínculos con Stapleton y el segundo con Park Hill. Ol’ Dirty Bastard era de Brooklyn. De hecho, se podría decir que los tres primos del grupo (RZA, GZA y Ol’ Dirty Bastard) eran originariamente de Brooklyn y que fue, precisamente, su distanciamiento de las viejas rivalidades en Staten Island lo que posibilitó la formación del grupo. Dicho lo cual, también se podría sostener que esa distancia (y sus lazos de sangre) dio lugar a otra facción dentro del Clan, una a la que los residentes de Stapleton y Park Hill detestarían con más vehemencia, si cabe, de la que nunca sintieron entre sí. Como suele pasar, y rara vez sucede de otro modo con este tipo de historias, esta oscurece tanto como ilumina.

Música de cámara

Autor: Will Ashon
Editorial: Temas de Hoy
Traductor: Alba Pagán
Formato: Tapa blanda, 416 páginas

Búscalo en tu librería


Source link