Cuando Jack Nicholson clavó su hacha en la puerta del baño del El resplandor no sabía que, de forma menos agresiva en la vida real, su proceder iba a inspirar uno de los juegos de moda en la capital. De hecho, un cartel que homenajea a la película cuelga de una de las paredes de El Hachazo, la sala en el que se practica el lanzamiento de hachas. José María Nicolás (48) y Montserrat Llanos (51) son la pareja que pone todos los días de la semana a disposición de sus clientes este entretenimiento. Antes de abrir este último local el 9 de julio del año pasado en el número 26 de la calle de Hernani, él era funerario y ella, tesorera. En plena pandemia, se atrevieron a empezar de cero con el objetivo de hacer algo divertido para la gente y abrir esta sede. “Vivimos en una sociedad que va muy deprisa, no paramos y todos pasamos por etapas depres. Jugar aquí sirve para divertirse y para desestresar. El sector del ocio encajaba con nuestra personalidad y ahora no nos cuesta venir a trabajar”, afirma la dueña.
El lanzamiento de hachas como forma de ocio se originó hace unos 13 años en Canadá y EE UU, donde el número de aficionados es mayor. El primer país de Europa al que se traslada esta práctica es Francia y de ahí a España de la mano de dos jóvenes franceses: Vincent Benac y Adrien Cabrol, que abrieron el primer local de esta franquicia en la capital. El Hachazo cuenta ya con dos locales en Madrid, el primero situado en la calle de Calle Narciso Serra, 15, además del de Hernani. Tienen otro en Valencia. Y dos próximas aperturas en Málaga y Bilbao.
Seis dianas de madera
José María Nicolás resume en una frase la técnica en la que se basa este juego: “Son como unos dardos a lo bestia”. Los jugadores pueden contratar una o dos horas a partir de nueve euros si vienen en grupo. Una sola persona pagaría 20 euros la hora. O bien, podría disfrutar de un bono de cinco o seis horas si se hace asiduo a esta actividad. El local de Hernani cuenta con seis dianas de madera de pino reciclado que se renuevan cuando los impactos del filo del hacha deterioran el panel. Cada diana está separada por jaulas metálicas para que el lanzamiento sea seguro y no interfiera en el carril del otro jugador.
Cuentan con más de 17 hachas de diferentes tamaños y formas, que se adaptan al nivel del tirador. Y en el suelo, para evitar que el hacha rebote y haya accidentes, se amontonan astillas de gran tamaño que frenan la caída de la herramienta si no se clava en el panel. Se puede jugar de forma individual, parejas y grupos. Son frecuentes, las despedidas de soltero, los cumpleaños y los eventos de empresa. Incluso se pueden transportar el panel, las hachas y el resto de materiales a otra ubicación si se contrata con el local este tipo de servicio.
Lo primero de todo es firmar un cuaderno de descarga de responsabilidades. Los jugadores no deben beber alcohol mientras se practica esta actividad. Y en todo momento, José María y Montserrat participan con ellos. “Nunca hemos tenido un accidente de ningún tipo. Como mucho alguien que se clava una astilla o se resbala al coger velocidad para lanzar el hacha. El público suele rondar entre los 20 y los 40 años, aunque pueden venir acompañados de un adulto a partir de los 16. Tenemos otras actividades como futbolín, billar y diana común de dardos. Incluso hachas de espuma, por si alguna familia se acerca acompañada de algún niño”, explican.
La tarde del viernes seis parejas, desconocidas entre ellas, han acudido a El Hachazo en busca de una forma de ocio diferente. Ninguna ha jugado antes. Hoy le toca a José María Nicolás detallarles en qué consiste el juego. La frase con la que el dueño da el pistoletazo de salida es: “Preparados, listos, hacha”, después de pedirles sentido común y explicarles las medidas de seguridad detenidamente. “Es más complicado de lo que parece, pero a los pocos tiros ya le tendréis el tino cogido”, les anima, mientras repasa sus nombres para crear un ambiente familiar, que según él mismo ayuda a que la gente se sienta “como en casa” y repita.
A los 10 minutos, los jugadores ya están integrados y tiran sin parar. Roberto, de 23 años, ha querido sorprender a su novia Cristina, de 19, organizándole una cita diferente. “Lo busqué en internet y me pareció una buena idea. Ella es muy buena a los dardos, aunque sea modesta y pensé que podía gustarle”, comenta. Pablo y Javier, dos hermanos gemelos de 25 años que acuden el mismo día, han escogido esta actividad para celebrar su cumpleaños. “Al principio da un poco de miedo, pero nos va a venir muy bien para desestresarnos después de trabajar toda la semana”, explica uno de ellos.
Entre las anécdotas más divertidas que han acompañado al local desde su apertura, los dueños recuerdan la de una joven que llevó una foto de su expareja para focalizar el lanzamiento en ella, aunque no pudo usarla porque no está permitido clavar el hacha en una instantánea que no pertenezca a alguien que se encuentre en el local. Un señor de 75 años al que recuerdan como uno de los jugadores con más puntería. O las visitas de un grupo asiduo de psicólogas que asiste con sus pacientes para soltar “la agresividad buena”.
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