Los entrenadores se han convertido en muñecos de trapo


Los entrenadores se han convertido en muñecos de trapo. Antaño eran la figura más venerada en el fútbol, ahora son juguetes en manos de los dirigentes. Esta semana lo hemos comprobado, en dos casos muy diferentes, con Ernesto Valverde y con Víctor Sánchez del Amo. La salida del primero del Barça ha sido fea. Pero lo que ha hecho el Málaga con el segundo es rastrero.



Me centraré en Txingurri. Un señor de los pies a la cabeza, nada que no se supiera. Un caballero. Incluso en las malas si le toca dirigir un entrenamiento sabiendo que está fuera. Con Bartomeu manifestando que han mantenido conversaciones con otros entrenadores. Lo puedes hacer dadas las circunstancias, pero no lo digas. La cosa es que cazaron a los emisarios culés con Xavi. Hasta los detractores de Valverde coinciden en que lo vivido tras la derrota contra el Atlético ha sido un esperpento. El Barça presume de ser “mes que un club”, pero ahora ha sido un club más.

Todo el mundo habría entendido que el ex del Athletic y la entidad azulgrana hubieran separado sus caminos el pasado verano. Dos Ligas, una Copa, una Supercopa… sin embargo los reveses de Roma y Liverpool fueron severos y la figura de Valverde quedó dañada. Pero si confías en el técnico una tercera temporada, confía hasta el final. Porque le cortan la cabeza con el equipo líder en Liga y habiendo pasado a octavos de Champions como primero de grupo. El de Viandar de la Vera ha comprobado, es probable que ya lo supiera, que fuera de Bilbao hace mucho frío.

La cultura del “ganar, ganar y volver a ganar” se convierte en un problema cuando empiezas a no digerir las derrotas. Impera la inmediatez. Aquí y ahora. Que ser competitivo es obligatorio en el deporte de élite, hay que ganar hasta en el parchís, aunque asumiendo que la derrota es lo cotidiano. Los triunfos se saborean mejor si sabes perder. El fútbol se ha vuelto loco.


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