Los extremos de la participación en Barcelona


La excepcionalidad habrá marcado las dos últimas elecciones al Parlament. Si en diciembre de 2017, tras el referéndum del 1 de octubre, se celebraron convocadas por el presidente Mariano Rajoy bajo el 155; ahora es una pandemia mundial la que condiciona la cita.

Las elecciones de 2017 registraron una elevadísima participación. Del 81,6% en Barcelona, pero con grandes diferencias entre barrios. Los vecinos más participativos, con un 88,3%, fueron los de Tres Torres (Sarrià-Sant Gervasi): barrio tranquilo, de torres y edificios a cuatro vientos, y con una renta que dobla la de la media de la ciudad. Los que menos votaron, con un 63,5%, fueron los vecinos del Raval (Ciutat Vella), bullicioso, mestizo, con una renta inferior a la media y una densidad de población que dobla la de Tres Torres. EL PAÍS ha visitado los dos barrios para tomar el pulso en vísperas a la cita con las urnas. Con realidades tan opuestas lo único que comparten sus calles es la ausencia de carteles electorales.

En Tres Torres se produce una paradoja: registra siempre una participación muy por encima de la media, pero es difícil encontrar votantes por la calle. Buena parte de las personas que pasean por la zona un día laborable por la mañana lo hacen para un recado o ir al médico. El barrio está lleno de clínicas y consultas de especialistas.

¿Y qué votan? El barrio apoyaba históricamente a Convergència y, en menor medida, al PP. Pero el procés sacudió las opciones electorales. La reacción al 1-O y sus consecuencias llevó a Ciutadans a conseguir casi el 38% de los votos. Junts aguantó y consiguió un 27,5%. El PP se quedó en un 8%. Otra cuestión de Tres Torres es que en las generales de 2019 Vox consiguió un apoyo del 10% de los votantes, frente al 5,3% que de media sacó el partido en la ciudad. En el Raval obtuvo un 4,7% de apoyo.

Pese a la elevada participación, en Tres Torres hay cero ambiente electoral. “Aquí la gente es muy discreta y reservada, no hablan de política”, lo dice Xavi González en la pescadería que regenta en un mercado pequeño donde nadie grita. A esta hora los pocos vecinos que hay en la calle son jubilados. Los preguntados aseguran que no tienen miedo y que pese a la pandemia irán a votar. “Es lo que toca”, afirma en la calle de Ganduxer un hombre de 76 años que ha salido a comprar el pan y el periódico. Al lado del Colegio de Médicos, que se estrenará como sede electoral, sentado al sol está Jordi Artigas. 73 años. También votará: “Siempre partidos catalanes”. Como Josep Lluís Carreras, 75 años, también lo hará, junto a su mujer: “Presencialmente, no me fío de correos”, dice y señala que es “votante de siempre de Junts”. Cree que el apoyo a Ciutadans en 2017 “fue un souflé de gente que quería algo nuevo”. Sobre Vox, afirma: “Es el partido personas con dinero que se ven amenazados”. El voto por correo se ha disparado en el barrio y entre personas de todas las edades, explica la cartera Maria Ángeles Fernández. “En dos semanas solo hemos estado con esto”, asegura.

A tres kilómetros en línea recta está el Raval. Aquí el 47,9% de los vecinos no tiene nacionalidad española. No podrán votar. Las mañanas en el Raval son para trabajar, tomar el sol en bancos y ravalear.

Ángel Cordero, de la plataforma Acció Raval, cree que las bajas participaciones en el barrio se deben al “hartazgo”. “Da igual quién gobierne, el Raval siempre se lleva las partes más duras de las crisis. Nuestro barrio no está en el pensamiento de la mayoría de partidos, lo utilizan como campo de batalla electoral. En las municipales vino Josep Bou del PP a denunciar los narcopisos. No ha vuelto”, lamenta. “Hay otros intereses y ves como políticos desde JxCat hasta la CUP que intentan meterse en las entidades y plataformas para hacerse con ellas. No somos tontos, nos damos cuenta rápido y vemos cuando nos quieren utilizar”. Cordero también cree que ninguna formación ha resuelto los problemas del barrio: “El acceso a la vivienda, los narcopisos, la propiedad de los pisos, la expulsión de vecinos… mandan más los lobbies que los políticos”.

Jossie Rocafort preside la asociación Eamiss, que atiende a la población filipina. Calcula que en el Raval viven 6.000 filipinos que no tienen nacionalidad española y otros 6.000 que sí. “A los que pueden votar les animamos a hacerlo porque con la crisis se han quedado muchos en situación muy precaria, pero no le dan importancia y no lo hacen. Como mucho votan unos pocos y al partido que les diga su empleador, nunca por ideología”, lamenta Rocafort. En diciembre de 2017, el 24,7% de los votantes del Raval apoyó a Ciudadanos, el 19% a ERC y el 15,2% al PSC.


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