Los invisibles de las políticas migratorias: los deportados



Nadie habla de ellos, pero son cada vez más: migrantes expulsados a la fuerza a sus países de origen de la noche a la mañana. En los países que les expulsan, nos olvidamos de ellos, desaparecen de nuestras vidas y preocupaciones. Pero ¿Qué les ocurre al llegar? ¿Cómo son recibidos? ¿Se reintegran?

Desde hace años Guatemala es lugar de destino, origen, tránsito y retorno de personas en movilidad. En 2014, la crisis de la niñez migrante en las fronteras de Estados Unidos hizo que el país pusiera en marcha estrategias reforzadas de “atención” a la migración centroamericana. Ese año se inició el Plan Alianza Prosperidad para el Triángulo Norte (PAPTN), dirigido a mejorar condiciones de empleo en los países de origen, mientras que en paralelo iban aumentando las detenciones y deportaciones de migrantes desde México y Estados Unidos.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de EE. UU. endureció aún más las leyes migratorias americanas y aumentó el flujo de retornados. En 2018 regresaron a la fuerza a Guatemala 94.482 personas, de las cuales 51.621 fueron deportados desde Estados Unidos y 42.861 fueron capturadas en el tránsito por México. Estas cifras suponen un incremento del 30% respecto al 2017. Actualmente, están llegando a Guatemala de 3 a 5 vuelos diarios con población retornada.
El rostro mayoritario de las personas deportadas ha sido y sigue siendo el de hombres jóvenes en tránsito por México hacia Estados Unidos, o con pocos meses de estancia en el país norteamericano. Ellos intentan migrar de nuevo. El coste del viaje oscila entre 9.000 y 12.000 dólares, dependiendo de las condiciones del viaje, pero todas las “ofertas del mercado” incluyen tres intentos para llegar Estados Unidos. Los jóvenes, apoyados frecuentemente por sus familias, pagan al “coyote” (traficante de personas) una fortuna, que conlleva un elevado endeudamiento familiar. Por ello, la persona migrante capturada en tránsito o recién llegada a EE. UU. y expulsada del país, suele desear alcanzar, lo antes posible, el “sueño americano” hasta agotar sus tres intentos.
Sin embargo, junto a este perfil encontramos cada vez más personas adultas con más de 5 años de residencia y arraigo en Estados Unidos. Personas que ya habían formado redes familiares y de apoyo en dicho país. Las personas adultas devueltas tras años viviendo allí presentan características muy diferentes. Sufren con frecuencia problemas emocionales por la separación de sus seres queridos, que quedan el país norteamericano, y acusan mucho el violento proceso de detención y deportación. Además, regresan a una población que ya no sienten como propia. Son personas que necesitan un proceso de adaptación a un país que, aunque es el propio, para ellos es nuevo y hostil.
A pesar de ello, también encontramos algunos factores que les incentivan a intentar rehacer su vida en Guatemala. Entre ellos, la edad avanzada, la ausencia de recursos económicos o la mejora económica que encuentran en sus familias gracias al envío de remesas que hicieron durante su estancia en el país del norte.
El aumento de repatriaciones a Guatemala desde EE. UU. y México lleva años presionando al país para mejorar su capacidad de recepción y reintegración de estos compatriotas. En 2016, el Gobierno puso en marcha una iniciativa que convocó a diferentes instancias del gubernamentales, sociedad civil y sector empresarial, generando una propuesta nacional de colaboración para la atención a personas retornadas. La propuesta incluía tres mesas. Una mesa de Atención Primaria y Recibo de Retornados, la segunda mesa de Certificación de Competencias y por último, la mesa de Inserción al Mundo Laboral y el Emprendimiento.
Fe y Alegría, movimiento global de educación popular participa desde 2018 en la segunda mesa, certificando las competencias adquiridas en Estados Unidos y promoviendo la inserción laboral.

Para mejorar su inserción laboral, las personas deportadas podrían certificar las competencias adquiridas en EE. UU. Fe y Alegría Guatemala

El trabajo es duro y los retos abundantes:

Muchas personas retornadas llegan sin documentación.
Falta capacidad para atender a esta población en lugares lejanos y faltan opciones laborales en dichos lugares.
La población repatriada es estigmatizada por la sociedad guatemalteca, que les considera delincuentes.
Ausencia de una política pública robusta y estable para la atención y reintegración de la población retornada.
Las organizaciones de la sociedad civil guatemalteca están contribuyendo decisivamente y de forma articulada a impulsar la reintegración de la población repatriada. Pero es muy necesario que Guatemala consolide una política pública en esta materia. Junto a la atención a las personas que regresan, es imprescindible visibilizar a esta población, romper estereotipos junto con ella y demostrar que, más allá de su condición de retornados forzosos, son compatriotas queridos y valiosos para su país.
Blanca Gutiérrez es parte del equipo de Fe y Alegría en Guatemala y Cristina Manzanedo forma parte de la ONG  Entreculturas en España.


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