En septiembre de 2017, el huracán María arrasó Puerto Rico y provocó 3.000 muertos. Mientras el presidente Donald Trump lanzaba rollos de papel a los damnificados, un equipo científico notaba algo peculiar entre los habitantes de una pequeña isla portorriqueña llamada Cayo Santiago. También conocida como la isla de los monos, solo vive allí una población de macacos salvajes que son estudiados con detalle desde hace décadas. Tras el paso del huracán, que acabó con buena parte de la vegetación, se observó un cambio inesperado en su comportamiento: parecían pasar menos tiempo con su círculo habitual, para dedicárselo a conocidos, extraños e incluso antiguos competidores.
Tras analizar los datos de las relaciones de cientos de estos macacos de dos clanes distintos confirmaron la sorpresa, como explica la científica Camille Testard: “Esperábamos que los monos usaran a sus aliados más cercanos para hacer frente a la devastación ecológica del huracán y, por lo tanto, que invertirían en sus relaciones existentes como sus parientes o mejores amigos”. “En cambio”, señala esta investigadora de la Universidad de Pensilvania, “los monos expandieron sus redes sociales y la cantidad de individuos con los que toleraban compartir esos recursos limitados”.
En lugar de replegarse en los suyos ante la adversidad, decidieron compartir con los extraños. ¿Qué sentido tiene esto? “Nuestros mejores amigos pueden darnos muchas cosas. Pero a veces, lo que necesitamos es una red social donde todos sean lo suficientemente amigables”, indica Testard, que firma un estudio en Current Biology el que desarrollan estas observaciones.
La calidad y cantidad de las relaciones sociales es una buena forma de predecir la salud y la mortalidad en muchos mamíferos, entre ellos los humanos. Y el ejemplo de Cayo Santiago, según este equipo, ayuda a responder una gran pregunta pendiente: ¿qué beneficios brindan las relaciones sociales desde el punto de vista de su evolución? “Los desastres naturales son una enorme fuente de inestabilidad para los seres humanos y otros animales. Las relaciones sociales, y en particular la tolerancia social amplia, pueden ser cruciales para sobrevivir a estos desafíos ambientales extremos”, resalta Testard.
Después del huracán, la vegetación se redujo en un 63% (como se ve en las imágenes aéreas), lo que dejó a estos monos sin buena parte de la necesaria sombra que usan para protegerse. Normalmente, se refugian del sol compartiendo espacio y actividades con sus allegados, pero empezaron a acicalarse con individuos menos familiares con tal de evitar conflictos y poder disfrutar de la escasa y preciada sombra. Los datos no les permitieron cuantificar la reducción en las agresiones entre macacos, pero, según Testard, “en un contexto de mayor competencia debido a la escasez de recursos, los monos se volvieron más tolerantes y amigables entre sí, lo que sugiere una sociedad menos competitiva”.
No todas las relaciones crecieron por igual en Cayo Santiago. Los monos que estaban socialmente aislados antes del huracán mostraron un mayor aumento. Y también las hembras, que acicalaron más a los machos, lo que provocó que se multiplicaran las conexiones sociales de los machos: “Este hallazgo es consistente con el papel de las hembras en la promoción de la cohesión grupal en algunas sociedades animales”, señala el estudio. Para ampliar sus redes sociales, los macacos tendían a adoptar un enfoque que los humanos entendemos bien: hacerse amigo de los amigos de tus amigos, un mecanismo frecuente para la formación de vínculos en todo el reino animal.
Las relaciones sociales, y en particular la tolerancia social amplia, pueden ser cruciales para sobrevivir a estos desafíos ambientales extremos
Camille Testar, Universidad de Pensilvania
La pregunta que le cuesta más responder a este grupo es si esta tolerancia en tiempos de crisis tiene una utilidad colectiva más allá de mejorar las perspectivas de cada individuo por separado. En su estudio, señalan que la extensión de las redes sociales mejoran la integración de la comunidad, mientras que centrarse en fortalecer lazos ya consolidados “puede conducir a la fragmentación del grupo más grande debido a la formación de múltiples camarillas más pequeñas”. Testard cree que es muy posible que la mayor cohesión del grupo en su conjunto tras la crisis sea únicamente una consecuencia no buscada deliberadamente.
El estudio considera este experimento natural un buen ejemplo de cómo responder ante los desastres que traerá el cambio climático: “Nuestros hallazgos apoyan la hipótesis de que el apoyo social es un mecanismo importante que los primates gregarios pueden implementar para adaptarse a cambios ambientales extremos”. ¿También para los humanos, ante desastres como la pandemia? “Nosotros”, contesta Testard, “también hemos respondido con flexibilidad a la crisis actual alterando nuestras redes sociales. Esta flexibilidad social puede ser una característica común a muchas especies de primates y puede ayudarnos a ser resistentes a eventos extremos”.
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