Los palcos vip franceses que envidia la Asobal

El portero del Nantes, Emil Nielsen, salta a la cancha contra el Chambéry ante 9.796 espectadores.
El portero del Nantes, Emil Nielsen, salta a la cancha contra el Chambéry ante 9.796 espectadores.HBC Nantes

Siempre que las gentes del balonmano español se ponen nostálgicas, algo que ocurre con relativa frecuencia, y empiezan a hablar de las penurias de la Liga masculina tras el dominio que ejercieron con varios equipos (hoy desaparecidos) en los noventa y principios de siglo, antes o después termina apareciendo un nombre: Francia. “Ellos eran poca cosa y a nosotros nadie nos tosía. Ahora es al revés”, advierten. Razón no les falta: el campeonato galo se ha convertido en un modelo de crecimiento a la vez que la Asobal se quedaba en los huesos, y sin más competencia en la pista para el Barcelona que el propio Barça. Hoy juegan allí 18 españoles en Primera y siete en Segunda, más cuatro técnicos, los únicos foráneos.

Los pecados de la Asobal se han llorado mil veces, ¿pero qué han hecho bien en el país vecino? El espectáculo, responden los expatriados. Su Liga son partidos, y algo más. Por ejemplo, las zonas vip, un plan de negocio que en España no solo queda lejos del balonmano, sino que remite directamente a los más ricos del fútbol. Y, de rebote, la expansión francesa se ha visto ayudada también por la entrada de Qatar en el PSG.

“Lo venden muy bien”, subraya Toni Gerona, entrenador del Chartres, a 80 kilómetros de París. “Nuestro pabellón es de los más pequeños [1.500 personas; están construyendo otro de 4.000], siempre está lleno, y la mitad son localidades de empresas. Al terminar se organiza una zona vip con ellas, y los jugadores y entrenadores debemos pasarnos. Ya te puedes imaginar las ganas que tienes cuando has perdido. Pero te pones el traje y vas”, reconoce Gerona, de 48 años, con pasado en el organigrama azulgrana y hoy también seleccionador de Serbia.

“En el Nantes tenemos 350 empresas. Se traen a los clientes, cenan y disfrutan del espectáculo. Se trabaja la masa social”

Alberto Entrerríos

Alberto Entrerríos, una de las muchas estrellas que debieron emigrar en 2012, lo explica de una forma muy coloquial. “Nosotros tenemos 350 compañías asociadas. Se traen a los clientes, vienen dos horas antes, toman unas cervezas, cenan, hablan de negocios y disfrutan del espectáculo. Aquí se trabaja mucho la masa social. En el Nantes [donde entrena] habrá 12 ó 13 empleados. ¿Cuántos tiene un equipo de Asobal al margen del Barça?”, se pregunta el gijonés, que apunta al elemento clave de este cruce de caminos. Mientras en España se invirtió casi todo en fichar a los mejores jugadores hasta que el dinero público y de la construcción se esfumó, en Francia han crecido con estructuras profesionales. Este diciembre, el Nantes metió 29.157 espectadores (4.500 vip) en una semana, en tres partidos.

Un entramado que se completa con un factor social: la gran bolsa de voluntarios. “En Chartres, en cada partido hay 50 o 60 que se encargan de la taquilla, los bares, los accesos…”, detalla Gerona. “Vas al pueblo [de 40.000 habitantes] a las siete de la tarde y todas las tiendas están cerradas. La organización del país facilita que la gente pueda acceder a estas cosas. Si tuviéramos que pagarles, no sé si podríamos”, añade el entrenador.

La pinza de captación de dinero privado y colaboración popular es perfecta, e incluye también a la Segunda División, donde no faltan las zonas vip. “Lo llamamos el tercer tiempo. A cada uno nos asignan una mesa para hablar con los patrocinadores. Eso hace que sigan apostando por el balonmano”, comenta Sergio de la Salud, de 36 años, que el pasado verano se marchó al Billere. Su caso es paradigmático: él era una pieza importante del Bidasoa, escuadra líder de la Liga terrenal que queda por debajo del Barcelona, y ahora juega sin perder condiciones económicas en un conjunto medio de la Segunda gala.

El salario más común en la Segunda francesa supera holgadamente al sueldo medio en la Asobal al margen del Barça

Las diferencias financieras resultan enormes. En Francia, cuya selección masculina ha ganado 21 medallas desde los noventa, el presupuesto más humilde de Primera (Saran, 2,3 millones) es aproximadamente el doble que los más altos en España al margen del Barcelona (Ademar y Bidasoa, ligeramente por encima del millón). El salario más habitual de un jugador alcanza los 5.193 euros, según los análisis exhaustivos de la Liga gala, mientras en la Asobal, su presidente Servando Revuelta estima que ronda los 1.500. Una cifra inferior, incluso, al sueldo más común de la Segunda francesa (1.955).

El factor Qatar

El máximo representante del torneo español admite resignado la brecha. “Tenemos un problema de imagen, nos hemos quedado estancados y las estructuras deberían ser más profesionales”. Sin embargo, reclama realismo. “Mediapro nos hizo un plan de marketing, pero a ver cuánto podemos desarrollar. Con nuestros presupuestos, es difícil exigir a un club un personal fijo”, indica Servando Revuelta, que en las oficinas de su equipo, el modesto Sinfín de Santander, tiene contratadas a tres personas, una de ellas a tiempo parcial, con una cuentas que rozan los 500.000 euros. “No hay soluciones mágicas. Las tensas relaciones con la Federación tampoco ayudan y también es verdad que en Francia es más atractivo invertir para las empresas”, asegura en referencia al marco general de deducciones, aunque sin concretar datos. La temporada pasada se pudo completar, en buena medida, porque LaLiga de fútbol regaló 7.000 test de antígenos.

La patronal de Javier Tebas es también la poseedora de los derechos televisivos, a razón de algo menos de un millón al año. Gol emite un choque semanal en abierto, con una audiencia media que a principios de curso rondaba los 35.000 espectadores, y el resto van por la app de LaLiga (plataforma de escaso alcance), y televisiones locales y autonómicas. En Francia, mientras, la gran cadena de pago BeIN Sports, vinculada a Qatar, da tres duelos por jornada, y el resto de Primera y Segunda se ofrece gratis por el canal de Youtube de la Liga.

La compra del PSG por parte del país asiático le convirtió en el conjunto más rico del planeta (17,8 millones), el dominador del torneo e hizo que su operador de cabecera entrara en la industria del balonmano con toda su potencia de tiro. Hace unas semanas renovó el contrato hasta 2026. “Eso también fue un golpe de suerte. Pero lo han trabajado muy bien. Han tenido la capacidad de ser solventes y ahora recogen los frutos”, concluye Alberto Entrerríos, protagonista del auge español, víctima de su desplome y testigo de la explosión francesa, a cuya ola sigue subido.

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