El preso político Gabriel Sequeira García ha llegado a Estados Unidos tras ser desterrado por el régimen de Daniel Ortega, Washington (EEUU).Miguel Andres
El preso político Gabriel Sequeira García ha llegado a Estados Unidos tras ser desterrado por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Está aliviado porque los días de encierro desde 2018 en la prisión La Modelo han acabado, pese a que le han despojado de su nacionalidad nicaragüense. Sin embargo, tiene otra preocupación: “No quedar como indigente” en Estado Unidos. En este país, que lo acoge a través del programa Parole del Gobierno de Joe Biden, no tiene familiares. Y una casa en la que refugiarse ahora que ya no está bajo la tutela del Departamento de Estado era su primera inquietud.
“Nos trajeron a la libertad, nos bajaron del avión, nos dieron hotel por tres días, nos metieron en el programa migratorio, pero ahora todos los presos políticos pensamos dónde ir… que si no nos apoyan vamos a andar en las calles pidiendo, como indigentes, pero yo no quiero eso”, dice el joven de 24 años .
La preocupación de Sequeira García no es ajena al grupo de 222 presos políticos desterrados. Al menos 104 de ellos no tienen una familia de acogida. El Parole humanitario que los está cobijando no establece como requisito una familia de apoyo, pero sí registrar una dirección. La mayoría de los encarcelados que están en esta situación son quienes estaban recluidos desde 2018 en el sistema penitenciario La Modelo, es decir, que no son líderes ni figuras reconocidas. De hecho, muchos de ellos nunca habían salido de Nicaragua y el avión del destierro fue el primer vuelo de sus vidas.
Este domingo 12 de febrero, cuando acaba la estadía patrocinada por el Departamento de Estado acaba en este hotel ubicado en Herdon, Virginia, quedan los últimos presos políticos esperando que las ONG que vinieron a brindar apoyo les encuentren un techo para poder reiniciar una vida en el destierro como “apátridas”. Del sábado al domingo, el número de encarcelados que faltan por reubicar es menor de 40.
La pastora Ada Valiente, una nicaragüense afincada en Estados Unidos desde hace décadas, trabaja en una fundación de la Iglesia Bautista y asegura que sólo ellos han encontrado viviendas para medio centenar de presos políticos. “El problema está en identificar quiénes son los que necesitan. Las casas de acogida no son necesariamente diáspora nicaragüense, sino que hay muchos en casas de gringos en diferentes Estados”, relata la pastora. “Muchos se han ido para Miami, pero también para Montana, Indiana, Georgia…”, enumera.
Sequeira García encontró por su cuenta una casa de acogida, a través de otro preso político que tenía “amistades” en ese estado del oeste de Estados Unidos. “Cinco vamos juntos y esa familia nos prestará por un tiempo un apartamento, para mientras conseguimos trabajo”, cuenta el muchacho de 24 años. “El plan es progresar en este país. No hay de otra”, dice Sequeira. Lleva un traje deportivo que le regalaron los nicaragüenses residentes en Washington, que han traído al hotel ropa y calzado de regalo para los presos políticos, quienes encuentran ropas de su talla y las depositan en bolsas plásticas negras que, en este momento, son sus improvisadas maletas. “Nosotros ya no tenemos adónde volver, porque en Nicaragua son capaces de matarnos… En nuestro país ni nacionalidad tenemos, ya no existimos allá. Así que esperamos que aquí en Estados Unidos nos ayuden, porque si no tenemos nada en Nicaragua ni aquí tampoco nos ayudan, somos nada”.
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Algunos presos políticos de mayor exposición pública, y considerados líderes, sí tienen familiares en Estados Unidos. Encontrar vivienda tampoco ha sido un tema tan tedioso, aunque otros también han preferido aceptar la nacionalidad ofrecida por España. De hecho, el cónsul del Gobierno de Pedro Sánchez en Washington vino este domingo al hotel en Virginia a empezar el papeleo legal para iniciar el trámite de ciudadanía con algunos presos políticos que la aceptaron.
“Yo te voy a decir algo”, dice otro preso político llamado Denis García, veterinario de profesión: “El que quiere a su familia no desea esto. Y creo que todos nosotros, sin importar que tengamos casa o no aquí, no queremos esto. Todos dejamos atrás padre, hijos, esposas, tíos, y hermanos que nos aman y amamos. Este régimen ha desbaratado las raíces de la familia nicaragüense. Un buen líder no desune ni destierra y eso es lo que ha hecho Daniel Ortega. Se repite la historia nefasta en nuestro país, pero toca salir adelante aquí. No sé cómo será y ni el tiempo que tome, pero por eso antes de subir al avión toqué con la palma la pista del aeropuerto, mi tierra, y me puse a llorar”.
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