Los refugiados sirios ya no esperan volver pronto a casa


Cuando, en marzo de 2011, Haya Atassi decidió unirse a las manifestaciones a favor de la democracia en la ciudad de Homs, en el centro de Siria, jamás pensó que su país terminaría sumido en un sangriento conflicto. A esta mujer, que entonces tenía 18 años, le movía el mismo sentimiento que sacaba a la calle a jóvenes como ella en Túnez, en Egipto, en Baréin, en Libia, en Yemen. La necesidad de un cambio, la exigencia de poder decidir su futuro. Diez años después, apenas queda el rescoldo de aquella Primavera Árabe y Siria es un país roto por una guerra que no acaba. Más de la mitad de su población se ha visto obligada a escapar de sus hogares: 6,7 millones viven como desplazados internos, más de seis millones y medio han huido del país —de los que 5,6 millones están refugiados en países vecinos—.

“Realmente, al empezar la revolución, pensábamos que sería cosa de unos meses. Nunca pensé que se prolongaría tanto, que habría una guerra o que habría tal nivel de intervención extranjera”. A los meses de iniciadas las protestas, de las que este lunes se cumple una década, Haya Atassi se marchó a Líbano a estudiar y, poco después, le siguió el resto de su familia cuando el hermano de la joven, que trabajaba en la Media Luna Roja, fue detenido y torturado. “Lo que jamás pensé es que la comunidad internacional nos dejaría tirados. Entendí cómo funcionaba el mundo y me llevé una decepción”, afirma en una conversación telefónica.

Años después se instaló en Estambul, donde hizo un máster en Relaciones Internacionales, y actualmente trabaja para la Asociación Siria por la Dignidad de los Ciudadanos (SACD, por sus siglas en inglés). Divide su tiempo entre Turquía y Líbano, los dos países que más sirios huidos acogen. “En Líbano, no están reconocidos, no se les permite trabajar en la mayoría de empleos y viven con miedo a que, como está ocurriendo, los deporten de vuelta a Siria”, sostiene Atassi.

En Turquía viven más de la mitad de los refugiados que han escapado de Siria: 3,66 millones, según datos de ACNUR, de los cuales más de medio millón son niños que han nacido en el exilio. En comparación con otros países de la región, Turquía es el país que mejor los ha tratado, si bien siguen dependiendo de un estatus temporal —no reciben permisos de residencia, deben permanecer en la provincia en que están registrados y solo 120.000 han recibido la nacionalidad turca—, explica Omar Kadkoy, analista sirio del centro de estudios turco TEPAV: “En términos de accesibilidad al mercado de trabajo sí que hay cierta integración, pero también un alto grado de explotación. Un millón de sirios trabaja en Turquía, la mayoría de manera informal, cobrando menos que sus compañeros turcos y, en muchos casos, menos que el salario mínimo”.

Es el caso de Salim, un electricista de Alepo que reside en la ciudad turca de Gaziantep desde hace siete años con su esposa y sus tres hijos. “Me salen trabajos dos, tres, a lo sumo cuatro días por semana”, cuenta por teléfono. No es fácil cuadrar las cuentas para llegar a fin de mes: suele ingresar entre 1.100 y 1.200 liras (unos 130 euros), es decir, un tercio del salario mínimo turco. El alquiler se lleva 650 liras y los recibos de luz, agua y gas otras 300. “Es difícil. Otro problema es que, por la pandemia, los niños no han podido seguir sus estudios porque no tenemos internet”.

“Mejor aquí que en Siria, donde no hay electricidad, ni agua”

Salim, refugiado sirio en Turquía

De los 1,2 millones de sirios en edad escolar en el país, unos 750.000 están matriculados en escuelas turcas. “Un 65% está escolarizado, lo cual es un ejemplo para otros países que acogen a refugiados. Pero el número de aquellos sin escolarizar lleva cuatro o cinco años sin cambiar y hay un gran problema de jóvenes que abandonan la escuela para trabajar y ayudar a sus familias”, afirma Kadkoy. “Con la pandemia, la situación se ha hecho muy difícil. Los hogares de los sirios tienen más niños que los turcos, pero no siempre tienen internet u ordenador. Entonces tienes que decidir a qué hijo le vas a dejar el móvil para seguir las clases. Y eso crea lagunas de conocimiento”, añade. Las dificultades por la emergencia sanitaria se han extendido a las fábricas, dice el analista, donde tres veces más sirios que turcos han sido despedidos durante la pandemia.

Pero aun así, Salim dice que “da gracias a Dios” por estar en Turquía: “Me endeudaré con algún pariente e iremos tirando. Mejor aquí que en Siria, donde no hay electricidad, ni agua”. No cree que vaya a regresar pronto.

Imposibilidad de volver

“Es difícil que los refugiados regresen en tanto que el motivo por el que se fueron, el régimen, siga presente”. Atassi es categórica en esta cuestión: para ella, ni las elecciones presidenciales que pretende organizar el Gobierno de Bachar el Asad en abril tienen legitimidad ni las conferencias internacionales sobre el retorno ofrecen una esperanza real. Los estudios que SACD ha llevado a cabo indican que parte de quienes han regresado a territorio bajo control del régimen han sido extorsionados, detenidos o torturados: “Necesitamos una transición política, y que haya un ambiente de seguridad en el que se respeten los derechos de los retornados”.

“El retorno a Siria está muy ligado a un cambio de régimen y a las perspectivas económicas. Así que es altamente improbable que eso vaya a pasar en el futuro cercano”, coincide Kadkoy: “Irse a Europa sigue siendo una opción, pero no tanto como antes. De hecho, cuando [el presidente turco, Recep Tayyip] Erdogan anunció el año pasado que abría las puertas para que escapasen hacia Europa, los sirios eran una minoría entre los 25.000 que se concentraron en la frontera con Grecia. Eso muestra que, a medio y largo plazo, los refugiados sirios se van a quedar en Turquía”.

El problema es que el sentimiento antisirio está creciendo. Según un estudio del think tank German Marshall Fund (GMF), el 70% de los turcos quieren que los sirios regresen a su país, cuando hace cinco años eran en torno al 40%. Un reciente sondeo de la empresa demoscópica Istanbul Ekonomi Arastirma revelaba que más de cuatro de cada diez encuestados se sentiría “incómodo” teniendo a sirios como vecinos.

“La gente piensa que Erdogan perdió aquella batalla contra la Unión Europea porque no pudo enviar a los refugiados a Grecia, pero en realidad estaba jugando a dos niveles”, interpreta el analista turco Özgür Ünlühisarcikli, director de la oficina de Ankara del GMF: “El mensaje que pretendía enviar a nivel interno es: ‘Entiendo que hay un problema e intento solucionarlo, pero estos europeos se comportan como bárbaros con los refugiados y les disparan en la frontera’. De esta manera consiguió aliviar ciertas tensiones en Turquía”.

Sentimiento antisirio

El periodista sirio Yassin Swehat conoce personalmente a varios sirios que, en Turquía, han sufrido agresiones racistas: “Ha habido ataques, especialmente cuando se producían muertes de soldados turcos en Siria. Les decían: ‘Vosotros estáis aquí sentados en el parque mientras nuestros chicos mueren luchando por vuestro país’. En general, la situación de los refugiados sirios en Turquía mejora o empeora según sea la situación interna. Cuando hay elecciones siempre empeora”. Actualmente no hay comicios a la vista, pero sí una importante crisis económica, y en aquellas provincias con más presencia de refugiados (como las del sudeste del país o la propia Estambul) se les acusa de provocar un aumento del precio de los alquileres y de reducir los salarios.

Según Ünlühisarcikli, aunque varios alcaldes y dirigentes locales de la oposición han lanzado mensajes racistas contra los sirios, los líderes de los partidos políticos se han mostrado más cautos y han centrado sus críticas en la gestión que ha hecho el Gobierno del tema, y no tanto en los propios sirios: “El partido más nacionalista, el MHP, que podía haber hecho un uso más irresponsable de esta cuestión, está en la coalición gobernante, así que no ha utilizado políticamente a los sirios”. Con todo, entre los nuevos partidos cuya creación se ha anunciado para los próximos meses, hay uno que podría optar por una visión populista y claramente antisiria, según este analista. “Por supuesto, a largo plazo habrá problemas sociales y políticos. Hay casi cuatro millones de sirios y, en el futuro, exigirán que se respeten sus derechos culturales y políticos, de una manera que el Gobierno de Turquía quizás no esté dispuesto a aceptar”. Los refugiados sirios son ya casi el 5% de la población del país y el tercer grupo étnico más numeroso, tras turcos y kurdos.

Pero tampoco hay que olvidar, subraya Ünlühisarcikli, la contribución positiva de los refugiados sirios a la economía turca, como consumidores, mano de obra y empresarios (más de 15.000 empresas han sido fundadas por sirios en Turquía). “Y son de una gran ayuda para comerciar con el mundo árabe, ya que en Turquía, pese a estar rodeada por países árabes, muy poca gente sabe hablar árabe”, apunta.

Turquía ha gastado más de 40.000 millones de dólares (unos 33.460 millones de euros) en ayuda de emergencia y programas de integración para los refugiados. Y la Unión Europea ha aportado 6.000 millones de euros, especialmente a proyectos de educación, sanidad y formación laboral. Pero los últimos tramos de este programa europeo fueron contratados en diciembre y Bruselas todavía negocia un nuevo mecanismo de financiación con Turquía y los Estados miembro de la UE.

“Hay que empezar a pensar a largo plazo y dejar de ser cortos de miras”, reclama Kadkoy: “Hasta ahora, todos los planes de Turquía han sido para una situación temporal, pero esa situación se ha prolongado 10 años. Mantener estas soluciones temporales durante otros diez años no es viable. Lo mismo para la Unión Europea, que debe incrementar su apoyo a Turquía, pero no como hasta ahora, con proyectos a un horizonte de seis o 12 meses, sino teniendo en cuenta una estrategia a años vista. Los sirios están aquí para quedarse”.


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