Silencio, trabaja Draghi


Las palabras pueden costar una fortuna en la comunicación económica. Mario Draghi, primer ministro de Italia y expresidente de la BCE, lo sabe mejor que nadie: su famoso Whatever it takes (Lo que haga falta) salvó toda una divisa en 2011. Quizá por eso, tratan de justificarle sus mayores defensores ahora, todavía no se ha expuesto a una rueda de prensa ni ha apenas hablado en público en un país acostumbrado en los últimos años al bombardeo político en redes sociales. El nuevo Ejecutivo ha decidido que comunicará solo los hechos, nada más. Y es cierto que algunas cosas han cambiado cuando se cumple ya un mes de su mandato, especialmente en el plan de vacunación. También colateralmente en la organización de los dos principales partidos del Parlamento (Partido Democrático, PD, y Movimiento 5 Estrellas, M5S), que han pagado el precio de una crisis con el encargo del nuevo liderazgo a dos ex primeros ministros. Pero otras, deslizan estos días los fans del anterior Ejecutivo, recuerda a la misma música del Gobierno Conte.

Draghi, de 73 años y sexto primer ministro de Italia consecutivo desde Silvio Berlusconi que no ha salido de las urnas (antes ya lo fueron Mario Monti, Enrico Letta, Matteo Renzi, Paolo Gentiloni y el propio Conte), es un comunicador ágil y preciso. Había verdaderos hinchas de las ruedas de prensa del Banco Central Europeo. Había incluso quien se ponía una alarma un jueves al mes, como recuerda un alto diplomático español, para verlas por puro disfrute. Este viernes, en su comparecencia ante los medios en un centro de vacunación, Draghi dio muestras de aquella habilidad permitiéndose bromear, tras un paradinha en pleno discurso, con la cantidad de anglicismos que usan sus compatriotas. Pero el nuevo primer ministro, a quien acompañará durante todo su mandato la sospecha de tecnócrata, sigue un mes después sin una imagen política nítida ni una sola exposición a la prensa. En un encuentro reciente con las agencias italianas, su nueva portavoz afeó la inclinación tan italiana de los medios a descifrar su humor. “Los periódicos y las agencias no deben interpretar los sentimientos del presidente del Consejo”. El problema es que no tienen mucho más.

El expresidente de la BCE llegó para enterrar tres años de populismo con el acero frío de la tecnocracia y un gabinete estratégicamente guiado en puestos clave por hombres y mujeres ajenos al ruido del Parlamento. La paradoja es que algunas medidas tomadas hasta ahora, las más significativas, recuerdan a algunos momentos del pasado reciente. Draghi se opuso en su primera cita europea a mandar 13 millones de vacunas a África. Luego bloqueó la partida hacia Australia de un lote de la empresa AstraZeneca de fabricación nacional. “Primero los italianos”, podría haber dicho parafraseando al líder de la Liga, Matteo Salvini, encantado con estas decisiones. “Sí, pero en este caso fue ‘primero los europeos’, porque se hizo de acuerdo con los socios comunitarios”, matiza una fuente del PD. Luego, para colmo de los fans de Conte, encargó a la consultora McKinsey parte de la revisión del Plan de Recuperación, algo que recordaba enormemente a lo que le costó el puesto al ex primer ministro cuando quiso fiar su gobernanza a un grupo de expertos. “Decían que era la revolución Draghi y, a veces, parece el Conte III”, ironizan fuentes del M5S.

Las expectativas de ruptura con el anterior Gobierno eran altísimas. El 50,8% de los italianos, según un sondeo de Euromedia para La Stampa del pasado sábado, la reclama. Y un mes es poco tiempo para establecer conclusiones, coinciden en la mayoría de Ejecutivo. Ha podido sacar adelante ya una primera reforma de la administración (con subida media de sueldo a los funcionarios de 107 euros). Pero la realidad es que el margen de maniobra ha sido corto, señala el politólogo Giovanni Orsina. “La discontinuidad con Conte no ha sido muy grande hasta el momento. Y eso es lo que ven los ciudadanos. El confinamiento también podría haberlo decretado el anterior primer ministro. Y el uso de los decretos o las distinciones coloradas por regiones tampoco han cambiado tanto. Pero en la gestión de la pandemia, Draghi no podrá introducir gran discontinuidad, porque había que hacer desde el principio una cosa distinta con los rastreos y todo el sistema. Llegados a este punto, no hay tiempo de poner en marcha mecanismos alternativos, solo puedes cerrar todo”, apunta.

La reclamada ruptura respecto a Conte, matiza Orsina, se basa hasta el momento en dos grandes ejes. Primero, la relación con Europa, donde Draghi tiene una voz propia e influyente. Muchos ven en su mandato, justo cuando Angela Merkel dará un paso al lado y Emmanuel Macron deberá pensar en una larga campaña electoral francesa, una oportunidad para marcar el paso en la UE. “En la última cumbre europea criticó fuertemente a [la presidenta de la Comisión Europea, Ursula] Von der Leyen. Y tiene credibilidad. La impresión en Italia es que Draghi nos hace ser más fuertes, aunque los resultados sean escasos”, insiste.

El otro elemento ha sido la lucha por acelerar la campaña de vacunación. Draghi, que ha perdido dos puntos de confianza de los ciudadanos en su primer mes —según un sondeo de Demos para La Repubblica del pasado sábado— ha convertido este asunto en la prioridad. A su llegada se cesó al comisario encargado de la gestión de la pandemia, Domenico Arcuri (el homólogo al español Fernando Simón) y colocó al frente a un militar: el general Francesco Paolo Figliuolo, que tiene el objetivo de terminar la vacunación este verano. Modificó también la estructura de la Protección Civil y eliminó la figura de coordinador único, vinculándolo al Palacio Chigi. El problema es que Arcuri, como lo es todavía Simón, funcionaba también como un pararrayos. Y ahora las descargas eléctricas irán directas al presidente del Consejo de Ministros.

Lo más difícil será mantener unidos a los socios de la mayoría. De momento no hay grietas, salvo en algunos escépticos del M5S. Stefano Ceccanti, diputado del PD y experto constitucionalista, cree que “nadie tiene la varita mágica para resolver todos los problemas y algunos límites están ligados a la estrategia europea con las vacunas”. “Lo más importante de todo es el plan de vacunación. Además, en la relación entre el Parlamento y el Gobierno ha habido un cambio, porque se ha pasado al decreto ley que es más respetuoso que los decretos del presidente [una modalidad que no pasa por el Consejo de Ministros y no debe ser transformada en ley en el Parlamento]. El nuevo Gobierno, además, ha empujado al PD y al M5S a redefinirse encomendándose ambos a ex primeros ministros. Pero el PD debe reivindicar con fuerza su sintonía con la agenda Draghi”, apunta.

Un mes es muy poco tiempo. Pero el mandato del nuevo primer ministro, marcado por el horizonte de la elección del próximo presidente de la República en febrero de 2022, se prevé corto. Draghi deberá elegir con precisión las reformas que quiere ejecutar (Justicia, Fisco, Escuela o Administración Pública) e intentar blindarlas mientras dure la cohesión parlamentaria. La tregua entre el resto de partidos, descolocados ahora por los acontecimientos, durará lo que tarden en rearmarse y en percibir el aroma de unas elecciones.


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