Los rugidos del silencio en San Mamés

No habrá marea humana en Pozas en las horas previas. No se oirán los habituales cánticos, la clásica batalla de decibelios: ‘¡Real’!, ‘¡Athletic!’, legado del pique que ya existía en Atotxa y en el viejo San
Mamés. Ocho horas antes de las uvas y con 53.289 butacas rojas vacías, Real
Sociedad y Athletic dirimen un derbi único en la historia, el primero sin público y en plena Navidad. Se oirán los rugidos del silencio en un estadio donde se reunieron 46.697 personas hace año y medio en el último duelo entre los archienemigos del Norte. En esta atmósfera silente, los aficionados realistas son optimistas de cara a abrochar un gran año deportivo con un triunfo, con las reservas necesarias por ser quién es el contrincante.

Aitor
García, miembro de Bizkaia
Txuri
Urdin, peña realista en ‘territorio comanche’, explica que “para la peña siempre es especial cuando la Real viene a Bilbao” y lamenta tener que decir que en esta ocasión “no nos vamos a reunir”. Cada cual lo verá desde su casa. La pandemia dicta sentencia. Normalmente, va al campo al que le toca, porque las entradas que les adjudican son limitadas y el resto se reúne en su txoko
de
Deusto, desde el que se ve San
Mamés. En un derbi se suelen juntar en torno a 20 de los 31 miembros de la peña.

Esos días, esa sede entra en erupción, como el día del Bernabéu en Copa, en el que se celebraron los goles agarrados de espaldas, como toca. Aitor guarda para siempre el 1-3 de 2013, el último del viejo San Mamés y el 1-3 de hace dos años: “Fue especial. Íbamos derrotados y ganamos con once chavalillos, canteranos. Tengo clavada la imagen de Sangalli celebrando el gol”.

La “piel de cordero” local

Aitor recela del estado de pesimismo que está pulsando en Bizkaia, donde reside, con respecto al derbi: “Están con la piel del cordero, diciendo que la Real es clara favorita y no me gusta”. No está captando el carácter y la cierta arrogancia habituales: “Siempre te dicen que van a ganar seguro, pero este año es diferente; puede ser una estrategia”.

Aitor pronostica un triunfo 0-2 y más le vale porque toda la familia de la mujer, con la que celebra estos días, es del Athletic. Sigue confiado en ganar, pese a la baja de Silva. Entiende que beneficia la ausencia de público en el derbi y más en el nuevo San Mamés, donde “ha bajado la animación, pero en el derbi están a tope”.

Aquel inolvidable 1-3

Esta teoría la ratifica Eneko
Arias, ocupante habitual de la Grada Zabaleta y asistente a siete derbis en Bilbao. “A mí me gusta ir a San Mamés, el ambiente hostil me encanta”, señala. Tiene una anécdota relacionada con el del año pasado, en el que el Athletic ganó 2-0: “Ellos apretaron más que nunca, nos tenían muchas ganas y mi novia me dijo que no volvía”. Normalmente acude con su hermano y su mejor recuerdo también es el del 1-3 de la temporada 2012/13, en la que fue con un profesor y una botella de kalimotxo.

Para Eneko, ganar en San Mamés “es lo más”. Pero tiene aspiraciones más altas: “Mi sueño es ganar la final de Copa y luego perder 5-0 en San Mamés, pero cantando campeones, campeones”. La cita de Sevilla lo va a cambiar todo: “Ganar la final es como ganar el derbi en los próximos 30 años”. Como tantos otros aficionados realistas, tiene cogido alojamiento en Sevilla para el 4 de abril desde septiembre.

Eneko verá el partido en su casa con un amigo, un remero de Zarautz. Dice tener “buenas sensaciones” de cara al duelo, aunque no le gusta estar confiado antes de un derbi. “Tengo el presentimiento de que vamos a ganar fácil, pero tampoco me gusta tenerlo”.

Paseos por fuera en Anoeta

Eneko es de las 2.300 gargantas que hasta el pasado mes de febrero hacían retumbar los cimientos de Anoeta en cada partido de la Real. En el último derbi en el coliseo de Amara, 36.730 espectadores vibraron con la victoria realista (2-1). Fue el pasado 9 de febrero y parece una glaciación anterior por todo lo que ha pasado. Este hincha reconoce que de vez en cuando coge su coche en Zarautz y acude a Anoeta, sólo para ver su espectacular estructura desde fuera. Es su peculiar forma de seguir profesando esta religión, ahora que no se puede entrar en el templo.


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