Los últimos golpes bajos de Valle-Inclán

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Teo Cardalda, caracterizado como Valle-Inclán en el vídeo musical de 'La rosa del reloj'.
Teo Cardalda, caracterizado como Valle-Inclán en el vídeo musical de ‘La rosa del reloj’.Eva Nilsen

Dice el músico Teo Cardalda (Vigo, 58 años) que todavía queda Valle-Inclán por descubrir. Tarea delicada esa. Hace unos años, el periodista Fernando Palmero recordaba en El Mundo la formidable aparición de Ramón María del Valle-Inclán en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, relatada en su día por Corpus Barga. Intentemos visualizar la escena del dramaturgo con sus gruesas gafas redondas y su legendaria barba: “Llevaba capote, boina, polainas y una maquila cogida de la muñeca con correa. Por el laberinto de las trincheras se andaba con dificultad, tropezando constantemente en fila india. La falta del brazo hacía que Valle-Inclán no pudiera apoyarse en la pared izquierda y se cayó varias veces”.

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¿Qué hacer con semejante gloria literaria? ¿Un tipo, creador de un género demoledor para este país —el esperpento—, del que cada historia resulta más disparatada? Cardalda (Golpes Bajos, Cómplices) lo tuvo claro: iría a por sus poemas, los convertiría en música y haría de Valle-Inclán el letrista de un disco en el que hay rock, pop, rap y hasta música pastoril: Claves Líricas (Altafonte).

“Valle es la posmodernidad. Hubiera disfrutado del Rock-Ola, y hoy sería un tuitero al que le tendría bloqueado todo Dios”, dice Cardalda al teléfono. Precisamente hace unos días, un usuario de esa red social (@migblah) colgaba un extracto de la obra teatral Romance de Lobos, en la que un personaje de Valle dice: “¿Quién me habla? ¿Sois voces del otro mundo? ¿Sois almas en pena, o sois hijos de puta?”. Frase radicalmente actual.

Todo empezó en Vilaxoán, un pequeño pueblo vecino a Vilanova de Arousa, cuna del genio, donde veraneaba Cardalda y donde se encontró e hizo amistad con Pancho Valle-Inclán, nieto del escritor. Este llevó a Cardalda a visitar la casa familiar. Allí estaba su biblioteca, sus famosas gafas, efectos personales que sumergían al visitante en la peculiar atmósfera del autor de Divinas Palabras, las Sonatas o Tirano Banderas.

El músico empezó a barruntar un disco con 10 poemas de Claves Líricas, el volumen donde reunió su obra poética: Aromas de leyenda, El pasajero y La pipa de Kif. Muchos de ellos tan actuales que dan miedo. “Muchas de las cosas que estaban mal siguen estando mal o peor”, dice Teo Cardalda. “Por los caminos florecidos / va la caravana de desvalidos, / ciegos, leprosos y tullidos. / No tienen albergue en la noche fría, / no tienen yantar a la luz del día, / por eso son hijos de Santa María”, dice el poeta en Los pobres de Dios. “¡Es la hora de los enigmas!”, escribe Valle y canta Cardalda en La rosa del reloj, de la que se ha hecho un videoclip en un teatro destartalado de Ubrique (Cádiz) y para que el músico se caracterizó de Valle: “No veas qué sensación ponerse una barba así; es como ponerse una capa de superhéroe”.

Valle lo aguanta todo, también un disco con vocación de ópera rock. Lo primero que le sorprendió a Cardalda fue la facilidad con la que lo adaptó: “No hubo que meter ningún verso con calzador”. Se escribe esta crónica en una mesa de la plaza de Méndez Núñez de Pontevedra, frente a la casona de los Muruais, en cuya biblioteca leía Valle, que vivía a pocos metros de aquí y de la iglesia de San Bartolomé, donde hace décadas un sacerdote, ante la llegada de las primeras minifaldas a la ciudad, avisó así a su parroquia: “He visto ya por aquí esas faldas tan cortas. En este asunto el arzobispo y yo hemos decidido meter mano”. ¿Quién habla? ¿Son voces del otro mundo? ¿O es Valle que nos sigue escribiendo como a sus personajes?


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