Madrid: una semana enterrada en la nieve

El portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), Rubén del Campo, lo pronosticó acertadamente en declaraciones a este periódico el jueves 7: “Será la nevada del siglo”. Ese mismo día, José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, aseguraba en una entrevista en Antena 3 que con los medios de que disponía se podría “circular por Madrid”. Los enumeró: 4.000 personas, 1,4 millones de kilos de sal y más de 270.000 litros de salmuera. Eran medios tal vez suficientes para una tormenta normal, incluso fuerte, pero no para Filomena que, efectivamente, se transformó en la nevada del siglo.

Desde el 31 de diciembre, la Aemet había emitido cuatro avisos que prevenían sobre la nevada, cada vez más acuciantes y graves. Pero no sirvieron para que las autoridades tomaran conciencia de la que se avecinaba. Ese jueves 7 de enero se declaró también, a las diez de la mañana, el Estado de Prealerta establecido por Protección Civil. Es entonces cuando empezaron a moverse las Unidades Militares de Emergencias (UME), que cuentan con 3.300 soldados.

Comenzó a nevar al día siguiente, viernes 8, a las 12.00. No paró en 30 horas. A las cuatro de la tarde, la Comunidad de Madrid decide suspender la circulación de vehículos pesados ante el caos que se empieza a formar. Poco después, la presidenta regional, Isabel Díaz-Ayuso, anuncia por Twitter: “He dado la orden de dejar la calefacción puesta en todos los colegios, institutos, escuelas infantiles y demás centros durante todo el fin de semana, de cara al lunes. La nieve nos dirá cómo evolucionan calles y caminos durante el fin de semana”.

Evidentemente, tampoco la presidenta calibraba bien la tormenta que se estaba abatiendo sobre Madrid. La medida de apartar los camiones no fue suficiente: a las 22.00 de esa misma noche el director de Emergencias, Carlos Novillo, envía un correo electrónico a la delegación del Gobierno de Madrid en el que solicita la intervención de la Unidad Militar de Emergencia porque se empezaban a producir embotellamientos en las carreteras A5 y A4, y en la circunvalación M-40.

Pero la petición llega tarde: esa noche, miles de conductores quedarán atrapados en esa vía que rodea la capital. A las nueve de la noche el Ministerio de Fomento ordena cerrar el aeropuerto de Barajas. El último avión que despega es el que lleva al Real Madrid a Pamplona para jugar un partido de Liga. AENA, organismo que gestiona los aeropuertos españoles, pide a Protección Civil que los aviones en vuelo se desvíen a Valencia, Barcelona, Palma, Bilbao y A Coruña.

Ángel Garrido, consejero de Transportes y expresidente de la Comunidad, reconoce por teléfono: “Este episodio nos ha sobrepasado a todos. Nunca pensamos que la superficie de la ciudad fuera a quedar bloqueada”.

Fue necesario ir tomando decisiones sobre la marcha. La Comunidad de Madrid mantuvo abierta toda la noche la línea 8 del metro, que conecta Barajas con el centro de la capital. También la 1, para enlazar la estación de Atocha con el centro. (Ambas cierran los demás días a la 1.30, como el resto del servicio). Así podría tomar ese transporte los pasajeros del tren de Alicante que había viajado repleto y a 40 por hora y que llegaría a las cuatro de la mañana para encontrarse una ciudad bloqueada y sin taxis. Además, se habilita la sala VIP en Atocha para quien se quiera quedar en la estación hasta que abra toda la red del metro. El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, autoriza que se pague un hotel a entre 35 y 40 personas que llegaron de fuera de la capital.

Amanece. La ciudad de Madrid se ha convertido en un bloque compacto de nieve y hielo por el que no se puede transitar sino a pie. No nevaba tanto desde 1877. El sábado 9 por la mañana, el centro histórico es recorrido por peatones equipados con ropas de esquí que caminan en fila india como exploradores polares admirando una ciudad que jamás habían visto así. A las 7.00 de ese sábado, el delegado del Gobierno, José Manuel Franco, del PSOE, se atreve a caminar desde su casa al despacho. Tarda hora y cuarto en un trayecto que suele llevarle media hora. El coche oficial del alcalde se tiene que quedar aparcado. El regidor solo se moverá ya en un todoterreno. Hay muchas zonas donde la nieve sube ya 50 centímetros. Almeida describe lo que está pasando como “un tsunami de nieve no esperado”, a pesar de los avisos repetidos por la Aemet. El metro es el único transporte público que funciona, no hay recogida de basuras, los accesos a los hospitales, en pleno rebrote de casos de la pandemia, están impracticables. El objetivo prioritario es rescatar a los coches atrapados toda la noche en algunos tramos de las circunvalaciones M-40 y M-30, y empezar a desbloquear las principales vías de comunicación y los hospitales. Almeida habla con el Rey, el presidente Pedro Sánchez y los ministros de Interior, Fernando Grande-Marlaska, y Defensa, Margarita Robles. A su vez, Sánchez, se comunica a cada rato con Ábalos, Robles y Marlaska por teléfono o por whatsapp, emoticonos incluidos.

Entre lo más urgente incluyen que los controladores aéreos puedan desplazarse desde sus casas a la base de Torrejón, donde regulan el tráfico aéreo para toda España. Se acuerda establecer un punto de encuentro a fin de recogerlos y trasladarlos, en la Avenida de América. Las fuerzas armadas los transportarán en tres turnos y en vehículos militares.

El sábado 9 al mediodía ya está el Ejército trabajando a destajo en la limpieza de Barajas. Sale de Salamanca un convoy de pontoneros con maquinaria pesada para colaborar en la tarea. Un total de 182 militares (94 de ellos pertenecen a la UME) con 67 vehículos, ayudarán a recuperar cuanto antes la operatividad del aeropuerto. Aquel sábado estaban previstas unas 400 operaciones aéreas: no se ejecutó ninguna, se cancelaron unas 381 y se desvió una veintena.

El equipo de Ayuso anuncia en sus redes sociales que la presidenta encabezará a las diez de la mañana una reunión en Pozuelo de Alarcón junto a su consejero de Interior y miembros de la Delegación de Gobierno. Pero no llega. Según fuentes de la Comunidad, a las 8.30 estaba esperando el coche de emergencias en la puerta de su casa, que se demoró hasta las 10.00. No se presentó a la reunión hasta pasadas las 11.00, una hora después.

Precisamente a las 11.00, la Consejería de Transportes convoca una reunión telemática y acuerda que el metro funcione ininterrumpidamente, día y noche (como en la jornada anterior) para desbloquear en lo que se pueda la ciudad. Es la segunda vez en su historia que se toma esta medida. La última fue en 2007, por la celebración del Madrid World Pride (Día Internacional del Orgullo).

El alcalde llama a la ministra de Defensa, Margarita Robles, para pedirle que el Ejército ayude a despejar las principales vías de la capital en cuanto deje de nevar, y ella le promete que hará lo posible. La conversación provoca malestar en el titular de Interior, que se siente puenteado, según señalan fuentes de su departamento.

La borrasca Filomena había llegado en fin de semana, los días de menor actividad programada en los centros de salud y hospitales. Esto dio un respiro a unos operativos ya de por sí tensionados por la tercera ola de covid. El temporal aisló a miles de profesionales durante horas y, en algunos casos, días. El sábado 9, centros de salud de las zonas rurales, de municipios y de la capital, hospitales, ambulancias y coches de emergencias se vieron bloqueados por la gran nevada. Durante casi 72 horas los relevos de los turnos se hicieron prácticamente imposibles, muchos profesionales doblaron y hasta triplicaron sus jornadas hasta que llegó el reemplazo en los hospitales. Y en la atención primaria,los especialistas han intentado durante toda la semana no desatender a los pacientes, trabajando desde los centros más cercanos a sus casas si les era imposible llegar. Hubo que suspender hasta ayer todas las pruebas analíticas en los centros de salud, también las PCR, por la imposibilidad de trasladar las muestras a los laboratorios. En los hospitales, sufrieron sobre todo las urgencias. En los primeros días de Filomena, esos servicios se vaciaron levemente de enfermos de covid y empezaron a llenarse de pacientes con diversos traumatismos por caídas a causa del hielo. Solo el miércoles, el Gregorio Marañón atendía 60 roturas de muñeca.

El domingo 10, el alcalde habla por vez primera de la posibilidad de cursar la solicitud de zona catastrófica. Se libera de nieve el paseo de la Castellana y se avanza en la limpieza de varios carriles por sentido de la M-30, donde aún quedan bloqueados 700 coches. Mientras un millar de militares se afanan “con pico y pala”, en palabras de Robles, 200 miembros de los batallones de la UME en Zaragoza y Valencia se desplazan a Daroca (Zaragoza) y Castellote (Teruel), ante la situación en esas localidades.

El lunes 11, el primer día laborable después de la gran nevada, los colegios están cerrados, siguen sin funcionar la recogida de basuras o los autobuses, y la inmensa mayoría de las calles permanecen debajo de una capa peligrosa de hielo que las vuelve impracticables. Muchas presentan, además, ramas caídas o árboles tronzados. Los vecinos que quieren o pueden se ocupan por su cuenta de despejar su trozo de acera. Falta sal. Faltan quitanieves. Una de las grandes preocupaciones es el abastecimiento de la ciudad. En ciertos supermercados escasean el pan, las verduras y el pescado. Para solucionar el asunto, ha de permitirse la circulación de miles de camiones por la M-40, donde se sitúa Mercamadrid. El martes se retoma el servicio de recogidas de basura pero solo en aquellos viales por los que pueden pasar los camiones. El Consistorio pide a los ciudadanos que dejen de sacar bolsas de residuos porque las calles acumulan ya unas 9.000 toneladas. Y miles de coches siguen varados en diferentes puntos de la capital. Las bajísimas temperaturas nocturnas —algo de lo que había avisado también el Centro de Investigaciones Energéticas— mantienen congelada toda la nieve acumulada, que a su vez enfría el suelo y el ambiente, creándose un círculo cerrado en la que la ciudad quedará prisionera. El miércoles 13, el número de calles que van siendo despejadas por el equipo de 7.000 operarios y un millar de máquinas avanza, pero no lo suficiente para que los vecinos aplaudan un trabajo por el que el alcalde se muestra, en líneas generales, satisfecho.

El jueves 14, el Ayuntamiento cursa de manera oficial la petición para que la ciudad de Madrid sea considerada zona catastrófica, después de elevar provisionalmente a 1.398 millones de euros los daños materiales y pérdidas en la economía.

El delegado del Gobierno admite que la capital se ha visto desbordada: “Coincido con Almeida en que la dimensión era difícil de prever”, comenta José Manuel Franco. “Esas 30 horas de nevada hacen difícil reaccionar. En una ciudad como esta en España, un país del sur de Europa, el clima no invita a tener medios potentes preparados para esto”. Por todos lados hay signos de que la fuerza del temporal ha superado a las autoridades. De ahí que el pulso ciudadano se recupere muy poco a poco. Un batallón de casi 9.000 empleados tratan aún de sacar a la capital del bloqueo. De ellos un tercio han sido contratados de emergencia. El viernes 15, el aeropuerto recuperó toda su capacidad operativa.

Una semana después de la nevada, el 85% de las 9.000 toneladas de basuras que llegaron a acumularse en las vías públicas siguen sin recoger. Por Twitter se multiplican las fotos de vecinos que muestran peatones que caminan entre bloques de hielo y montañas de basura, cada vez menos pacientes. El 75% de las 9.300 calles siguen sin abrirse al tráfico. Hay 1.100 trabajadores contratados para inspeccionar y sanear en los próximos 50 días los 1,7 millones de árboles de la ciudad. En un primer cálculo aproximado, unos 650.000 han sido dañados. En el parque de El Retiro, cerrado desde el sábado por el peligro de desprendimiento de ramas, el 70% del arbolado está afectado. Tardará varias semanas en abrirse. La Comunidad de Madrid ha retrasado en principio al miércoles 20 la vuelta al colegio ante el estado de muchos centros escolares. Hasta 400 trabajadores, 200 brigadistas del Ministerio de Transición Ecológica y 200 empleados de la empresa de capital público Tragsa tratan de limpiar los accesos a los 250 centros públicos y 68 guarderías de la capital. No llegan a tiempo. En muchos casos, han sido los padres los que han apartado la nieve y el hielo. Las palas se agotan en las tiendas, pero no su fuerza de voluntad y sus ganas de recuperar algo de la vieja normalidad. En vano: la ciudad sigue todavía hoy sin librarse del temporal que sorprendió a la autoridad y que los meteorólogos habían anunciado con antelación en los medios informativos: a grandes rasgos desde finales de diciembre, y ya con gran precisión a partir de 4 de enero.

Con informaciones de Victoria Torres, Manuel Viejo, José Marcos, Miguel González, Luis de Vega, Isabel Vadés y Patricia Ortega Dolz.


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