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Los barrios obreros de Inglaterra reproducen hileras casi idénticas de casas de ladrillo con ventanales blancos. En muchas de esas paredes hay porterías de fútbol pintadas con tiza. Son barrios marcados por la exclusión escolar, el abandono y las privaciones. En ellos sobrevive, sin embargo, la esencia del fútbol inglés, que no es un fenómeno, es un asunto cotidiano; que no nace en los estadios, nace en los pies de chavales que quedan para pelotear sobre el asfalto de los suburbios. “El fútbol inglés le debe todo al fútbol callejero. Allí es donde los niños se enamoran del juego”, cuenta a Verne el fotógrafo Michael Kirkham. Él lleva cinco años capturando porterías urbanas en un proyecto llamado Urban Goals (porterías urbanas), con el que busca preservar la memoria futbolística de todo el país.

“Solía pasar por delante de una portería cerca de donde vivía en Toxteth, Liverpool. Cada vez que pasaba me fijaba en ella. Y me hacía pensar en el vínculo que existe el fútbol y las oportunidades de los niños de esas comunidades, a menudo muy limitadas”, nos cuenta (goalssignifica, además de portería, meta, objetivo). Michael comenzó fotografiando barrios cercanos a Toxteth, pero las porterías trazadas en la arcilla se extienden por todo Reino Unido y el trabajo de búsqueda se complicó. “Al principio, caminaba por vecindarios que sabía que tenían porterías. Pero esto me llevaba mucho tiempo, así que comencé a buscarlas en Google Maps Street View. Ha sido una gran herramienta de trabajo para mí. Me salvó de incontables horas de búsqueda y de caminatas desperdiciadas. Ahora paso horas en mi ordenador mirando virtualmente las calles de todo el Reino Unido y en cualquier lugar del mundo al que voy”, describe.

El resultado es un conjunto de unas mil fotografías de porterías urbanas en barrios de Liverpool, Leeds, Bradford, Stoke-on-Trent, Sheffield, Huddersfield, Rhyl, Colne o Birmingham. Muchas de esas porterías se advierten casi fantasmales, con las líneas blancas erosionadas por la lluvia. En otras se adivinan marcas de balonazos. Las hay alargadas, achatadas, altas, bajas, escondidas entre contenedores, al lado de portales o buzones, en paredes o muros, mejor o peor dibujadas, con las líneas más o menos ajustadas. Todas hablan de algo tan sencillo y bonito como un niño con una pelota.

Nuevas porterías siguen apareciendo en algunas ciudades inglesas, como ecos de otra época, pero con mucha menos frecuencia. “Los niños todavía juegan en la calle, pero no es tan común como cuando yo era niño. En líneas generales, estas porterías encuentran en áreas pobres y de clase trabajadora donde los niños no tienen acceso a jardines propios u otras instalaciones deportivas. Pero también allí ahora se juega menos en la calle y más en casa”, añade.

Para Kirkham su trabajo ejemplifica “la desconexión entre el fútbol moderno y el fútbol de la clase trabajadora. El contraste entre lo humildes que son las calles y los vecindarios de clase trabajadora, de donde provienen muchos de estos jugadores y donde se pueden encontrar estas porterías, contrasta fuertemente con los estadios multimillonarios y el glamur de la Premier League”. Kirkham se refiere a jugadores como Wayne Rooney, Steven Gerrard, Robbie Fowler, Joey Barton, Ross Barkley o Leighton Baines, que comenzaron pateando el balón en la calle. Allí donde no hace falta más que un balón para pasar la tarde. Y a veces ni eso, a veces llega con una lata de refresco vacía y una portería improvisada.

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