Marc Roca, de Segunda al campeón de Europa

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Marc Roca, el mediocentro del Espanyol que acaba de descender a Segunda, se dispone a firmar un contrato de cinco años para jugar en el Bayern, el campeón de la Champions. El centrocampista catalán de 23 años se desplazó este sábado a Múnich para pasar el reconocimiento médico y será presentado este lunes. Un año después del primer intento del Bayern por ficharlo.

Los ojeadores del Bayern nunca olvidaron la noche del 30 de junio de 2019. Habían acudido al estadio del Friuli, en Udine, a la final del Europeo sub-21 que enfrentó a Alemania y España. Seguían las evoluciones de Marc Roca, el mediocentro español, etiquetado como “lento” en los círculos de la secretaría técnica del club de Múnich. Al acabar el partido, los emisarios habían verificado un fenómeno que algunos todavía no terminan de explicarse: el procedimiento mediante el cual en el fútbol el más lento puede ser el más rápido.

España era un equipo formidable del mediocampo hacia arriba. Hacia atrás, amenazaba calamidades. El portero temblaba. Los laterales se atolondraban. Los centrales no llegaban. Cuando Alemania se volcó sobre el área española en la segunda mitad, la resistencia fue cosa de un solo director: Marc Roca llegó a todas partes. Y a donde no pudo llegar, siempre alerta, siempre ejecutivo, mandó a gritos a un compañero. España ganó 2-1 con goles de Fabián Ruiz y Dani Olmo.

Los informes empujaron al Bayern a negociar con el Espanyol. El club que preside Karl-Heinz Rummenigge llegó a ofrecer 20 millones de euros en el verano de 2019. El presidente del Espanyol, el chino Chen Yansheng, se remitió a la cláusula: 40 millones de euros. La obstinación de Chen acabó por bloquear la operación que solo se ha desatado un año más tarde, con el Espanyol descendido a Segunda y el Bayern ajustándose el cinturón después de publicar que sus ingresos brutos del curso 19/20 pasarán de 700 a 600 millones de euros, debido a la pandemia del coronavirus. Esta vez el Bayern pagará nueve millones de euros más variables.

Detrás de Marc Roca peregrina un pelotón de analistas de los clubes más grandes de Europa desde hace dos años, cuando de la mano de Rubi el Espanyol desplegó un fútbol excepcional. El apogeo de aquel equipo duró unos meses. La temporada siguiente, el equipo, ya sin Rubi —que logró la clasificación para la Europa League—, se hundió y bajó a Segunda. A la hora de gastar 40 millones de euros, en un clima de prevenciones crecientes y con el control presupuestario de la UEFA impulsando medidas de control, el interés se difuminó. Pesaron más los prejuicios. Después de todo, el futbolista sufría para mantener en pie a un Espanyol en proceso de disgregación, no se había formado en una de las canteras más famosas, ni había gozado de la confianza de todos sus entrenadores, arrastrando como arrastraba un historial de problemas físicos desde su niñez. Roca nunca fue un atleta destacado. Pero además de una fantástica zurda, poseía algo que pocas veces resulta evidente, incluso para los técnicos: un cerebro privilegiado para el fútbol.

Lo repetía con obstinación un analista que le recomendó para un club de la Premier. Apenas ningún jugador español desde Busquets está dotado de la capacidad fotográfica y retentiva de Roca para fijar con cada vistazo imágenes de todo el campo, el balón y los jugadores. Gracias a este radar natural administra el tiempo y el espacio antes que los demás. Esta herramienta es importante en todos los puestos del campo. Pero en el eje, donde medio metro es la diferencia entre el éxito y el desastre, la colocación es vital. Anticipándose a lo que va a suceder, Roca vio las líneas de pase, las propias y las ajenas, antes que nadie. Descubriendo el futuro inmediato con segundos de antelación, frenó al ataque alemán en la final del Europeo de 2019.

Su aterrizaje en el vigente campeón de la Champions le libera de la ruina que le lastraba en el Espanyol y le brinda la oportunidad de crecer para aspirar al cargo cada día más inestable que tanto Busquets como Rodri se han disputado en la selección absoluta. También le ofrece al Bayern la posibilidad de multiplicar su poderío. El destino de los mediocentros de época se cifra en hacer más grandes a sus compañeros.


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