Marrero madura a la sombra y en silencio

La inagotable cantera azpeitiarra sigue dando sus frutos. Los Juan
Antonio
Larrañaga, Mikel
Labaka, Mikel
Aranburu o Jon
Guridi podrían tener relevo en la figura de Unai
Marrero, el guardameta azpeitiarra de 19 años que lleva un tiempo en la dinámica del primer equipo y que debido a las lesiones de Miguel
Ángel
Moyá y de Gaizka
Ayesa fue suplente en Old Trafford, en Valdebebas y podría repetir el domingo en Anoeta ante el Levante.

Formado en la cantera del Lagun Onak, Unai era un portero al que se venía siguiendo y al que se decidió incorporar a Zubieta en el verano de 2016 tras una excelente temporada en el Cadete de Honor. Formó parte al año siguiente del equipo de Liga Vasca Cadete que se proclamaría campeón de Liga por delante del Athletic, compartiendo labores como guardameta con Gaizka
Ayesa en un equipo en el que también estaban Urko
González
de
Zárate, Jon
Pacheco o Ander
Barrenetxea.

Quienes le conocen destacan de Unai su carácter tranquilo e introvertido, un tipo de pocas palabras, al menos hasta que coge confianza, de los que hace equipo y no levanta la voz

Poco a poco Marrero ha ido quemando etapas hasta llegar a la Real C, donde esta temporada le están viendo poco debido a las necesidades del primer equipo que le han llevado a dar el gran salto sin haber debutado aún con el Sanse.

Quienes le conocen destacan de Unai su carácter tranquilo e introvertido, un tipo de pocas palabras, al menos hasta que coge confianza, de los que hace equipo y no levanta la voz. Un guardameta fácil de entrenar y con una enorme capacidad de trabajo que le ha llevado a progresar notablemente en algunos aspectos de su juego que no tenía demasiado pulidos cuando llegó a Zubieta, como su juego con los pies, lo que le ha permitido ser a día de hoy un guardameta fiable.

Por el contrario destacan su dinamismo, su dominio del juego aéreo, su rapidez en la toma de decisiones y su agresividad en la portería, condiciones que creen pueden convertirle en un portero de futuro si es capaz de creerse que puede llegar.


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