“Todavía me siento en un estado emocional animal”. Es el árbitro de moda. En España y, posiblemente, en Europa, donde se le valora incluso más y mejor. Personal e intransferible. Capaz de guiñarle el ojo a la cámara dos minutos antes de pitar la final de la Champions entre el Chelsea y el Manchester City y de llamar por el nombre de pila a todos sus protagonistas. Genuino. Particular. Mediático. Soñador. Con un alto grado de responsabilidad a cuestas. Nunca pasa indiferente. Habla como dirige en el campo. A toda velocidad. Antonio Mateu Lahoz (Algimia de Alfara, Valencia; 44 años) se sienta ante Vicente del Bosque y se convierte en una catarata de palabras y frases que surgen a borbotones. Un cerebro en erupción. Ya habían tenido la oportunidad de conocerse con anterioridad y es palpable una cierta complicidad entre ellos desde la primera a la última reflexión. Por el camino, una hora de conversación a un ritmo infernal. Parece un partido dirigido por Toño, como pide a Vicente que le llame.
Del Bosque. Vienes de pitar nada más y nada menos que una final de la Champions y ahora te preparas para ser el árbitro español en la Eurocopa. Algo habrás hecho bien en todos estos años para recibir estos dos reconocimientos tan seguidos.
Mateu. Todavía no me lo creo. Estoy en un estado emocional animal. Sigo en una nube. No creo que este tipo de cosas sean merecidas. Son tan grandes. ¡Qué te voy a decir a ti! Pitas con la responsabilidad que eso conlleva, pero también con el ánimo de disfrutar. Si encuentras el equilibrio, si sabes lo que llevas entre manos y eres capaz de disfrutar con tu equipo, porque los árbitros también somos un equipo, el tercero del partido, es maravilloso. Me enteré de que me tocaba de una forma superbonita. Estábamos haciendo un curso para preparar la Euro y nos lo anunciaron delante de todos los compañeros. Nos llevamos el aplauso, el abrazo y el reconocimiento de todos. No he dejado de flotar desde ese día.
D. B. Sentías la responsabilidad de que era un partido muy importante, no uno más.
M. Sí, pero no estábamos nerviosos. Disfrutamos desde por la mañana. No pudimos dormir bien ninguno de los tres así que nos levantamos pronto a desayunar para comenzar a disfrutar cuanto antes. Solo les dije a mis compañeros que fueran ellos mismos, que la final era un paso más. Las 10 entradas que conseguimos fueron para nuestras familias. Ellos se merecían estar ahí, con nosotros. Cuando vi en el marcador que en el estadio había 14.110 personas, pensé que 10 eran nuestras.
D. B. Que disfrutabas se veía durante el partido. Demostrabas equilibrio, fortaleza emocional… Si hasta le guiñaste el ojo a la cámara antes de empezar.
M. Eso lo hago siempre. Es un guiño a mi madre. Y al final del partido intento sonreír para que ella sepa que estoy bien. Tenía la sensación de que iba a ser un partido que no iba a necesitar árbitro. Sabía que los dos equipos se iban a dedicar a jugar y sabían perfectamente lo que iban a hacer. Nosotros los habíamos estudiado, como hacemos siempre. Es necesario. Sabía la historia en Alemania entre Tuchel y Guardiola, cuando estaban en el Dortmund y en el Bayern. Conocía tanto de los dos equipos que de hecho me sorprendió la alineación de Pep.
D. B. Hablaste con los entrenadores, con los capitanes, antes del partido. Notabas que ellos estaban contentos con tu elección.
M. Con Pep no hablé porque no coincidimos, pero lo hice con su cuerpo técnico; con Thomas sí hablé. No llegué a preguntarles si estaban de acuerdo con mi nombramiento, pero eso son cosas que notas. Existía respeto. El fútbol es un deporte tan bonito y tan universal que no necesitamos meterle marujeos. El fútbol enriquece, es algo fantástico. En el arbitraje, cuanto más sepas de fútbol, más hayas estudiado los equipos, sus tácticas, más te va ayudar a llevar el partido. Siempre viene bien saber cosas de los jugadores. De João [Cancelo], de Fernandinho, de César [Azpilicueta]… Lo que había sufrido hace años cuando se fue al Olympique de Marsella. A Kevin [de Bruyne] le dije que saludara a sus padres. Sabía que le habían ayudado muchísimo en su carrera.
Soy árbitro porque mi padre murió. Necesitábamos dinero en casa
D. B. Cuando acabó la final me di cuenta de que miraste al cielo, te acordaste de tu padre…
M. Siempre miro al cielo. Mi padre siempre me ayudó y me sigue ayudando. Me decía que si quería ser futbolista me dedicase a eso y se enfadaba si me iba a recolectar naranjas para ayudar a la familia. No debería decirlo, pero el sábado hice algo que no se puede hacer. Me escapé a ver a mi familia, que viajó conmigo a Oporto. Viajé con ellos y volví con ellos. Con mi mujer y mis dos hijos, Pau y Marc. A mi madre no me la llevé. Tiene 82 añitos y aunque está vacunada hay que preservarla. Es la capitana, es la mejor del equipo. Nos ha sacado adelante a los seis hermanos. Durante el partido, cuando iba al córner donde estaban mis familiares les saludaba. ¿Por qué no voy a hacerlo? Pensaba: “Voy a ver el partido por medio de sus ojos”. Cuando acabó me fui donde estaban y los aficionados de los dos equipos me pasaron a mi hijo mayor, Pau, en volandas como si fuera un concierto de rock. Y ahí, cuando me abraza, se cae todo. Luego dejaron pasar a mi mujer y a mi hijo pequeño. El otro día me llegó una foto del momento. Es como si no te dejaran despertar de ese sueño.
D. B. Vuestra profesión es absolutamente vocacional, hay que ser muy masoquista para ser árbitro y que no te guste. Para serlo tienes que querer serlo.
M. Si soy sincero, yo quería ser futbolista. Habría que permitir compaginar jugar al fútbol con arbitrar. Estuve cuatro años haciéndolo y fue una maravilla. Iba a los campos y me respetaban como futbolista, como árbitro y como Toño, ser humano. Sabían de mi pasión por jugar desde muy pequeño.
D. B. ¿Por qué y cuándo decidiste ser árbitro?
M. Soy árbitro porque mi padre falleció. Necesitábamos dinero en casa y teníamos todos que arrimar el hombro. Fue difícil tener que decidirme solo por una cosa. Me gustaba jugar. Era zurdo. Llegué a jugar en Segunda B. No era malo. Tuve la suerte de tener como mentor a mi hermano mayor, que también era árbitro y fue quien me invitó a probarlo. Fue como un reto para ayudar a superar la muerte de mi padre. Él sabía que me iba a ayudar a madurar muchísimo. Tenía 14 años, pero tengo absoluta conciencia de aquel momento. Mi padre era deportista de élite en aquel momento. Había sido campeón de Europa de tiro al plato. Sufría Parkinson y su enfermedad le mermó para ejercer su deporte. El pobre no tenía dinero ni para poder participar en los campeonatos, pero la gente le invitaba a participar a cambio de que después devolviese el premio.
Pito con responsabilidad, pero también con el ánimo de disfrutar
D. B. ¿Como árbitro tenías un referente? ¿De quién aprendiste ese estilo tuyo tan característico?
M. Cuando empiezas de asistente aprendes de tus compañeros. Aprendes hasta cuando estás tomando las bravas de después del partido. Lo he aprendido de la esencia pura. El arbitraje, como el fútbol, es cuestión de gusto, y has de tener mucha suerte, como en todo. Cuantas menos jugadas grises tengas, más éxito tienes. He tenido la suerte de pitar grandes partidos donde no ha habido jugadas polémicas en las áreas.
D. B. ¿Y por qué esa costumbre de llamar a todos los jugadores, españoles y extranjeros, por el nombre de pila y no por el apellido? ¿Se lo dices a todos, o a los menos conocidos, no?
M. Me surge de mi vocación de profesor. De toda la vida a mis alumnos en el instituto les llamaba por su nombre y antes había clases con 40 niños. Me facilitaba la forma de dirigirme a ellos. En el fútbol ha sido mucho más fácil. ¿Por qué les vas a llamar por el apellido si sabes su nombre? Me parece absurdo no hacerlo. Además, durante el partido escuchas cómo se llaman entre sí. Lo que nunca he hecho es llamarlos por el número. Tienes que intentar tratar a la gente de una forma que le llegue, tanto al alumno como al futbolista.
D. B. Voy a preguntarte por una entrada muy concreta, la de De Jong a Xabi Alonso en la final del Mundial de Sudáfrica. ¿Cómo hubieras resuelto la jugada? Aunque tire contra mi portería, creo que la misión de un árbitro es gobernar y gestionar un partido y tener un poco de sicología. La gestión de ese encuentro pedía no expulsar a ese jugador y dejar a un equipo con 10 desde mediada la primera parte. En aras del fútbol creo que fue bueno que no le expulsaran. Por supuesto, me puedes decir que disciplinariamente era expulsión y punto.
M. El bueno de Howard [Webb] ya ha dicho que en ese momento no tomó la decisión que tenía que tomar. El fútbol tiene que saber que siempre va haber decisiones grises. No sé lo que hubiera hecho en ese momento, pero comprendo lo que me estás diciendo. Hubiera dependido de mi ángulo de visión y de saber entender cuánto de peligrosa era para la integridad de Xabi. El árbitro tiene siempre que intentar ayudar. Y en una final más si cabe… Yo en Oporto me salté el reglamento, entre comillas, en dos ocasiones porque quise ayudar a que Thiago se recuperase de su lesión. Alargué el tiempo de recuperación para que también a su entrenador le diera tiempo a sustituirle. Y luego también en la jugada entre Antonio [Rüdiger] y Kevin [De Bruyne] hago lo mismo. Me salto el protocolo de los tres minutos, no metí prisa al médico. Era una final y no quería que el capitán de un equipo se tuviese que ir. Me hubiese gustado que en ese momento se portaran como yo lo hice. El fútbol y la tecnología nos permitían saber cuánto tiempo se ha perdido para luego añadirlo.
D. B. En algunos momentos se te ha encasillado en un protagonismo mal entendido…
M. Durante 10 años estuve sin conceder ninguna entrevista. Yo no tengo nada contra el periodismo. El periodista me ayuda a enriquecerme. Lo que no aguanto son las fobias y las filias. No aguanto el sectarismo. Ese tipo de cosas tenemos que erradicarlas.
D. B. Hablemos del VAR. Lo has definido como un ángel de la guarda para el árbitro.
M. Lo más importante ahora para los árbitros es ensamblar un equipo, pero ensamblarlo desde el VAR. No puede ser algo externo. Todos somos un equipo y como tal hay que considerarlo. El VAR hace mucho bien al fútbol. Si hubiese llegado antes hubiese dormido muchas más horas en mi vida. Ha habido muchas ocasiones en las que nos hemos equivocado por centímetros. A los asistentes les ha facilitado su trabajo el hecho de que no haya habido público. En los pases largos en los que tienes que girar el cuello escuchabas el golpeo del balón y ha ayudado muchísimo. Cuando vuelva el público, al que echamos mucho de menos, tendrán que reinventarse. Pero estoy seguro de que van a dar el do de pecho. No quieren que una maquinita les elimine. Esta maquinita lo que tiene que hacer es complementar. Los asistentes están más pillados, la parte más bonita es la nuestra.
En nuestro trabajo tiene más poder la mente que el físico
D. B. A veces el VAR está cobrando demasiado protagonismo, esa es al menos mi opinión con todos los respetos.
M. La gente lo que tiene que saber es que en el fútbol profesional este VAR no va a solucionar las situaciones subjetivas. Nunca las va a solucionar y por eso el fútbol es un deporte de masas y el equipo pequeño puede ganar al grande. No queramos acabar con eso. Sobre una misma jugada gris siempre habrá opiniones contrastadas. La mía, la tuya, la de Enrique, la del otro… El VAR no está para segundas oportunidades porque si no matamos la esencia del fútbol y la esencia tenemos que preservarla. Es un juego de tiempo corrido. No puedo ir a tomar una segunda decisión porque entonces no estoy siendo justo y no estoy siendo honesto. Tengo que ir al VAR cuando alguien que trabaja en el VAR complementado en mi equipo me dice algo, la gente tiene que saber que el VAR es un asistente del árbitro y el partido es del árbitro que está en el terreno de juego.
D. B. También es importante el aspecto físico. Tienes hasta un preparador…
M. El arbitraje es el único deporte en el que no te puedes cansar. No le puedes dar una explicación a un jugador cuando estás jadeando. ¡Qué va a pensar de ti! Pierdo credibilidad. Mis decisiones si las tomo cansado no estoy fresco de mente. En el arbitraje es más el poder de la mente que el físico.
D. B. Tienes 44 años, te quedan dos años de arbitraje…
M. Espero que no. FIFA y UEFA ya han permitido que se pueda pitar después de los 46 y espero que en España nuestro presidente Velasco Carballo también lo entienda así.
“El problema de las manos es que no hay dos iguales”
En una conversación que se precie con un colegiado y más si es de élite no se puede pasar por alto el gran problema que arrastra actualmente el arbitraje universal en general y el español en particular: la interpretación de las manos. Cuándo dentro del área son penalti y cuándo no. Qué dice el reglamento con exactitud. Vicente del Bosque plantea la pregunta y pide a Mateu Lahoz ser lo más didáctico posible, como si estuviera en el instituto con sus alumnos. A Toño se le escapa un “¡vaya marrón!”, pero afronta el desafío imposible.
“La intencionalidad continúa siendo básica, pero siempre será una opinión subjetiva. Tienes que estar muy bien colocado y saber en el momento que el jugador va a tocar el balón con la mano. Si ves que un jugador le da voluntariamente al balón ya sabemos que es punible. El problema de las manos es que no hay dos iguales. Es como el arroz. Pruebas uno hoy y vendrás otro día y siendo el mismo arroz te sabrá diferente. Hay manos en las que no hay duda. Las dudosas son las que no sabemos si cubren cuerpo o no. Si su movimiento es natural o no. Es una cuestión que nos preocupa tanto que la nueva revisión de reglas que comenzará la temporada próxima ya se va a aplicar en la Eurocopa”.
Mateu busca palabras. Gesticula. Multiplica sus razonamientos. “El fútbol cada día nos enseña jugadas nuevas. Vamos a ir mejorando cada día. Estoy seguro de que la Euro va a servir para acotar esas situaciones, pero lamentablemente van a seguir existiendo. ¡Ojalá tuviera una receta! Vamos a tener 10 jugadas con manos, en las que ocho van a ser fáciles de interpretar y entender y ojalá las ocho sean interpretadas por los árbitros en el césped, que es lo que nos gusta, y si no es así, para eso tenemos la herramienta del VAR. Pero va a haber dos que van a ser tan grises que no tengan solución. Dependiendo del equipo que animes, las verás de un color o de otro. Y repito, afortunadamente, en el fútbol no hay recetas para las manos. Dentro de un lustro volveremos a hablar de este asunto y me seguirás preguntando lo mismo porque hay ángulos de los brazos que no ves, porque no sabes si el movimiento es natural o no. Aun entendiendo la regla, porque yo no me creo que la gente no lo entienda, hay situaciones de una dificultad enorme en el directo y en el análisis del VAR. Lo que sí tenemos que intentar es que, si nos tocan dos jugadas grises en el mismo partido, las dos se castiguen de igual forma. Eso sí que es ir todos a una. En el resto, es imposible. La gente se tiene que dar cuenta de que el VAR es una herramienta bestial para el fútbol, pero que los árbitros vamos a seguir teniendo, afortunadamente, opiniones distintas sobre la misma jugada. Lo mismo que en un cuerpo técnico hay opiniones diferentes sobre un jugador”.
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