A principios de mes, en un frío más propio de invierno que del mes de mayo, antes de las 6 Horas de Spa, entramos en calor con un café en el hospitality de Aston Martin en el Mundial de Resistencia. Un café especial. No todos los días te lo entrega en mano un Lauda. Mathias, hijo de Niki, mantuvo una charla muy amena con este diario antes de subirse a su coche para enfrentarse a Eau Rouge con un tiempo muy cambiante. Nacido en Salzburgo en 1985, tiene un español casi perfecto al vivir desde muy pequeño primero en Ibiza, algunos años más tarde en Esplugues de Llobregat, y ahora, de nuevo en la isla que tanto amaba su padre. Con él repasa, a sus 38 años, su carrera deportiva, que quiere coronar con la victoria en Le Mans este año, su gran sueño. Pero también habló con mucho orgullo de su padre, un hombre diferente en el paddock que se mantenía fiel a su estilo también en casa, con sus propios hijos.
“¿Afectivo? Lo era, pero un poco más frío. También a veces era duro. Era más una relación muy abierta, como un hermano segundo. Ya desde muy jóvenes nos hablaba de todo, sin filtro ni límites. Hablaba de mujeres, fiestas, deporte, trabajo… nunca tenía un filtro delante nuestro y siempre decía las cosas muy claras, como lo pensaba. Es bueno porque nunca nos trató como a un niño de 10 años o 15, nos trataba como un adulto más”, expresaba Mathias, negando que sea verdad lo que decía su padre de que no tenía amigos. “Sí los tenía, forma parte más de su show. Tiene amigos y le gusta estar con la gente. No quiere estar siempre solo. No es eso. Es duro porque siempre te dice las cosas en la cara, y a veces no tiene razón, aunque él piensa que siempre la tiene”, expresaba el veterano piloto, quien justamente había pasado la semana anterior junto a su padre en la clínica de Suiza en la que luchaba por seguir adelante.
Cuando éramos pequeños, nunca tenía un filtro delante nuestro y siempre decía las cosas muy claras, como lo pensaba
“Antes de navidad ya se había puesto de pie y ya estaba en Ibiza, y por mala suerte cogió una gripe bastante dura y volvió al hospital. Todo el entrenamiento que hizo hasta ese momento tuvo que empezarlo desde cero”, desvelaba, asegurando que su padre estaba “trabajando cada día 5 horas con un fisio” para regresar. Juntos vieron la carrera de Bakú, y es que como ya hizo tras su accidente en Nürburgring en 1976, el televisor y la F1 “le daban fuerza para seguir”.
Vi la carrera de Bakú junto a mi padre en la clínica de Suiza. Estaba encantado con que Mercedes lo hiciera bien y eso le daba mucha motivación
“Estaba encantado con que Mercedes lo hiciera bien y le motivaba mucho. Le vi en la cara que quería regresar. La meta era volver el año que viene. Lo único que me dijo es que quería volver a un circuito de F1. Es lo que le da fuerzas y tiene muchas ganas. Su meta primero fue pensar en Australia, luego se pospuso a Bakú y ojalá en un año esté de vuelta”, decía Mathias pocas semanas antes de la fatal noticia. Esta semana, Niki de alguna manera cumplirá su último deseo, ya que estará presente en el corazón de todos en Mónaco, en múltiples homenajes en los monoplazas de la parrilla y, sobre todo, en Mercedes, que luchará por dedicarle un nuevo doblete. No hay mejor forma de decirle adiós.
Mathias habló por encima de todo del éxito que siempre tenía su padre en lo que se proponía. “Mi hermano y yo hablamos mucho de él. Es muy trabajador, muy serio y muy egoísta, por eso tuvo mucho éxito en su vida en lo que hacía”, recuerda el piloto de Aston Martin con mucho orgullo.
“En los 70 ganaba, se fue a McLaren y ganó, tenía compañías aéreas y lo hizo bien, se fue a Mercedes cuando no ganaba y puso a la gente adecuada, cogió a Hamilton y lo sentó en un Mercedes y ahora han ganado cinco Mundiales seguidos. Es una historia increíble. Todo le salía bien”, recordaba el piloto, que ayer se despidió de su padre por las redes con un emotivo mensaje: “Siempre serás mi héroe”.
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