Mauricio Pochettino: “El PSG es el ombligo del mundo; el desafío es que funcione”


La atmósfera es cristalina en el bosque de Versalles, pero se corta con un cuchillo en el Camp des Loges, la ciudad deportiva del Paris Saint-Germain, donde Mauricio Pochettino (Murphy, Argentina, 1972) y su equipo técnico se reúnen para conversar con el visitante en vísperas de recibir al Real Madrid en el Parque de los Príncipes, el próximo martes. Para un club constituido bajo la premisa de que el fracaso consiste en no ganar la Champions a toda velocidad, la reunión de Messi con Neymar y Mbappé ha disparado la tensión al calor de un acontecimiento histórico por irrepetible.

Pregunta ¿Cuál es su objetivo esencial como entrenador?

Respuesta. Lo dijo uno de mis ayudantes: “que la victoria no sea vacía y que la derrota te afecte”. Porque si una victoria no te llena y una derrota no te afecta lo suficiente hay algo que no funciona.

P. Usted en el Tottenham convirtió a Dele Alli en una figura mundial y ahora con solo 25 años es un futbolista prácticamente anónimo. Usted decía que se esforzaba cada día porque esos chicos sintieran amor por el juego. Esto es fácil de decir. ¿Pero cómo se consigue convencer a una superfigura para que siga experimentando sentimientos tan primarios, o tan infantiles?

R. Siempre estamos pensando en cómo podemos tocar la fibra. No siempre se consigue porque chocamos con la personalidad, el carácter de los jugadores, o sus entornos, su familia, sus allegados. ¡Chocamos! A veces para el futbolista es difícil entender que nosotros solo pretendemos que sea feliz y desarrolle el talento que le fue otorgado de la mejor manera. Es un proceso. En el Tottenham estuvimos muy cerca de tocar la gloria. Nosotros habíamos encontrado la forma de que Dele recupere lo que había perdido haciéndole sentir que él también fue responsable de esa pérdida. Lo que no puedes hacer con los futbolistas es justificarlos. Hay que decirles las verdades de modo que sean ellos los que descubran cuál es el problema. Solo les podemos ayudar a encontrar las soluciones si se ven reflejados en un espejo y dicen: “Sí, es verdad”.

P. ¿Qué le sugiere la leyenda del Trinche Carlovich, de quien Maradona dijo que fue mejor futbolista que él, pero nunca vimos filmaciones ni estadísticas? [Hizo carrera en varios equipos argentinos y fue reconocido sobre todo por su etapa en el Central Córdoba de Rosario. Murió en 2020, a los 74 años, en un asalto callejero].

R. ¡Qué increíble lo del Trinche! Se convirtió en un mito mundial y nadie asegura haberlo visto jugar. Todos dicen que era el mejor jugador del mundo. Pero, ¿quién lo vio? No hay ningún registro.

Cuanto más sube su contenido económico más baja el placer del juego. Hoy parte del juicio tiene que ver con eso: si pago cinco, necesito ver un resultado de cinco; y si pago 20 necesito ver un resultado de 20. Esa lógica no tiene nada que ver con el juego

P. ¿No cree que incluso los grandes profesionales del fútbol llevan un Trinche dentro? Todos sienten la tentación de jugar con sus amigos cuando les dé la gana, no por obligación, porque esencialmente esto es un juego antes que un trabajo. ¿Su tarea es hacer coincidir el trabajo con el placer?

R. Ese es el equilibrio que buscamos, bandeándonos a un lado y a otro, hacia el trabajo o el placer del juego. Ese es un punto muy difícil. Porque el fútbol está súper profesionalizado y cuanto más sube su contenido económico más baja el placer del juego. Hoy parte del juicio tiene que ver con eso: si pago cinco, necesito ver un resultado de cinco; y si pago 20 necesito ver un resultado de 20. Esa lógica no tiene nada que ver con el juego. El juego es inspiración, es talento, es un contexto de emociones. Las emociones van por delante de cualquier consideración económica. El futbolista no juega por dinero. No muestra más talento o más compromiso por más dinero. La promesa del bonus no garantiza que pare un penalti o gane un partido. Pero las consideraciones de tipo económico se mezclan y se utilizan para insultar, para humillar, para generar sentimientos bajos. Las cosas se distorsionan. El otro día alguien dijo: “Viven de la confusión; si no te pueden convencer, te confunden”.

P. ¿Dónde está la mayor confusión del fútbol?

R. En el fútbol en el que yo crecí las etapas que seguía un futbolista eran mucho más cercanas entre sí: el niño pasaba del potrero a la cantera, al club, a la selección… Aquí pasan del potrero a dar un salto que los mete en un plano económico que está muy por encima de sus posibilidades deportivas. Eso genera una gran confusión. Por eso yo respeto más a los futbolistas de hoy. Aunque todo el mundo piense que tienen más cosas. Sí, tiene más cosas materiales, pero es más difícil gestionar en sus cabezas todos esos logros que no pasan por procesos de maduración que los ayuden a comprender lo que está pasando en sus vidas.

¿Qué las expectativas en el PSG han sido unas y la realidad es otra? Eso ocurre. Lamentablemente la vara de medir es tan imposible de alcanzar que todo lo que no llegue a ese nivel es decepción y frustración

P. Los directores deportivos de toda Europa contemplan el proyecto del PSG como un viaje a lo desconocido en el que el entrenador debe hacer un ejercicio de malabarismo insólito para equilibrar tácticamente a 11 futbolistas que incluyen a Messi, Mbappé y Neymar. Ahora el juicio de la opinión pública francesa es casi unánime: falta una línea de juego. ¿Usted qué cree?

R. Línea de juego hay, plan estratégico hay, filosofía hay, identidad hay. ¿Qué las expectativas han sido unas y la realidad es otra? Eso ocurre. Pero la gente se equivoca cuando dice que no hay línea de juego. Sí que hay. Luego, es como cualquier equipo. Hay que desarrollarla dentro del campo y todo lleva un tiempo y una adaptación. Hemos hecho algunos muy buenos partidos, pero lamentablemente la vara de medir es tan alta, tan imposible de alcanzar, que todo lo que no llegue a ese nivel es decepción y frustración. Eso lo entendemos porque estamos en el PSG, en la Tour Eiffel, en el Arco del Triunfo, en la Ville Lumière y lo aceptamos con total normalidad. Sin volvernos locos. Hacemos evaluaciones realistas. Según nuestro cuerpo técnico, el gran área de análisis del PSG, y nuestros colaboradores, que siempre trabajamos en la autocrítica, estamos en el momento de la mejora. Pero las circunstancias que afrontamos diariamente en este proyecto requieren más que nunca de tiempo, y comprendemos que en el PSG no se lo dan a nadie. No existe. Es muy corto y limitado y eso hace que ese nivel sea más difícil de alcanzar. Vivimos estas situaciones con naturalidad y con responsabilidad porque somos el ombligo del mundo por los nombres que se reúnen aquí. Aquí todo brilla y reluce muy bonito, y el desafío es que todo eso funcione de la mejor manera. Veremos. Llega el momento definitivo de la temporada, tenemos grandes talentos, grandes jugadores que se agigantan en este tipo de desafío. Los supermotiva. Con este talento seguro que seremos capaces de hacer grandes cosas.

P. Nunca tres jugadores del relieve de Messi, Neymar y Mbappé convergieron en un mismo equipo con una obsesión compartida por ganar la Champions. ¿Esto cómo puede afectar al nivel competitivo del equipo?

R. Mbappé ha ganado el Mundial, Neymar ha ganado una Champions con el Barça, y Messi cuatro. Ellos saben cómo ganar. Son los tres más grandes jugadores del mundo y es normal que sientan esta motivación. Es un plus que hará que el nivel competitivo suba. No hay mejor momento que este para darlo todo.

P. Pero por diversas razones, y en particular por la larga ausencia de Neymar, en el PSG no ha habido una constancia de meses de entrenamiento y competición a un determinado nivel. ¿No es difícil dar ese salto a la máxima exigencia? ¿Es posible activar a un futbolista como si tuviera un interruptor, si no hay un hábito?

R. Es fácil decir que los jugadores a veces carecen de esa preparación para llegar a la competición que todo el mundo sueña con ganar. Pero la realidad es que venimos de un periodo en que todos los equipos grandes sufren. El fútbol ha cambiado. Por culpa de la covid y por culpa de la densidad del calendario. Es inhumano. Lo dicen los médicos. Primero porque los artistas quieren actuar en teatros llenos y nosotros tenemos muchos artistas del balón que quieren ser admirados por miles de personas en sus estadios. Hay que analizarlo: venimos de casi dos años jugando sin ese incentivo de todo gran genio. Segundo, las circunstancias de la competición, por las suspensiones, por el calendario de selecciones y por los viajes, han desgastado a los equipos con más internacionales. Llegar a Europa al día siguiente de un partido en África o en Sudamérica y tener que volver a jugar a los dos días, y hacer esas cosas todos los meses, supone un gran esfuerzo. Se tienden a menospreciar los esfuerzos de los futbolistas porque se dice que lo tienen todo fácil. Estos futbolistas han renunciado a muchas cosas y la exigencia física y mental a la que están sometidos es muy fuerte. Es muy difícil que en cada partido ofrezcan el nivel que todos esperamos.

P. Liverpool, Bayern y Chelsea, los últimos campeones de la Champions, se caracterizan por repartir los espacios de forma homogénea entre sus jugadores y mantener un ritmo fuerte de presión durante casi todo el partido. ¿Cómo hace usted con esta plantilla para conseguir ese nivel de presión cuando a tantos de sus jugadores les incomoda defender?

R. No estoy totalmente de acuerdo. Nosotros con el Tottenham disputamos la final contra el Liverpool y el equipo que más presionó, que fue el nuestro, no la ganó. El Tottenham tuvo más el balón y el que esperó y contragolpeó fue el Liverpool. Pasó con el Chelsea-City: ganó el que contragolpea. Estigmatizamos ciertas cosas que luego se graban y parecen grandes verdades cuando no es así. Cuando se estructura una plantilla debes ver cuáles son las cualidades que pueden representar a ese quipo. Cuando las características no son las prevalentes en una faceta del juego que queremos potenciar, debemos encontrar ese equilibrio. Nosotros somos un equipo que cuando presionamos podemos hacerlo bien. Podemos tomar riesgos. Lo hemos hecho. Lo hicimos contra el Lille que está en octavos de Champions. Pero es cierto que no vamos a poder presionar 90 minutos por las características de los jugadores y también por sus gustos futbolísticos.

El Madrid ha ganado 13 Copas de Europa y eso no solo se gana con jugadores. Se gana con una fuerza institucional que se ha construido con los años. El poder de los clubes históricos obliga a sus futbolistas a dar siempre lo máximo

P. ¿Cómo definiría esos gustos?

R. Tenemos jugadores que les gusta jugar en posesión, en corto, asociándose de forma diferente. Para brindarles eso necesitamos tiempo para buscar un equilibrio que garantice que el balón salga siempre bien jugado, desde atrás buscando un objetivo, intentando romper líneas, evitar las presiones, jugar en campo contrario con buenas posesiones para poder tener esa capacidad de jugar al ritmo que nuestro equipo tiene que jugar, y luego ponernos al servicio de los talentos que tenemos. Mbappé es técnicamente increíble, se puede asociar y jugar en posicional, pero también le gusta jugar con espacio para correr, para ir en profundidad porque tiene esa capacidad. Hay una compensación entre sus características y las de Leo y Neymar, que son más asociativos, y evolucionan con un ritmo más lento para llegar al campo contrario, y sobre todo para finalizar. En esa búsqueda nos focalizamos en el campo a través del conocimiento, de estar juntos en la competición, y de convivir fuera del campo, cosa que es importante construir. La táctica es eso.

P. ¿Sin compañerismo no hay táctica posible?

R. La táctica la reflejamos solamente cuando vemos la animación de un equipo. Pero la táctica depende de cómo viven afuera, cómo se relacionan afuera, cómo se crean esos lazos que después hacen que en el campo tengan ese feeling, esa piel. Esto es la verdad absoluta: todo equipo se construye desde afuera hacia adentro. Si yo no te quiero y te tengo que dar un balón y tú me lo tienes que dar a mí, y tú me la das a un metro, la corres tú. Si me la das a un metro y yo te quiero me voy a matar para agarrarla y así evitar que tú quedes en evidencia ante tu error. Eso es lo fundamental y mucha gente se olvida que no solo el trabajo de campo lleva un tiempo, sino que la convivencia, la dinámica de grupo, necesita tiempo para adquirir un conocimiento. Solo el tiempo te muestra cómo se comportan tus compañeros y tus entrenadores, y solo ese conocimiento te da seguridad y confianza para confiar en la otra persona. La cuestión es: ¿puede el PSG darle ese plazo a un cuerpo técnico para construir un equipo, o tenemos que llegar y ganar 5-0 porque hemos fichado a grandes jugadores?

P. La idea subliminal que proyecta en el público la reunión de Messi-Mbappé-Neymar es que el PSG se pasará el 100% de los partidos atacando. Pero siempre se pierde la pelota. Hasta Maradona perdía la pelota. ¿Qué sucede cuando no la tienen?

R. Todo pasa por dónde vas a recuperar el balón. Vas al ataque, lo pierdes, ¿tienes la energía suficiente? No basta con la organización, ni con la actitud. Para recuperar también debes tener energía. Cuanto más atrás la recuperemos, menos tiempo de partido tendremos para poder dedicar al ataque.

Solo el tiempo te muestra cómo se comportan tus compañeros y tus entrenadores, y solo ese conocimiento te da seguridad y confianza para confiar en la otra persona. La cuestión es: ¿puede el PSG darle ese plazo, o tenemos que llegar y ganar 5-0 porque hemos fichado a grandes jugadores?

P. Para liberar a Mbappé, Neymar y Messi del deber de consumir esa energía, usted ha intentado construir un bloque de siete hombres que una vez que el rival rompe la primera presión se sitúan en bloque medio para reducir mejor los espacios en defensa. Pero ahí se encuentra con otra paradoja: cuanto más se retrasan esos siete hombres con Verratti a la cabeza, más se cansan corriendo detrás de la pelota, y eso los lleva a retrasarse más y a desengancharse del ataque…

R. Volvemos a lo mismo. Es el equilibrio que tenemos que encontrar. Ningún equipo tiene capacidad de jugar 90 minutos en campo rival. La última vez que vi algo así fue con el Manchester United de Ferguson. Necesitaban ganar un partido de Premier por no sé qué diferencia de goles y el equipo contrario no pasó la mitad de la cancha en Old Trafford. Yo era jugador del Espanyol y se me grabó. Pero eso depende del nivel que te encuentres enfrente. Yo ahora no veo equipos que tengan el 80% de la posesión en las ligas europeas, y menos en campo contrario.

P. Es comprensible que a Messi, Neymar y Mbappé no les guste defender. ¿Tal vez donde más pueda actuar usted es en inducirlos a moverse con la pelota, para correr al espacio o desmarcarse en los apoyos?

R. La animación que propondremos contra el Madrid dependerá de la ejecución de los artistas. No tengo dudas de que lo harán. Lo vimos contra el Lille. Ellos quieren moverse. No es cuestión de querer o no querer. Es cuestión de las características de nuestros jugadores, que les gusta ser definitivos en cada acción. No sé si este fenómeno se ha producido alguna vez en algún equipo en el mundo y es algo bonito. Tendría que provocar otro tipo de lectura, de emoción, de visión. El PSG ha podido hacerlo y no solo porque tenga el dinero sino porque los jugadores han querido venir. Hay clubes con músculo financiero que no interesan a los jugadores. Aquí se combina todo. Se ha creado una mística.

P. El Mbappé vertical del Mónaco, en el PSG comenzó a renunciar a muchos desmarques en profundidad para bajar a pedir la pelota entre líneas y así armar la jugada, más o menos como Neymar. Y de pronto, cuando usted comenzó a entrenarlo en 2021 le vimos hacer más goles. Empezó por el Camp Nou. ¿Le convenció de buscar más el espacio?

En un equipo con tanto talento, a Mbappé los movimientos que lo alejan de la portería no le beneficiarían en su juego

R. Los grandes futbolistas pueden jugar en cualquier parte del campo y seguro que lo harán bien. Y en eso, Kylian es un fenómeno. Pero sus características son diferentes a las de Neymar. Su principal virtud es la verticalidad. Al espacio es imparable y a la vez tiene una excelente técnica de izquierda y derecha, no solo para driblar, sino para controlar y golpear. No creo que su mejor virtud sea bajar a asociarse. Él puede hacerlo, pero en un equipo con tanto talento, cuya construcción en el bloque medio hace que tengamos jugadores para poder llevarle el balón, para que él pueda ser definitivo en el último tercio, estos movimientos que lo alejan de la portería no le beneficiarían en su juego.

P. ¿Cómo ve a Messi?

R. No hay ninguna duda. Leo es el mejor jugador del mundo y dará muchas alegrías al PSG y a la gente. Hará lo que él sabe como siempre lo hizo. Pero entre la covid, alguna lesión, y la selección que lo reclama cada mes, su tiempo de adaptación ha sido limitado. Él nunca pondrá excusas y nosotros tampoco. Pero no había jugado en otro club que no fuera el Barcelona y siempre que llegas a un club nuevo tienes que pasar por un proceso natural para hacerte con el sitio. Una lesión, viajar, no estar continuamente conviviendo con tus compañeros, hace que los plazos se alarguen para que el equipo se adapte o para que él encuentre su mejor versión.

P. Usted dirigió al Tottenham contra el Madrid en Champions, en 2017, con un empate en el Bernabéu (1-1) y una victoria en Wembley (3-1). Aquel era el Madrid que conquistó tres Champions seguidas, con Cristiano y una plantilla en su apogeo. ¿Va al Madrid actual como una versión envejecida de aquel equipo?

R. Hay que respetarlo porque es un club que ha ganado 13 copas de Europa. Eso no solamente se gana con jugadores. Se gana con una fuerza institucional que se ha construido con los años. El poder de los clubes históricos existe y obliga a sus futbolistas a dar siempre lo máximo. La historia se te viene encima y eso ayuda al rendimiento. Todos necesitamos esa presión. Necesitamos sentir que hay un peso muy grande, una energía que te envuelve, una disciplina que se respira en el ambiente, una obligación que va más allá de un partido de fútbol. Eso desprende una institución como el Madrid, tanto cuando juegas para ellos como contra ellos. Como rival eso tienes que respetarlo. Este tipo de partidos dependen sobre todo de nuestra capacidad de abstraernos y de encontrar nuestro punto de funcionamiento máximo. Confío en mi equipo, en mis jugadores y en mi club y creo que alcanzando el máximo en todos los niveles podremos ganarle al Madrid. Pero desde el respeto. Porque más allá del análisis del rendimiento, tanto el Madrid como el PSG, por los jugadores que tienen, en este tipo de partidos son capaces de subir siempre el nivel.

P. Hay entrenadores que han cimentado gran parte de su éxito en el cariño que inspiran en sus jugadores. Ancelotti o Del Bosque son de la especie paternal que consiguen rendimientos superlativos basándose en la empatía. ¿Usted se siente identificado con ellos?

R. Nosotros con mi cuerpo técnico somos unos locos de hablar. Filosofamos demasiado. Y decimos que el camino que elegimos es el más duro porque es el de la implicación emocional. Eso muchas veces causa mucho dolor y no todo el mundo lo entiende. La simpleza de elegir desde el miedo y la imposición, sin implicación emocional con el futbolista, es muchas veces más sano. Pero también suele ser más corto, menos duradero, y no acabas de sacar lo mejor de cada uno. Hay un porcentaje de jugadores que ante la agresión responden tranquilos y dan lo mejor. No son la mayoría. La mayoría necesita otra forma de dirección. Pero para eso se necesita más tiempo. ¿Cómo sabe el jugador que el entrenador que le dice una buena palabra no lo está engatusando? Nosotros somos de esta forma. No se trata de un interés en ser amigos de los jugadores para que ellos jueguen bien. Y eso es lo más difícil porque debes ser muy constante. No puedes gritarle un día y decirle que lo quieres al siguiente. Hay que ser coherente en tus actos, en tus intervenciones, en la forma de comunicar con todos. No puedo ser dulce con un futbolista y un déspota con un miembro de mi staff. Eso los jugadores lo huelen. No puede ser nunca una creación forzada: tu firma de gestionar debe ser igual a tu forma de ser.

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