Mercados en guerra: así reaccionan las Bolsas a las crisis geopolíticas

Inversores en la Bolsa de Wall Street en Nueva York.
Inversores en la Bolsa de Wall Street en Nueva York.JOHANNES EISELE (AFP)

Cuando los vientos de guerra soplan sobre los mercados, los inversores permanecen en las trincheras. Antes del estallido de un conflicto, la volatilidad se apodera de los parqués y los operadores de Bolsa buscan amparo en los denominados activos refugio, es decir aquellos valores que incluso en épocas de incertidumbre suelen mantener su estimación. El oro, los fondos de renta fija y las divisas fuertes son algunos ejemplos. Sin embargo, con las cifras en la mano, parece que los mercados no desdeñan la guerra. Tras tocar fondo, los índices no tardan demasiado en recuperar su vigor y, según los analistas, ahora mismo se dan las premisas para que la invasión de Rusia en Ucrania confirme esta tendencia. Aunque, los espectros de la inflación permanecen en la sombra y pueden dar lugar a cualquier sorpresa.

Mark Armbruster, presidente de la homónima firma de inversiones, ha observado el comportamiento de los índices bursátiles en cuatro eventos bélicos: la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea, la de Vietnam y las guerras del Golfo. El experto ha concluido que en la Segunda Guerra Mundial las empresas de alta capitalización de Wall Street subieron un 16,9% (las de baja capitalización un 32,8%). Un gran salto hacia delante se notó también en los otros conflictos analizados, salvo en la disputa entre Saigón y Hanói. “Esta guerra fue muy corta —anota Armbruster— y coincidió con un aumento del precio del petróleo que contribuyó en empujar la economía hacia una breve recesión”. Los inversores no temen las guerras, sino la falta de control sobre los acontecimientos que las preceden.

Un estudio de Deutsche Bank ha analizado el comportamiento del S&P 500 —considerado el índice más representativo de la situación real de los mercados— durante los eventos geopolíticos más importantes de los últimos 80 años. Desde la ocupación alemana de Checoslovaquia en 1939, que dio inicio al segundo conflicto mundial, hasta los bombardeos en Siria en 2017. Según este análisis, los parqués han tardado de media 15 sesiones para levantar cabeza y recuperar su valor previo a los momentos de crisis. “Cuando surgen conflictos globales, se suele generar una gran volatilidad con una fuerte caída inicial, que puede durar unas semanas o pocos meses. A medida que se vislumbra una salida, los índices suelen adelantarse hasta marcar máximos”, apunta Javier Molina, analista de eToro.

Los casos del ataque a las Torres Gemelas del 11-S y del Brexit son ejemplares en este sentido. Tras el atentado, el selectivo estadounidense perdió un 11,6% y, teniendo en cuenta que la Bolsa de Nueva York estuvo cerrada una semana después de la ofensiva, fueron necesarias tres semanas para que alcanzara de nuevo su pico precrisis. Con el referéndum británico, el rebote fue aún más rápido. Desde el 27 de junio de 2016, cuando el S&P 500 tocó fondo, pasaron solo dos semanas hasta que emergió de nuevo. Una vez más, los parqués iban un paso por delante de los hechos y descontaban así la recuperación futura. De hecho, sobre todo en el mercado británico, la salida del Reino Unido de la UE empezó a pasar factura ya a finales de 2015, según señala Diego Morín, analista de IG.

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La recuperación no fue tan acelerada en todos los eventos geopolíticos. Tras la guerra del Yom Kipur en 1973, en la que se enfrentaron Israel y los países árabes y derivó en un embargo petrolero hacia Occidente, el índice tuvo que esperar cuatro años para recuperarse. “El contexto económico domina la respuesta del mercado en torno a los shocks geopolíticos. El embargo petrolero tuvo un claro impacto económico negativo y fue fundamental para impulsar una recesión que condujo a una liquidación grave y duradera de las acciones”, asegura Parag Thatte, autor del estudio de Deutsche Bank.

Por su parte, Molina argumenta que el mercado ha cambiado mucho desde los años setenta y ni los actores ni la información a la que se tenía acceso al respecto era la misma. Lo que sí parece una constante es que para las Bolsas parece más complicado lanzar un suspiro de alivio cuando entran en juego los problemas de suministro de materias primas.

El mayor hundimiento de las acciones estadounidenses se queda al margen de la geopolítica. Con la quiebra de Lehman Brothers en 2008, el S&P 500 se desplomó más de un 40% y se recuperó solo después de casi dos años. Más recientemente, un fuerte batacazo fue también el infligido por la primera ola de coronavirus en marzo de 2020. Una crisis de la que el parqué salió cinco meses más tarde, cuando, tras la parálisis económica por el confinamiento, la economía se preparaba para volver a encender sus motores.

El actual conflicto en Ucrania confirma que a los mercados no les gusta la incertidumbre. Las consecuencias de la guerra en los precios de las materias primas alimentan una inflación que los bancos centrales ya luchaban por apaciguar. Muchas empresas internacionales han cortado el cordón umbilical con Rusia, mientras la Bolsa de Moscú lleva una semana cerrada. El rublo se hunde hasta mínimos y frente a las severas sanciones impuestas por Occidente las agencias de calificación crediticia degradan la deuda rusa a bono basura.

Aunque las Bolsas llevan desde comienzo de año sin rumbo fijo, los expertos esperan que cuando la cuestión geopolítica se aclare, el rebote se producirá de forma rápida. Sin embargo, los índices volverán a enfrentarse a los riesgos de antes, como el impacto de la escalada de precios en el crecimiento económico y las subidas de tipos de interés por parte de las autoridades monetarias clave. Esas cuestiones pendientes calibrarán la brújula que guiará los movimientos de los inversores a corto y medio plazo.


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