Muere Carlos Pérez Siquier, gran renovador de la fotografía española con el grupo Afal

A buen seguro que Carlos Pérez Siquier habrá cumplido hasta el final la máxima que repetía los últimos años: “Moriré con las fotos puestas”. Palabras de un hombre socarrón, que hacía humor con el rostro serio y estuvo siempre enamorado de la fotografía. Pérez Siquier, maestro en el uso del color, a la altura de su amigo Martin Parr, o quizás mejor, ha fallecido este lunes a los 90 años en el Hospital Universitario Torrecárdenas de su Almería natal, donde había ingresado la semana pasada como consecuencia de un aneurisma en el abdomen, han informado fuentes cercanas al fotógrafo.

Nacido en 1930, premio Nacional de Fotografía en 2003, fue un gran renovador de la fotografía española gracias, sobre todo, al impulso que dio desde la Agrupación Fotográfica Almeriense (Afal), nombre de la revista de esa asociación y del grupo de autores que modernizó el arte de la imagen en España a mediados de los cincuenta del siglo pasado. Pérez Siquier, junto a José María Artero, fallecido en 1991, pusieron en contacto, gracias a esta publicación, que resistió hasta 1963, a fotógrafos de diferentes partes de España para dar a conocer sus trabajos y teorías, alejarse del salonismo y el pictorialismo reinantes en la fotografía nacional para poner el objetivo en una fotografía humanista. Entre otros nombres, destacan los de Oriol Maspons, Leopoldo Pomés, Gabriel Cualladó, Xavier Miserachs, Ricard Terré, Paco Gómez y Ramón Masats.

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Como otros grandes fotógrafos españoles, Pérez Siquier tenía otra ocupación para vivir. En su caso fue bancario, durante 30 años, lo que le permitía los fines de semana hacer lo que le gustaba. Esta pasión por la fotografía nació en una buhardilla, en la que su padre instaló una ampliadora y cubetas para el revelado. “Cuando aparecía la imagen en el papel, aquello era mágico. Me sentí contagiado por ese milagro”, declaró en una entrevista a este periódico en 2018. Cursó estudios de fotografía en la Escuela de Arte de Almería, que finalizó en 1950.

Los que han sido los últimos días de su vida andaba entusiasmado con nuevos proyectos para dar a conocer más su obra. El lunes pasado se inauguró una ampliación del Centro Pérez Siquier, que se levantó en Olula del Río (Almería), en septiembre de 2017. “No paraba de hablar de la publicación y exposición que estábamos preparando”, ha declarado a EL PAÍS Juan Manuel Martín Robles, director de la Fundación de Arte Ibáñez Cosentino, de la que depende el Centro Pérez Siquier, espacio que alberga el archivo de este “artesano”, como le gustaba definirse. Ese próximo libro, “con unas 350 páginas”, señala Martín, “incluye muchas fotos inéditas” de su trabajo más conocido, el que hizo a partir de 1956, en blanco y negro neorrealista, del deprimido barrio almeriense de La Chanca. Fue una visión que iba más allá del retrato social (”pobreza, pero con dignidad”, afirmaba), gracias a la delicadeza de las imágenes que tomó de los habitantes y rincones de esa zona, a la que acudía cada fin de semana con su cámara. De la penuria de entonces para publicar y exponer fotografía en España da testimonio que el libro sobre La Chanca no se publicó hasta 20 años después.

'Marbella, 1974', de la serie 'La playa', de Carlos Pérez Siquier.

FOTOGALERÍA: Carlos Pérez Siquier, el buscador de imágenes

FOTOGALERÍA: El Mediterráneo de Pérez Siquier

De entre las imágenes que tomó en aquel tiempo destaca la denominada La niña blanca, el retrato que hizo a Ángeles Hernández, entonces con 11 años, con su vestidito blanco, apoyada en el quicio de la puerta de su casa-cueva en el barrio almeriense. “Fue como un flechazo. Y yo que soy muy rápido le disparé una sola foto. Luego se metió a su casa sin cruzar una palabra y no volví a saber nada más de ella”, declaró a EL PAÍS con motivo de la muestra que le dedicó la Fundación Mapfre en Barcelona en 2020. Tuvieron que pasar casi seis décadas para que fotógrafo y fotografiada se reencontraran.

En 1962 Pérez Siquier volvió a La Chanca, pero para iniciar una serie en color. En esa época acabó la aventura de Afal y comenzó a trabajar como fotógrafo independiente para el Ministerio de Información y Turismo. Precisamente, la llegada de “las suecas” a las costas españolas le inspiró para su siguiente trabajo, La playa, a partir de 1972, un motivo que le atrapó y al que volvía una y otra vez. Fascinado por lo que llamaba “la geografía de la carne”, construyó una “crítica mordaz a la playa que conocía”. Durante años tomó instantáneas con mucho humor de los cuerpos que buscaban tostarse al sol, hasta acabar jugando con formas y colores en estampas pop que rozaban lo kitsch. De fondo, plasmó el sol y el sabor del Mediterráneo.

'La niña blanca', fotografía tomada en el barrio almeriense de La Chanca.
‘La niña blanca’, fotografía tomada en el barrio almeriense de La Chanca.Carlos Pérez Siquier

Alto, coqueto, con su melena blanca siempre bien peinada y puntual a su gin tonic de las 8 de la tarde, Pérez Siquier hacía gala de su ironía en los actos de homenaje que se le tributaron en los últimos años, como en la edición de 2016 de los Encuentros fotográficos de Gijón, cuando recibió una gran cesta de productos asturianos y saltó: “Yo creía que era una muñeca hinchable”. Ese carácter juguetón le llevaba a hacer fotos a amigos y conocidos en una comida o cena sin que se dieran cuenta, para enseñarles el resultado después. Sobre su estilo, señalaba que le guiaba su intuición: “Las personas y los objetos salen a mi encuentro, sin buscarlos”. En cuanto a los recursos que empleaba, procuraba no hacer reencuadres, ni usar flash ni trípode. Siempre a la búsqueda de la reinvención, experimentó con trabajos como en el que reunió imágenes en gran formato tomadas en sus trayectos en tren, fotos en las que la línea entre lo real y lo irreal era difusa; o el titulado Mi sombra y yo, en el que proyectaba su cuerpo sobre objetos y paisajes.

En 2003 se le concedió el Nacional de Fotografía “en reconocimiento a su trayectoria profesional y a su constante afán de renovación en la búsqueda de nuevos lenguajes fotográficos, así como por la influencia que ha tenido en la fotografía española contemporánea”, señaló el jurado. En 2013, el festival PHotoEspaña le concedió el premio Bartolomé Ros por su trayectoria y en 2018 el Consejo de Ministros le otorgó la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

Fotografía tomada por Pérez Siquier en Almería, en 2016.
Fotografía tomada por Pérez Siquier en Almería, en 2016.Carlos Pérez Siquier

De entre las muchas exposiciones que se han dedicado a su obra, además de la mencionada en la capital catalana, destaca la que en 2005 protagonizó en la Fundación Telefónica y la que al año siguiente le dedicó el Centro Andaluz de la Fotografía. En 2015, el Museo Reina Sofía recibió de Pérez Siquier la documentación y archivos de Afal de su propiedad. En los últimos años le gustaba captar con una pequeña cámara digital las formas y sombras, próximas a la abstracción, en torno a su residencia almeriense que bautizó como La Briseña, una antigua casa de pastores en la localidad de Benahadux. La pasión sin fin de Pérez Siquier por conseguir un buen enfoque la justificaba con otra de sus conocidas sentencias: “Haciendo fotografías se vive más años”.


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