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La historia de la producción suena como el sueño de cualquier músico. Una semana en una cabaña perdida en la frondosa sierra de Veracruz; un ensamble de jazz virtuoso, que apenas llegaba a los 20 años, abierto a todas las ideas; un productor norteamericano, reconocido, que había trabajado con artistas de la talla de Norah Jones, John Mayer o Christian McBride; y, a cargo del alojamiento y la comida, dos de los lutieres más reconocidos del Estado. El único problema era un río que corría al lado de la casa, que a veces se colaba en los micrófonos. Pero en el momento importaba tan poco –y se escuchaba tan lindo– que lo lógico fue dejarlo sonar como un instrumento más.Silvana Estrada (Xalapa, 1997) tenía 19 años y acababa de dejar en segundo año la carrera de Estudios de Jazz en la Universidad Veracruzana cuando encandiló con su música al guitarrista y productor Charlie Hunter (Rhode Island, 1967), y este le propuso hacer un disco. Era verano de 2016. Hunter se encontraba en Guadalajara dictando un taller de jazz a músicos jóvenes y Estrada había dejado sus estudios para dedicarse de lleno a la música. Apenas había grabado un par de demos, todavía no era llamada la nieta definitiva de Chavela Vargas, y tampoco era la artista a la que un par de años después Natalia Lafourcade, Jorge Drexler o Julieta Venegas irían a ver en vivo y a teatro lleno al salir de gira por Ciudad de México, Buenos Aires o Madrid.Lo Sagrado, un ensamble de jazz con 10 canciones donde se mezclan una percusión hipnótica, la distorsión de una guitarra eléctrica, el ritmo del son jarocho veracruzano, un cuatro venezolano y la fina voz de Estrada que se abre paso como un vendaval, nació en septiembre de ese año. Hunter estaba tan convencido de grabar que volvió a México desde Nueva York para refugiarse con los músicos en la cabaña de los padres de Estrada a orillas del río Coatepec, en las montañas que se abren paso al noroeste del Estado costero de Veracruz.“La primera vez que los escuché me dije ‘mierda, estos chicos son tremendos’. Les había pedido canciones originales para el taller y la banda convenció a Silvana para que me mostrara alguna composición”, cuenta Hunter por correo electrónico. “Me encantó que tuviera semejante formación en jazz y la usara para crear música tradicional mexicana”. El disco tuvo un lanzamiento brevísimo en plataformas digitales unos meses después. Estrada había dejado definitivamente la Universidad y pasó un tiempo en Nueva York antes de mudarse a Ciudad de México, donde empezó a grabar los temas que componen Primeras canciones (2018), el EP que la perfiló como la nueva promesa de la fusión pop-folk nacional.“Alguien que tenía el material en Estados Unidos lo lanzó sin aviso”, cuenta Estrada ahora, unos días antes del relanzamiento de Lo Sagrado, que vuelve a estar disponible este viernes. “Lo grabamos, nos emocionamos y yo pasé a otras cosas… Me enteré de que estaba disponible porque alguien me dijo que le gustó mucho. Estuvo en plataformas poco menos de un año y con la misma fuerza con la que lo subieron, lo bajaron. Yo apenas me voy sintiendo dueña de este material”. Estrada se encuentra trabajando en su próximo disco, Marchita, que vendría a ser su primer álbum solista. “Ese es el disco que me identifica en este momento. Es muy loco volver a esto que hice hace cuatro años y pensar que también soy yo. Ver el pasado de una manera tan clara es muy chocante, da miedo sacar algo que no es lo que soy ahora, pero hay que hacerle justicia al pasado. Ver hacia atrás con amor y gratitud”.Enfocada en el tiempo en los meses de preproducción de Marchita, en los recursos del estudio para producirlo, la armonía entre sus letras actuales y la música, y la idea de crear un disco “más pensado, que cuente una historia”, volver cuatro años en una carrera que se alejó del jazz representa “un proceso emocional y mental muy raro”. “Me interesa ver qué pasa con este disco en la gente que no me conoce del todo”, dice Estrada. “O sea, la gente que me ha visto en un teatro, tocando acústico, con mi vestido y el pelo largo… Lo Sagrado fue una fotografía del momento, un trabajo que fluyó en el momento súper casero. Hay decisiones estéticas que no volvería a tomar pero me ilusiona contar esta historia. Mostrar esa polaroid que sacamos de todos nosotros a los 19 años”.Para contar su reencuentro con Lo Sagrado, Estrada filmó un pequeño documental en el que vuelve a la cabaña de Coatepec, que EL PAÍS publica en esta entrevista como adelanto. Con el pelo largo que creció sobre la melena que llevaba a los 19 años, Silvana pasea por el bosque mientras el río vuelve a colarse en los micrófonos que la siguen mientras entra en los cuartos vacíos de la cabaña que por unos días fue su estudio. “El tiempo pasa muy rápido”, cuenta ahora. “Todos crecimos mucho en esa semana, empezamos súper tímidos, nerviosos… y terminamos con un disco y ganas de hacer más”.


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